jueves, 20 de agosto de 2015

CAPÍTULO 182: CAMBIÓ LA VIDA ENTERA DE COLOR

Ya son 3 meses de embarazo, 3 meses en los que noto como mi cuerpo va cambiando poco a poco y se va amoldando para recibir 2 vidas. No tenía bastante con una, tienen que ser 2. Voy a ponerme como una foca monje. Como una ballena azul. Como un elefante, sobre todo por estos tobillos, que empiezan a hincharse de manera despiadada.

-Pfff… - resoplo al mirarme al espejo – mira qué perfil tengo… parezco Kiko Rivera…

-Igualita… - dice sin mirarme – anda, no digas tonterías cariño… que estás preciosa…

-Si… tú di eso, que de 3 meses y ya se me nota… voy a ser una orca cuando esté de 8 meses…

-Una orca asesina… - dice sin darle importancia –

-Qué ganas tengo de pegarte… - digo indignada dándome la vuelta – ay no! – exclamo mirándome al espejo – Quique!

-Que…. – dice desganado –

-No… esto si que no… - digo indignada mientras me llevo las manos al trasero – se me están cayendo las nalgas!

Me mira alzando una ceja de manera graciosa y se pone las manos en los mofletes, con gesto de sorpresa fingido.

-Qué fatalidad! – grita irónico - Cuando se te caigan al suelo avísame… - dice con voz irónica devolviendo la mirada al libro –

-Mira eh? – le miro hasta con odio – qué poca comprensión… - me meto en la cama de mala gana – apaga la luz que me molesta…

Le escucho suspirar y dejar el libro sobre la mesita. Pasa una mano sobre mi cuerpo, acariciando mi tripa.

-Cómo puedes pensar que se te está cayendo el culo, a ver… - dice con voz tierna – si mi niña está preciosa…

-Ya… - contesto sin ganas – estoy horrible Quique…

-Que no… - me obliga a darme la vuelta – estás embarazada… y mi pequeña es una embarazada preciosa…

-Jo… - mis emociones se van descontrolando por días. Tengo ganas de llorar – cómo voy a quitarme todos estos kilos después?

-Malú, has engordado unos kilos solamente… es lo normal… - comienza a darme besos por el cuello – y no me vuelvas a decir que se te está cayendo el culo, que es imposible… - lleva su mano hacia él y aprieta dulcemente – con lo buena que está mi mami…

Sonrío sin poder evitarlo. Otra cosa que he notado es que las hormonas me hacen estar todavía más salida. Me da apuro hacerlo con mis hijos formándose… pero cómo voy a estar 9 meses sin hacerlo?

La verdad es que hacer el amor embarazada es una experiencia extraña. Por un momento, me he olvidado que tenía dos personas viviendo en mi útero. Aunque es muy diferente, Quique ha sido muy cuidadoso. Qué guapo es, míralo como duerme plácidamente. Y yo aquí estoy despierta… Dios. No puedo dormir… qué calor cojones… Me giro y Quique sigue durmiendo plácidamente. Pero como puede dormir con este calor? Joder… qué hambre… buah, tengo un hambre ahora mismo como si hiciera años que no como… Dios… me apetece algo… salado. Mmmm… salado. No, amargo… ahhhh pepinillos… pepinillos… dios qué ricos… y galletitas saladas. Muy saladas.

-Quique… - le toco suavemente pero ni se inmuta – Quique… - le toco un poco más fuerte pero sigue sin moverse – Quique! – exclamo desesperada –

-Que! – se levanta de golpe asustado – qué pasa?, estás bien? – pregunta alterado –

-No… - me mira interrogante – tengo mucha hambre…

-Qué? – me mira incrédulo – Me despiertas para eso? – vuelve a tumbarse – en la nevera hay de todo…

-Quique! Que quiero pepinillos y no hay! – digo indignada –

Se vuelve hacia mí mirándome con cara sorprendida.
-Pepinillos… - alza una ceja – pepinillos, Malú… - se mira el reloj – las 3 de la mañana y quieres pepinillos…

-Si… - contesto avergonzada – en vinagre… - me relamo los labios y me cojo las manos con gesto de caérseme la baba - Dios! Están riquísimos… y galletitas saladas, de estas pequeñitas, con forma de pececito…

-No me lo puedo creer… - vuelve a acostarse – anda, duérmete cariño…

-Quique!! – exclamo – te estoy diciendo que tengo hambre y quiero pepinillos y galletas saladas!

-Y qué quieres que haga? Que los pinte? – se reincorpora indignado –

-No… - bajo la cabeza avergonzada – pero si tu pudieras… ir… a comprarlos…

Me mira alzando las cejas.

-A ver si lo he entendido… - carraspea – quieres que, a las 3 de la mañana, vaya a buscar pepinillos en vinagre… y galletitas saladas en forma de pez – me mira con gesto irónico y excéptico -

-Si… - contesto avergonzada – por favor… - pongo mi cara de cuando quiero chantajearle – hazlo por tus hijos…

-Por mis hijos… - contesta irónico –

-Por favor… no puedo dormir Quique… vas a dejar que tu mujer y la madre de tus hijos no duerma porque tiene hambre? – le miro haciéndole ojitos y me mira incrédulo hasta que resopla -

-La madre que te parió Malú… - se levanta de la cama resoplando –

-Ay por dios! Qué hombre tengo más bueno! – grito –

-Que no grites! – me mira poniéndose los pantalones – las 3 de la mañana… y voy a comprarle pepinillos a mi mujer… es que soy el mayor calzonazos de este mundo…

-Jajajajajaja! – estallo en una carcajada hasta que veo la forma que tiene de mirarme y decido callarme – ay cariño… no te enfades…

-Que no me enfade… - se pone la chaqueta – me puedes explicar donde compro pepinillos a las 3 de la mañana? – reprimo una carcajada, está tan gracioso así de indignado – en fin… - abre la puerta – si no vuelvo, recuerda que fue por hacerte feliz…

-Jajajajajajaja! No te olvides de las galletitas saladas!!

Qué poder tengo. Me tumbo y abro las piernas y los brazos, totalmente encantada. Pepinillos… dios… qué ricos…



-Pero seguro que no tiene? No puede mirarlo en el almacén?

-Y dale… pero señor, que ya le he dicho que en esta gasolinera no tenemos pepinillos hombre! – el dependiente se mete en el cuarto de estar y me deja allí plantado –

Salgo de la gasolinera y arranco el coche. Ya llevo 3 gasolineras que no tienen pepinillos. Pero en qué mundo vivimos? En un mundo injusto, sin duda. Las 4 y media de la mañana y como vuelva a casa sin esto, estoy muerto. Conduzco de nuevo hacia casa, resignado, muerto de sueño, hasta que veo una tienda 24 horas abierta. Dios! Seguro que aquí tienen. Aparco y salgo a toda prisa.

-Hola, buenas noches!

Veo la cara de susto de la dependienta. Quizá he entrado demasiado rápido.

-Tiene pepinillos?

-Eh… - la dependienta me mira asustada – no me haga nada por favor…

-Qué? – pregunto sorprendido – no no… verá… buscaba pepinillos en vinagre… - la dependienta sigue mirándome asustada – antojo de mi mujer… se lo aseguro…

-Segundo pasillo a la izquierda… - responde todavía cariacontecida –

-Gracias…

Camino por el pasillo hasta que veo ese bote de pepinillos alzarse en la estantería. Me parece hasta verlo envuelto en una luz blanca mientras suena una música celestial de fondo. Agarro el bote y me dirijo a la dependienta.

-Algo más? – la dependienta ha cambiado el gesto de susto a broma –

-Galletitas saladas en forma de pez, tenéis?…

Llego a casa hinchado como un pavo. Voy a quedar como el mejor marido y padre del mundo. Me imagino su cara cuando suba a la habitación y vea el bote. Y la bolsa llena de galletas saladas. Me comerá a besos después de comerse el bote entero de una sentada.


Subo las escaleras imaginándome una banda sonora de fondo de estas épicas. Abro la puerta con ese bote y esas bolsitas y ahí está ella. La cabrona de mi mujer, durmiendo espatarrada en mi parte de la cama. Dudo un instante si despertarla o no. Hija de su madre. Despertarla… no, no quiero morir. Resoplo resignado. Hace conmigo lo que quiere. Lo mejor de todo es que soy feliz. Debo ser algo así como un masoquista. Dejo lo que he comprado en su mesita de noche y me acuesto en su lado de la cama, intentando no despertarla. Creo que no podría hacerlo ni la tercera guerra mundial ahora mismo. Malú embarazada es peor de lo que pensaba.