martes, 11 de junio de 2019

CAPÍTULO 186: LAS LUCES DEL QUIRÓFANO


-Quique, están encajados… - dice el ginecólogo con cara de pocos amigos – están teniendo bradicardias… hay que sacarlos cuanto antes…

-Déjame entrar, por favor… - ruego mirando el monitor –

-Si no haces nada ni dices nada, entrarás… pero es delicado… - dice mientras coge el teléfono – y tú y yo lo sabemos…

Miro a Malú que está como ida. Como medio inconsciente, supongo que por la fuerza y el cansancio que debe haber acumulado. Sus constantes están bien. Pero los niños están empezando a tener sufrimiento fetal. No se han colocado bien y no pueden salir vía natural. De todas formas, habíamos planeado una cesárea, pero era para dentro de dos semanas, no ahora. Las semanas de gestación no son un problema, el problema es el tiempo que tarden en sacarles. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando pienso en ello. En seguida aparece una camilla, varios auxiliares y todos con cara de pocos amigos. Es una cesárea urgente. Y es una de las cosas peores que pueden pasar para ellos.

Camino detrás de ellos, sin pensar en que no le he dicho nada a Pepi, que se ha quedado fuera sin saber nada. Al entrar a quirófano, me indican donde tengo que cambiarme y asiento. Sé cómo debo entrar adecuadamente vestido. No soy creyente. O muy poco. No lo sé, el caso es que, mientras me visto, en un momento, llevo mi cabeza arriba y pido algo a alguien, no sé a quién, pero pido que todo salga bien.

Corro por el pasillo de quirófano y ya la tienen casi enganchada. La van a dormir entera.

-Anestesia general? – pregunto algo acojonado –

-Quique… - el ginecólogo me mira – sabes que es mejor así – asiento algo contrariado y me acerco a ella. Está con los ojos medio abiertos pero como en otro mundo.

-Jefa… - susurro a su lado poniendo una sonrisa que me cuesta la vida –

-Los niños… - balbucea –

-Todo va a ir bien… ya lo verás… - digo acariciando su cara –

-Quique, tenemos que anestesiar – asiento y me aparto, mirando como su cara se queda mirando al techo –

Resoplo y me voy a un rincón. No me gustan las cesáreas. Cuando me tocó ver alguna, siempre tenía que hacer serios esfuerzos por no desmayarme.

-Lo tienes? – pregunta el ginecólogo algo apurado con la otra ginecóloga enfrente, dirigiéndose al anestesista, que asiente –

-Vamos a hacer todo muy rápido, preparados todos – dice el ginecólogo justo antes de empezar a acceder al útero –

Creo que no soy consciente de la gravedad de todo esto hasta ese momento. Hasta que les veo a todos sudando, acelerados. Me doy la vuelta y apoyo mi cabeza en la pared. Vuelvo a pedir que todo salga bien, pero sigo sin saber a quién. Cuando me giro, la incisión, desde yo lo veo, casi está llegando al útero. Decido quedarme en un rincón con tal de evitar caerme encima de la zona estéril. Veo como los sacan. La impresión es tal que noto como la sangre se me baja a los pies, pero vuelve rápidamente a mi cabeza, evitando que me desmaye. Están algo azulados, más la niña que el niño. Inmediatamente, los pediatras aparecen. No llora. Alejandro no llora. Y yo estoy llorando. Tengo alegría y miedo al mismo tiempo. No me esperaba que el nacimiento fuese así. Me apoyo en la esquina del quirófano y siento como mi corazón se acelera. Escucho el llanto fuerte de Lucía y como su tono va tornándose rosado.

-Tranquilos! – grita el pediatra – vamos pequeñín…

-Tenía dos vueltas de cordón… - dice el ginecólogo sin mirarle, intentando no dejar su tarea a un lado –

Y, de repente, el llanto aparece. Fuerte, agudo. Si mi corazón pudiera emitir más sonido que el de un latido, sería tan agudo como el llanto del niño.

-Están bien Quique… - dicen los pediatras sin mirarme – parece que están bien… - sigo apoyado en la esquina, los oigo pero no soy capaz de moverme –

Nunca he pasado tanto miedo. Los pediatras me miran con cara de circunstancias y una pequeña sonrisa en la cara. Me acerco temeroso a las dos cunas y les veo. La conexión es instantánea y a la vez.

-Van a lavarles y luego comprobamos de nuevo que todo esté bien, a lo mejor hay que dejarlos unos días en la incubadora pero ya lo veremos… la auscultación es muy buena y el estado de los dos también, aunque a Alejandro le haya costado arrancar unos segundos – habla uno de los pediatras y asiento, acariciando a los dos como si fueran a romperse – siempre queremos que se haga piel con piel con la madre pero… - asiento a punto de ponerme a llorar – quieres venir con ellos?

Miro a Malú pero no puedo ver su cara. Una gran lona azul, estéril, me la tapa. Veo su tripa abierta y trago saliva.

-Está bien? – pregunto casi sin saber cómo –

-Si – me responde el cirujano y puedo intuir una sonrisa bajo la mascarilla – tranquilo, ve con ellos que cerramos en seguida.

Asiento y me giro, dispuesto a salir del quirófano. De repente, noto escalofríos… y todo negro.

CAPÍTULO 185: EL MEJOR MOMENTO


8 meses y medio. 8 meses y medio, casi 9… casi 36 semanas de embarazo de mellizos… para qué voy a dar más detalles de cómo me siento. Es como si fuera un globo de estos de la patata caliente que se lo van pasando unos a otros para que no les explote en la cara.

No quería salir de casa, porque tengo los tobillos que no se distinguen en anchura con las rodillas, pero me han convencido. Mi madre y Quique van paseando a mi lado cuando unos periodistas nos interceptan. No necesitaba esto ahora mismo. Intento poner una sonrisa, aunque no me gusta nada que me estén preguntando sobre nombres, fechas y demás. Quique hace un poco como de portavoz e intentamos andar un poco más deprisa hasta que noto un pinchazo. Un pinchazo en el bajo vientre. Consciente que estoy siendo grabada por varias cámaras, me quejo lo menos posible y sigo andando, hasta que vuelve a darme el pinchazo, esta vez más fuerte.

Mi cuerpo se dobla entero, como si fuera una rama pisada.

-Qué pasa? – pregunta Quique agarrándome del brazo –

-Creo que es una contracción… - digo quejándome – Quique, es muy fuerte…

-Hija, tranquila… - mi madre me agarra del otro brazo e intenta que caminemos un poco más, pero no puedo moverme -

Escucho mi nombre por todas partes, noto los micrófonos cerca de mi cara hasta que un grito con voz grave me sorprende.

-Podéis parar de una vez? – escucho a Quique gritar, haciendo que todos se callen – es que no sois conscientes que estáis grabando a una embarazada con contracciones en la maldita calle?

-Tampoco te pongas así porque… - le escucho replicar a uno –

-Me pongo como es normal que me ponga, y creo que todos lo entendéis si tenéis un pelin de empatía… - relaja el tono de voz – cariño, son fuertes? – asiento sin poder ponerme erguida –

Tras unos segundos en los que escucho a Quique, ya algo más relajado hablar con la prensa, noto un líquido caliente caer por mis piernas… tiro de su mano, sabiendo lo que es. No me hace caso, sigue hablando con ellos, igual que mi madre, supongo que intentando que no me graben.

-Quique! – grito – que he roto aguas joder! – exclamo con las piernas temblándome –

-Qué? – le escucho a mi lado –

-Que dejes de hablar con ellos y vayas a por el coche, que no son contracciones… que me duele todo el rato… - digo respirando hondo y echando el aire –

-Pepi… - le escucho hablar casi tartamudeando – que… quédate con ella…

-Quique, llamamos a una ambulancia? – grita mi madre –

-No! – exclamo – en el coche mamá… - le suplico – suficiente espectáculo estoy formando –

-Por favor… - dice mi madre asustada – dejadle sitio… - noto como los periodistas se han apartado un poco pero sé que siguen grabando –

-No puedo estar de pie mamá… - digo amargamente – tengo muchas ganas de empujar… - comienzo a sollozar –

-Ya estoy! – escucho gritar a Quique – Malú, estás bien? – le miro y niego con la cabeza, noto mi cuerpo empapado en sudor –

-No puedo andar… - digo susurrando – solo quiero empujar…

-Llamo a una ambulancia… - dice sacando el móvil –

-Que no! – exclamo – súbeme al coche por dios!

Veo su cara desencajada y como le hace un gesto a Pepi. Me coge en brazos y me mete en el coche, no se bien cómo, en la parte de atrás, donde está mi madre.

-Vale – comienza a conducir – respira hondo y echa todo el aire Malú –

-Qué te crees que estoy haciendo! – exclamo enfadada – esto es culpa tuya! – exclamo con furia – vamos a dar una vuelta dice… - resoplo – y rompo aguas delante de esta gente, inconsciente!

-Malú, para… - me dice mi madre – que Quique también está nervioso…

-Nerviosa estoy yo, que voy a reventar como un globo… - digo apretándole la mano a mi madre – mamá, solo tengo ganas de empujar…

-No empujes! – me grita Quique mientras conduce – no empujes Malú, aguanta un poco por favor…

-Algo no va bien… - digo sollozando – lo sé…

-Todo va bien vale? – dice con voz alterada Quique mientras conduce a toda prisa –

El viaje se hace eterno, aunque estamos muy cerca. Al llegar, escucho como Quique comienza a tocar el claxon del coche al llegar a la puerta del hospital y se baja corriendo.

-Una camilla! – grita – mi mujer está de parto!

La vista se me nubla. Veo a Quique y a mi madre andar al lado de la camilla pero, al pasar la puerta, todo se vuelve negro.