miércoles, 18 de marzo de 2015

CAPÍTULO 180: ¿DÓNDE ESTÁ MI VALENTÍA?

-Hiperventilas

Resoplo y suelto el cuchillo sobre la bancada al escuchar la voz tranquila de Quique. Joder, por qué estoy tan nerviosa? Si están todos deseando que les demos esta noticia. No podíamos esperar más… no hemos querido contárselo a nadie más que a Vero hasta que nuestras familias lo supieran. He estado tentada en ir corriendo a contárselo a mi madre… pero entiendo a Quique. Sus padres también deben saberlo al mismo tiempo y en persona. Así que hoy, sábado, comida familiar en casa. Mis padres y los suyos. Y estoy nerviosa. Nerviosísima. No sé si más por imaginarme los gritos de mi madre o la mirada de la madre de Quique. Madre mía, qué rápido va esto. Y qué hambre tengo joder. Sin fumar desde hace días y con una gula superior a la que suelo tener de normal.

-Tú no estás nervioso? – pregunto incrédula –

-Un poco… - le veo sonreir de medio lado – pero estoy feliz… tú no? – me mira sonriente –

-Crees que se lo imaginan? – sonrío bajando la cabeza –

-Pues no lo sé…

Le observo preparar esa paella que tan bien le sale siempre. De vez en cuando, no puedo evitar acordarme de cómo nos conocimos hace ya más de un año. Me parece todo tan surrealista. Que nuestros caminos se cruzasen ese día y que empezásemos a andar juntos hasta llegar hasta aquí. Hasta el día en que le decimos a nuestros padres que vamos a tener un hijo.

El timbre suena y mis manos comienzan a temblar. Escucho a Quique reírse tímidamente mientras me agarra de la cintura y deja un beso en mi pelo.

-Respira gordita, que nos va a salir hiperactivo el nene…

-Gilipollas… - le doy un manotazo – abre ya! – le ordeno –

Escucho la voz de mi madre e intento serenarme. Ay dios, se va a liar parda. Va a hacer la croqueta por el suelo, la estoy viendo. Sé que tiene tantas ganas de tener un nieto desde hace tiempo… y mi padre, tan serio y tan reflexivo como siempre… va a llorar. Lo estoy viendo. Y si llora mi padre, pues lloro yo seguramente. Esto va a ser una inundación hoy, de una manera o de otra.
Mi madre me mira de una manera extraña cuando me saluda. Interrogante. Sé que lo sospecha. Sé que antes de abrir la boca ya lo intuye. Sé que ya lo sabe, porque me ha mirado la tripa. Salvada por la campana, mis suegros llegan justo a tiempo.

Ahora si que parece estar algo nervioso. Por fin! Creía haberme casado con un témpano de hielo. Sus padres, tan cariñosos como siempre, me saludan. Bien, no hemos ensayado esto. Gran error. Cuando lo decimos? Antes de comer? Después? Durante?

-Gordi, vamos a sentarnos anda, lo decimos durante si quieres…

-Como sabes que estoy pensando en eso? – pregunto sorprendida –

-Eres muy transparente… se te ve en la cara… - me acaricia la mejilla tiernamente – no estés nerviosa anda…

-Es que no puedo esperar… no sé ni qué cara poner… - hablo en voz baja – y si lo decimos antes?

-Lo que tu quieras… - me sonríe – en realidad también estoy deseando decirlo…

Allá vamos. Un momento, quién lo dice? Miro a Quique intentando que sepa lo que pienso, pero creo que estoy poniendo cara de… querer ir al baño? Seguramente estoy poniendo esa cara porque me mira muy raro. Suspiro frustrada. Sus poderes mentales han desaparecido. Habrá que improvisar.

-Qué pinta tiene la paella! – exclama mi padre –

Mi madre me observa detalladamente. No hagas eso mamá. No me mires así, que me lo vas a notar. Qué tontería. Si ya lo sabe. Si nada más verme la cara me ha mirado la tripa. Seré yo así de mayor con mis hijos? Dios… Quique me está mirando. Espera que lo diga yo? A que le pego?

-Emmm… - murmura con voz algo temerosa – queríamos contaros algo antes de empezar… verdad? – me mira haciéndome un gesto para que lo diga yo. Lo voy a matar –

-Si… - le hago un gesto con las cejas para que lo diga él –

Y venga a subir las cejas. Está tonto o qué le pasa? Que no sé como decirlo joder! Que lo digas tú, maldito!

-Podéis dejar de haceros gestos y decirlo ya? – pregunta mi madre –

Nos reímos casi sin querer. Teníamos que estar muy ridículos haciéndonos gestos ahora mismo. Mierda, me sudan las manos. Nunca me sudan las manos. Otro cambio más que me está provocando el embarazo. O quizá solo sea que estoy más nerviosa de lo que lo he estado nunca.

-Malú cariño, cuéntaselo tú.

Hijo de su madre. Lo mato. Ahora las miradas de mis padres y los suyos se dirigen a mí. Pongo los ojos en blanco y resoplo. Bien. Sin medias tintas. Suéltalo de una vez.

-Estoy embarazada.

Así de corto y así de simple. Quique me mira como queriendo decirme: "qué tacto tienes cariño". El silencio se adueña de mi salón por unos segundos. Los suficientes para que esas dos palabras entren por los oídos de mi madre, discurran por las conexiones adecuadas hasta la parte del cerebro donde se procesa la información, se conecten las neuronas necesarias para que su boca se abra y comience a emitir una serie de gritos a unos decibelios que ya quisiera cualquier discoteca de moda. Quique se muere de la risa al verla así. Le va a dar un parraque.

-Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhh iiiiii – se pone a dar palmas mientras se levanta de la silla y viene hacia mi – lo sabía!!!! – exclama agitando las manos – en cuanto te he visto la cara lo sabía!!!

-Pero por qué lo sabías? – pregunto riéndome –


Observo como la madre de Quique está… llorando? Oh no, llantos no, que lloro, que estoy extremadamente sensible. Y, como si de un efecto dominó se tratase, a mi madre comienzan a humedecérsele los ojos. Miro a mi padre que sonríe ampliamente, con los ojos llorosos. Y el padre de Quique también. Y, cuando me quiero dar cuenta, estoy llorando como una gilipollas mientras mi madre me abraza y Quique me observa con gesto tierno. Primer reto conseguido. El siguiente va a ser intentar no llorar por absolutamente todo. Putas hormonas.