miércoles, 3 de julio de 2019

EPÍLOGO: VUELVO A VERTE OTRA VEZ


Abro los ojos y me encuentro un ambiente blanco impoluto alrededor. Miro alrededor y no veo nada, solo, a lo lejos, algo que no sé lo que es.

Camino sin entender nada, no sé por qué lo estoy haciendo. Dónde estoy?

Conforme voy caminando, voy viendo palmeras. Qué hacen aquí palmeras? Por qué hay aquí palmeras? Mi ceño fruncido se convierte en sorpresa cuando reconozco el lugar. Me miro las manos. No están arrugadas. Se oyen como muchos ecos, como si el espacio no fuera abierto, sino con paredes que provocasen el eco. Camino por la orilla, creía que había olvidado aquel lugar, pero sé perfectamente donde está todo. Dónde estaba el agua que encontramos. Todo.

Unas manos tapan mis ojos y doy un pequeño grito de susto y escucha una risa a la espalda. La risa la conozco. La conozco desde hace más de 50 años. Me doy la vuelta rápidamente y allí está, con el aspecto de cuando nos conocimos, con una amplia sonrisa y un gesto un tanto emocionado.

No puedo evitar abrazarme fuerte a su cuello, como aquella vez que desapareció y volvió. Yo pensaba que había muerto, que el mar se lo había tragado, pero, de repente, apareció. Como ahora. No me cuadra nada, solo sé que no quiero soltarme.

-Calma jefa… - dice casi riéndose – tanto me has echado de menos?

Le miro y me planta un beso que me deja descolocada. Me cuelgo de su cuello, olvidándome un poco de lo surrealista de la situación. Estoy soñando? Qué es esto?

-No entiendes nada verdad? – dice acariciándome la cara mientras niego con la cabeza – hemos vuelto a donde nos conocimos… - frunzo el ceño mirando alrededor –

-Qué es esto Quique? – acierto a decir –

-No me llamabas Rick? – responde con media sonrisa burlona –

Me coge de la mano y comenzamos a caminar por la orilla. Puedo sentir el agua, la arena… pero una idea me aterra… estamos muertos?

-Si, lo estamos… - responde Quique sonriendo –

-Cómo sabes…? – me corta, sin dejarme terminar –

-Cuando aparecí aquí, me hice las mismas preguntas que tú… - hace que me siente con él en la orilla – luego, de repente, aparecí en otro lugar y mis padres me explicaron qué había pasado…

Le miro instantáneamente.

-Tus padres? – digo sin todavía creerme lo que estoy oyendo –

-Eres una cabezona… - niega con la cabeza – mira que siempre decías que si yo me moría antes, te morirías poco después… - sonríe – y vas y lo cumples… - debo estar mirándole con tal cara de terror que suelta una carcajada y me lleva hacia las rocas – cierra los ojos y piensa un sitio donde quieras volver a estar…

Me agarra las manos y no entiendo nada, pero le hago caso. No puedo evitar pensar en el momento en el que Quique vino a casa después de que nos rescatasen. Cuando abro los ojos, estoy en mi casa.

-Hostias! – exclamo tapándome la boca al verme a mí misma, hace más de 50 años, abrir la puerta, seguida de Quique y mis perras –

-Jajajajajaja! – Quique se ríe a mi lado casi arrodillándose – sabes que fue el sitio que yo pensé primero?

Le miro a él y nos veo de fondo. Miro alrededor, como autoconvenciéndome de que no es un sueño. Todo es exactamente igual a como lo recuerdo, a como Quique lo escribió en su cuaderno.

-Ya no tendrás que leer ese cuaderno… - le miro sorprendida – ahora puedes ir al recuerdo que quieras… - hace una pausa y me agarra de la cintura – conmigo si quieres…

Esbozo una pequeña sonrisa y no puedo evitar besarle. El beso es real, pero, al mismo tiempo, nuestros yo del pasado esperan a quedarse solos para que ocurra. Nos separamos un segundo, sin soltarnos las manos.

-Ahora es cuando él la besa… - dice susurrando –

Suelto una carcajada al verme mirando atentamente a través de la puerta de la cocina de la que fue mi casa.

-No estamos soñando ni nada de eso no? – digo mirándole y me niega con la cabeza –

-El destino no puede soñarse, jefa… - dice mirando hacia la cocina y haciéndome un gesto para que mire. Nos estamos besando. No puedo evitar sonreir – y este era el nuestro.

Le miro y aprieto más su mano. Ahora una sonrisa se ha instaurado en mi cara… pero, de repente, recuerdo a mis hijos y se me hace un nudo en la garganta.

-Los niños Quique… - digo preocupada –

-Quieres ver como tu marido se metió una hostia contra el suelo nada más nacer tus hijos? – suelto una carcajada – cierra los ojos – le hago caso – que sepas que, a partir de ahora, podremos hacer esto siempre que quieras – noto como besa sutilmente mis labios –

Sonrío sin abrir los ojos. Lo acabo de entender. Todos nuestros recuerdos están en un lugar donde estamos los dos. No sé si el cielo, el infierno seguro que no. Quizá somos energías que van juntas. Y, lo mejor de todo, es que así va a ser siempre. Definitivamente, este era nuestro destino.

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-Bueno… - suspira Alejandro tras esparcir las cenizas por la borda – pues ya está… los dos en el mar, como querían…

Un nudo en la garganta aparece y no consigo bajarlo. Al mismo tiempo, la piel se me eriza, siento el olor de mamá y papá mezclados. Miro a mis hijos, a mis sobrinos, a mi hermano… a todos… ninguno entendemos nada, pero nos acaba de pasar lo mismo por sus caras.

-Has sentido eso? – pregunto ingenua –

-Si… - sonríe mi hermano algo emocionado – parece que ya están juntos otra vez…

Sonrío y no puedo evitar reírme nerviosa. Miro hacia arriba, como si estuvieran allí, aunque, en realidad, no creo que estén allí, creo que siempre estarán donde estemos nosotros. Siempre dijeron eso. Que su destino era estar juntos. Quizá ahora su destino sea estar siempre con nosotros y encontrarnos en algún momento. Su destino, el mío, el de mi hermano, el de nuestra familia. Nuestro destino.  

CAPÍTULO 187: CON LOS OJOS BIEN ABIERTOS

-Eran los dos niños más guapos del mundo – leo con un nudo en la garganta – y ella, la mujer más guapa que he visto en mi vida – miro a mamá, que sigue con esa mirada perdida, no se siquiera si me escucha – ese día nos prometimos que le contaríamos a nuestros hijos y a nuestros nietos que su padre y abuelo se cayó redondo en el quirófano siendo médico, al ver como nacían sus hijos.

Aguanto las lágrimas como puedo. Mamá sufrió un ictus hace unos días, apenas puede comunicarse y los médicos han permitido que salga de la UCI a petición nuestra. Nos han dicho que nos escucha, a veces nos mira, pero ni come ni puede hablar y la falta de oxígeno que ha sufrido su cerebro, a sus 90 años, ha hecho que varios órganos puedan fallar en cualquier momento.

Miro a mi hermano, al otro lado de la camilla. La mira fijamente. La de veces que papá nos ha contado que, cuando Alejandro no respiraba, casi le da un infarto. Es curiosa la vida… el infarto le dio hace 1 mes. Aguantó, como un héroe, como lo que siempre fue, hasta que pudimos traer a mamá para que se vieran. Al día siguiente, papá murió y mamá entró en un estado como de catatonia. Solo se expresaba para llorar. Y solo decía que su vida se había ido. La pena se ha adueñado de nuestra familia. Hasta a veces pienso que es mejor que mamá se vaya, aunque me muero si lo pienso.

Cierro la libreta, esa que papá llenó de relatos de su relación, algunos que no he podido leer porque me da mucho pudor leer esas cosas de mis padres. Sonrío sin querer al recordar cuando papá nos lo leyó por primera vez. Alejandro y yo gritamos un “para!” cuando papá narraba cómo había sido su primer beso, mientras mamá se moría de la risa.

Al cerrar la libreta, noto como mamá mueve una mano y me mira. Miro instantáneamente a Alejandro que me mira sorprendido. Agarra la libreta y la señala. Me quedo paralizada. Hacía días que mamá no nos miraba. Era cierto que nos escuchaba. Me mira y luego mira a Alejandro, que me mira de nuevo sorprendido. No se si llamar al médico, o a la enfermera, o a quién, pero mamá vuelve a señalarme el cuaderno antiguo.

-Lucía… - miro a mi hermano – creo que quiere que vuelvas a empezar… - dice un tanto emocionado –

La miro y puedo ver como esboza una pequeña sonrisa y cierra los ojos. Carraspeo, se me ha quedado la garganta seca. Abro de nuevo el cuaderno. Aquel relato que al principio no nos creíamos de cómo se conocieron papá y mamá. Aquel accidente de avión y aquella isla. Veo como alguna lágrima cae por sus mejillas al volver a escucharlo y se me entrecorta la voz. Le doy el cuaderno a Alejandro, no puedo seguir leyendo. Mi hermano arrima un poco más su silla al lado de mamá y sigue por donde lo he dejado. La veo volver a sonreir cuando Alejandro cuenta la noche en la que les rescataron. Esa en la que estuvieron a punto de besarse. Hasta diría que se está riendo, a pesar de no poder casi hacerlo.

Cuando llega el relato del momento de su primer beso, Alejandro y yo nos miramos. Mamá me aprieta la mano y le hago un gesto a mi hermano para que lo lea. Noto como las lágrimas brotan de sus ojos al mismo tiempo que una sonrisa enorme se instala en su cara. Sin darnos cuenta, Alejandro y yo estamos llorando mientras leemos el relato.

De repente, las máquinas empiezan a pitar. Alejandro cierra el libro y pulsa el botón para que venga la enfermera. Una línea recta en su monitor. Sé lo que significa. Ahora sé por qué quería que volviéramos a empezar el relato. Sabía que estaba llegando. Al menos, eso es lo que creo.

martes, 11 de junio de 2019

CAPÍTULO 186: LAS LUCES DEL QUIRÓFANO


-Quique, están encajados… - dice el ginecólogo con cara de pocos amigos – están teniendo bradicardias… hay que sacarlos cuanto antes…

-Déjame entrar, por favor… - ruego mirando el monitor –

-Si no haces nada ni dices nada, entrarás… pero es delicado… - dice mientras coge el teléfono – y tú y yo lo sabemos…

Miro a Malú que está como ida. Como medio inconsciente, supongo que por la fuerza y el cansancio que debe haber acumulado. Sus constantes están bien. Pero los niños están empezando a tener sufrimiento fetal. No se han colocado bien y no pueden salir vía natural. De todas formas, habíamos planeado una cesárea, pero era para dentro de dos semanas, no ahora. Las semanas de gestación no son un problema, el problema es el tiempo que tarden en sacarles. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando pienso en ello. En seguida aparece una camilla, varios auxiliares y todos con cara de pocos amigos. Es una cesárea urgente. Y es una de las cosas peores que pueden pasar para ellos.

Camino detrás de ellos, sin pensar en que no le he dicho nada a Pepi, que se ha quedado fuera sin saber nada. Al entrar a quirófano, me indican donde tengo que cambiarme y asiento. Sé cómo debo entrar adecuadamente vestido. No soy creyente. O muy poco. No lo sé, el caso es que, mientras me visto, en un momento, llevo mi cabeza arriba y pido algo a alguien, no sé a quién, pero pido que todo salga bien.

Corro por el pasillo de quirófano y ya la tienen casi enganchada. La van a dormir entera.

-Anestesia general? – pregunto algo acojonado –

-Quique… - el ginecólogo me mira – sabes que es mejor así – asiento algo contrariado y me acerco a ella. Está con los ojos medio abiertos pero como en otro mundo.

-Jefa… - susurro a su lado poniendo una sonrisa que me cuesta la vida –

-Los niños… - balbucea –

-Todo va a ir bien… ya lo verás… - digo acariciando su cara –

-Quique, tenemos que anestesiar – asiento y me aparto, mirando como su cara se queda mirando al techo –

Resoplo y me voy a un rincón. No me gustan las cesáreas. Cuando me tocó ver alguna, siempre tenía que hacer serios esfuerzos por no desmayarme.

-Lo tienes? – pregunta el ginecólogo algo apurado con la otra ginecóloga enfrente, dirigiéndose al anestesista, que asiente –

-Vamos a hacer todo muy rápido, preparados todos – dice el ginecólogo justo antes de empezar a acceder al útero –

Creo que no soy consciente de la gravedad de todo esto hasta ese momento. Hasta que les veo a todos sudando, acelerados. Me doy la vuelta y apoyo mi cabeza en la pared. Vuelvo a pedir que todo salga bien, pero sigo sin saber a quién. Cuando me giro, la incisión, desde yo lo veo, casi está llegando al útero. Decido quedarme en un rincón con tal de evitar caerme encima de la zona estéril. Veo como los sacan. La impresión es tal que noto como la sangre se me baja a los pies, pero vuelve rápidamente a mi cabeza, evitando que me desmaye. Están algo azulados, más la niña que el niño. Inmediatamente, los pediatras aparecen. No llora. Alejandro no llora. Y yo estoy llorando. Tengo alegría y miedo al mismo tiempo. No me esperaba que el nacimiento fuese así. Me apoyo en la esquina del quirófano y siento como mi corazón se acelera. Escucho el llanto fuerte de Lucía y como su tono va tornándose rosado.

-Tranquilos! – grita el pediatra – vamos pequeñín…

-Tenía dos vueltas de cordón… - dice el ginecólogo sin mirarle, intentando no dejar su tarea a un lado –

Y, de repente, el llanto aparece. Fuerte, agudo. Si mi corazón pudiera emitir más sonido que el de un latido, sería tan agudo como el llanto del niño.

-Están bien Quique… - dicen los pediatras sin mirarme – parece que están bien… - sigo apoyado en la esquina, los oigo pero no soy capaz de moverme –

Nunca he pasado tanto miedo. Los pediatras me miran con cara de circunstancias y una pequeña sonrisa en la cara. Me acerco temeroso a las dos cunas y les veo. La conexión es instantánea y a la vez.

-Van a lavarles y luego comprobamos de nuevo que todo esté bien, a lo mejor hay que dejarlos unos días en la incubadora pero ya lo veremos… la auscultación es muy buena y el estado de los dos también, aunque a Alejandro le haya costado arrancar unos segundos – habla uno de los pediatras y asiento, acariciando a los dos como si fueran a romperse – siempre queremos que se haga piel con piel con la madre pero… - asiento a punto de ponerme a llorar – quieres venir con ellos?

Miro a Malú pero no puedo ver su cara. Una gran lona azul, estéril, me la tapa. Veo su tripa abierta y trago saliva.

-Está bien? – pregunto casi sin saber cómo –

-Si – me responde el cirujano y puedo intuir una sonrisa bajo la mascarilla – tranquilo, ve con ellos que cerramos en seguida.

Asiento y me giro, dispuesto a salir del quirófano. De repente, noto escalofríos… y todo negro.

CAPÍTULO 185: EL MEJOR MOMENTO


8 meses y medio. 8 meses y medio, casi 9… casi 36 semanas de embarazo de mellizos… para qué voy a dar más detalles de cómo me siento. Es como si fuera un globo de estos de la patata caliente que se lo van pasando unos a otros para que no les explote en la cara.

No quería salir de casa, porque tengo los tobillos que no se distinguen en anchura con las rodillas, pero me han convencido. Mi madre y Quique van paseando a mi lado cuando unos periodistas nos interceptan. No necesitaba esto ahora mismo. Intento poner una sonrisa, aunque no me gusta nada que me estén preguntando sobre nombres, fechas y demás. Quique hace un poco como de portavoz e intentamos andar un poco más deprisa hasta que noto un pinchazo. Un pinchazo en el bajo vientre. Consciente que estoy siendo grabada por varias cámaras, me quejo lo menos posible y sigo andando, hasta que vuelve a darme el pinchazo, esta vez más fuerte.

Mi cuerpo se dobla entero, como si fuera una rama pisada.

-Qué pasa? – pregunta Quique agarrándome del brazo –

-Creo que es una contracción… - digo quejándome – Quique, es muy fuerte…

-Hija, tranquila… - mi madre me agarra del otro brazo e intenta que caminemos un poco más, pero no puedo moverme -

Escucho mi nombre por todas partes, noto los micrófonos cerca de mi cara hasta que un grito con voz grave me sorprende.

-Podéis parar de una vez? – escucho a Quique gritar, haciendo que todos se callen – es que no sois conscientes que estáis grabando a una embarazada con contracciones en la maldita calle?

-Tampoco te pongas así porque… - le escucho replicar a uno –

-Me pongo como es normal que me ponga, y creo que todos lo entendéis si tenéis un pelin de empatía… - relaja el tono de voz – cariño, son fuertes? – asiento sin poder ponerme erguida –

Tras unos segundos en los que escucho a Quique, ya algo más relajado hablar con la prensa, noto un líquido caliente caer por mis piernas… tiro de su mano, sabiendo lo que es. No me hace caso, sigue hablando con ellos, igual que mi madre, supongo que intentando que no me graben.

-Quique! – grito – que he roto aguas joder! – exclamo con las piernas temblándome –

-Qué? – le escucho a mi lado –

-Que dejes de hablar con ellos y vayas a por el coche, que no son contracciones… que me duele todo el rato… - digo respirando hondo y echando el aire –

-Pepi… - le escucho hablar casi tartamudeando – que… quédate con ella…

-Quique, llamamos a una ambulancia? – grita mi madre –

-No! – exclamo – en el coche mamá… - le suplico – suficiente espectáculo estoy formando –

-Por favor… - dice mi madre asustada – dejadle sitio… - noto como los periodistas se han apartado un poco pero sé que siguen grabando –

-No puedo estar de pie mamá… - digo amargamente – tengo muchas ganas de empujar… - comienzo a sollozar –

-Ya estoy! – escucho gritar a Quique – Malú, estás bien? – le miro y niego con la cabeza, noto mi cuerpo empapado en sudor –

-No puedo andar… - digo susurrando – solo quiero empujar…

-Llamo a una ambulancia… - dice sacando el móvil –

-Que no! – exclamo – súbeme al coche por dios!

Veo su cara desencajada y como le hace un gesto a Pepi. Me coge en brazos y me mete en el coche, no se bien cómo, en la parte de atrás, donde está mi madre.

-Vale – comienza a conducir – respira hondo y echa todo el aire Malú –

-Qué te crees que estoy haciendo! – exclamo enfadada – esto es culpa tuya! – exclamo con furia – vamos a dar una vuelta dice… - resoplo – y rompo aguas delante de esta gente, inconsciente!

-Malú, para… - me dice mi madre – que Quique también está nervioso…

-Nerviosa estoy yo, que voy a reventar como un globo… - digo apretándole la mano a mi madre – mamá, solo tengo ganas de empujar…

-No empujes! – me grita Quique mientras conduce – no empujes Malú, aguanta un poco por favor…

-Algo no va bien… - digo sollozando – lo sé…

-Todo va bien vale? – dice con voz alterada Quique mientras conduce a toda prisa –

El viaje se hace eterno, aunque estamos muy cerca. Al llegar, escucho como Quique comienza a tocar el claxon del coche al llegar a la puerta del hospital y se baja corriendo.

-Una camilla! – grita – mi mujer está de parto!

La vista se me nubla. Veo a Quique y a mi madre andar al lado de la camilla pero, al pasar la puerta, todo se vuelve negro.

lunes, 3 de octubre de 2016

CAPÍTULO 184: Y FUE UN LABERINTO

Dios, cada vez estoy más cansada. Tengo mi cabeza sobre el regazo de Quique, que acaricia mi pelo constantemente, mientras vemos una película absurda de tiros y más tiros que no hacen otra cosa que provocarme náuseas. En el sofá de al lado, mi hermano, Juliet, Vero, Richard… esto es el camarote de los hermanos Marx. Organizar cenas de amigos en mi estado no puede ser bueno. Después del susto de ayer, parece que todos quieren estar en esta casa y apenas tengo tiempo para mí. Eso me agobia, mucho, pero no puedo decirles que se vayan.

-Ay por favor, qué asco de película… - digo sincera –

-Pero si está genial… - dice Quique –

De repente, noto de nuevo ese dolor que me atraviesa la tripa. Joder. No Malú, no estás de parto. Te lo dijo ayer el médico, es normal, respira hondo, no son contracciones, es muy pronto y…

-Aggg – me quejo de repente dando un respingo –

-Qué pasa? – pregunta Quique asustado –

-Madre mía… - respiro aceleradamente – otra vez… pero… - me incorporo como puedo bajo la atenta mirada de todos – esta vez es más fuerte…

-Pero nena… - Vero se incorpora apurada al verme –

-Creo que son contracciones Quique… me duele… - digo con gesto de dolor ya de pie –

-Vale, tranquilidad… - se incorpora como un resorte – la bolsa… - se pone a dar vueltas sobre sí mismo, una vez más, poniéndome nerviosa – La bolsa Richard! – exclama cogiendo a Richard de la camisa –

-Qué bolsa? – pregunta asustado sin enterarse de nada –

-La bolsa de la ropa pedazo de inútiles! – grita Vero dándome la mano llevándome hasta la puerta –

-Ay dios, que vienen! – exclama Juliet emocionada –

-Que vienen… me cago en la puta… - escucho susurrar a Quique mientras no para de dar vueltas sobre sí mismo – Las llaves del coche cojones!

-Te quieres tranquilizar? – escucho gritar a Vero – qué padre por favor… que estás poniendo negra a Malú.

-Negro me estoy poniendo yo de no encontrar nada en esta casa! – grita -

-Cállate! – si no tuviera este dolor, estaría muerta de risa de verles discutir –

-Hermanita, vamos contigo? – dice Jose sujetándome -

-Si… quieres que te acompañemos cariño? – pregunta Vero dulcemente –

-No, vosotros esperad aquí – ordena Quique tropezándose y agarrándose al perchero. Juliet esboza una pequeña carcajada –

-Mi cuñado lo tiene todo bajo control… - susurra Jose con ironía –

-Os llamo cuando sepamos algo… - Quique me agarra de la mano y salimos de la casa, dejando a media familia pensando que, por fin, van a nacer.


-Mira, yo ya no tengo coronarias para esto… - dice soltando la bolsa en el suelo de la entrada –

-Y qué quieres que haga? Si se mueven y es como si me fuera a salir un alien del ombligo…

-Me voy a traer un ecógrafo del hospital y nos ahorramos estos viajes… - pasamos al salón y allí están todos, esperando –

-Falsa alarma otra vez… - dice Quique dejándose caer en el sofá – he sudado tanto que ni metiéndome en un túnel de lavado se me pasaría…

-Me encanta que te tomes la paternidad de una forma sosegada y tranquila… - le dice mi hermano con cierta sorna –

-Malú, le puedes decir a tu hermano que pare, que no puedo dejar de reirme con su humor? – dice sarcástico –

-Vero, le puedes decir a mi marido que me transmite tanta tranquilidad saber que lo tiene todo bajo control, que quiero parir aquí? – digo sarcástica –

-Nena, pero estás bien? – dice riéndose -

-Si… está todo bien, si no estoy de parto ni nada que se le parezca… - digo restándole importancia – me ha dicho que los niños empiezan a moverse más y que notaré cosas así durante estos dos meses… pero que vaya cuando crea que no es normal…

-Lo que no es normal es este hombre… - mi hermano le señala – que parece que ha parido él.

-No me tontees cuñado, que hoy ya he tenido suficiente… - me levanto del sofá – cada mochuelo a su olivo, mañana será otro día y, seguramente, volveremos al hospital. Descansad, el día será duro – dice con voz seria –

-Sobrinos míos… - Vero se agacha a mi barriga – vuestro padre es gilipollas…

Se hacen una burla que me hace soltar una carcajada. Otro susto más, espero que sea el último.



-Mamá, que puedo llevar los platos yo… si los puedo llevar sobre la barriga, mira… - dice poniéndose uno de ellos sobre ella –

-Tu hija es una mesa, hay que aceptarlo – digo saliendo de la cocina –

-Una mesa es lo que te voy a estampar en la cabeza! – grito –

Salgo de la cocina sonriendo. Me encanta cuando se pone así de borde.

-Eh, super de buen rollo tu mujer eh? – dice Vero con sorna –

-Sabes que siempre está de buen humor… - digo riéndome – Bueno… pues ya está… y ahí aparece la virgen María – digo señalando a Malú, emperrada en llevar algún plato, saliendo de la cocina con su madre –

-Si fuera virgen no estaría así… - señala su barriga –

-Qué es ser virgen mamá? – Se escucha a la pequeña Lucía, dejándonos mudos a todos –

-Nada cariño, cosas de la tita Malú… - le tapa los oídos con ambas manos – podéis moderar el lenguaje? Quiero mantener su inocencia al menos un par de años más…

-Jajajaja – río – bueno… pues a cenar… Pepi, en esta silla estarás más cómoda… - le cedo la mía –

-Es increíble, le hace la pelota a mi madre en vez de a mí… - dice Malú indignada sentándose –

-Como debe ser hija, que a ti ya te tiene muy vista…

Malú lanza una mirada matadora a su madre, que se la devuelve con la misma intensidad. No hay duda, son madre e hija. Y si mi hija se parece a Malú y alguna vez me lanza esa mirada, me cagaré en los pantalones y le dejaré hacer lo que quiera.

Tras la cena, decidimos poner uno de los vídeos de la boda. No los hemos visto enteros, así que todos deciden quedarse. Tengo a Malú sentada a mi lado en el sofá, tapándose la cara cada vez que alguna imagen suya aparece en la pantalla.

-Oye pues fue bonita la boda no? – digo irónico –

-Ay… - se queja poniendo sus manos en su barriga –

-Hija qué pasa? – Pepi se levanta como un resorte –

-Ay… - se queja de nuevo – una patada… - responde –

La miro de reojo y resoplo mirando a los demás, que ponen los ojos en blanco. Nadie vamos a hacer caso a otra falsa alarma parece ser.

-Ay! – exclama –

-Hija! – su madre se pone a su lado –

-Ay que ahora sí… - dice aguantando el dolor – Quique…

-Dime… - digo todo tranquilo, mirando a la pantalla -  

-Que es una contracción, que ahora sí…

-Claro… - digo irónico –

-Pero… - su madre me mira –

-Ay!! – se queja amargamente – Quique por favor! – exclama levantándose del sofá – que te lo juro! –

-Que no se te olvide la bolsa cielo… - contesto mirando la tele –

-Pero qué clase de padre eres tú! – exclama su madre – Pero qué os pasa a vosotros?

Vero esboza una carcajada, al igual que todos.

-Las llaves Pepi… - dice Vero toda tranquila –

-Jose, que es tu hermana, ayúdame a llevarla que está de parto! – exclama –

-Que no está de parto mamá… - dice desganado mirando a la tele –

-Quique! – grita Malú – Ay mamá, la mano, la mano, la mano…

-Aaaaaagggg – grita Pepi – hija por dios, no aprietes tanto!

Oigo la puerta cerrarse y me acomodo en el sofá. Noto como Richard me mira, así que le devuelvo la mirada.

-No está de parto verdad? – pregunta algo preocupado –

-Que no, que es lo mismo que el otro día… - contesto con menos calma que antes -

-Cómo es el dicho ese que tenéis aquí? – se queda pensativo – ese de… a la tercera va la vencida?

Le miro con el ceño fruncido. Los demás me miran algo asustados durante unos segundos. Como un resorte, nos levantamos todos del sofá y vamos hacia la puerta corriendo. La puerta se abre antes de que lleguemos y aparecen Pepi y Malú, con todo el pelo rebolicado, y con una sonrisa avergonzada.

-Se me ha pasado… - dice Malú avergonzada –

-Buah… ni el parto de la burra colega… - susurra frustrada Vero volviendo a entrar al salón –


-Ay que ver eh? – le digo a Malú – menos mal que estaba aquí tu madre… - digo con toda la ironía posible - 

CAPÍTULO 183: Y FUE UN REMOLINO

Estoy gorda, es un hecho. Estar de 7 meses es lo que tiene. Cómo añoro mis vaqueros, ya no me los puedo poner. Y el sueño, que me hacía dormirme por las esquinas en el primer trimestre, ha dado paso a un insomnio mortal cada vez que me acuesto. Cuando me tumbo en la cama, es como si todos mis órganos se apelotonaran en mi garganta. Soy como un globo a punto de explotar. Y Quique ahí, dormido, qué envidia. Ojalá yo estuviera tan tranquila, pero la idea de dar a luz a dos personitas no me hace ni puta gracia, es más, me pone muy nerviosa. Joder, qué incómoda me encuentro. Me revuelvo en la cama, pero no encuentro la postura. Hoy se mueven más de la cuenta. Maldita sea… eso ha sido una contracción? Como cojones sé si es una contracción?

-Ay! – pego un saltito al notar una patada más fuerte de lo normal – hostia… - empiezo a respirar aceleradamente – Quique…

-Mmm… - se queja dormido –

-Quique… - digo asustada – que vienen…

-Que pasen… - murmura todavía dormido –

-Imbécil! Que estoy de parto!

-Qué? – grita incorporándose – cómo de parto?

-Haz algo por favor… - se me cambia la cara al notar otra contracción –

-Vale, respira… respira… - respira como yo, soltando mucho aire – Malú, que estás de 7 meses…  - dice con gesto reflexivo intentando restarle importancia -

-Y yo que quieres que haga? – grito – ahggg… - exclamo de nuevo – llévame a algún sitio por favor… - le suplico –

Se le cambia la cara. Se queda blanco como la pared y con una expresión de pánico que todavía me asusta más.

-Vale… tranquila… - se levanta de la cama, cayéndose al tropezarse con la pata de la cama – me cago en la puta… tranquila…

-Cómo era eso que dijo Marta? Para concentrarse… - me pongo de pie, sujetando con mis manos la tripa -

-Mira un punto fijo… ese cuadro… - habla a toda prisa mientras se viste – descríbelo…

-Es una montaña… - me agarro la barriga con fuerza – ay… - vuelvo a notar un dolor extraño – se ven muchos árboles…

-Eso es, eso es… - se pone la chaqueta sobre el pijama – venga, vamos…

Bajo las escaleras intentando serenarme, pero la respiración agitada de Quique no me deja. Ya en las escaleras, Quique baja a toda prisa, agarrándose a la barandilla al tropezar. Casi se mata.

-Quique por dios, que me estás poniendo muy nerviosa!

-Tú respira… - coge aire y lo suelta aceleradamente – los nervios no… no codnf… - da vueltas sobre si mismo, trabándose, sin poder hablar – no conducen a nada – balbucea abriendo la puerta –

-La bolsa Quique…

-La bolsa… - se da la vuelta a toda prisa buscándola –

-Las llaves…. – respiro intentando tranquilizarme –

-Donde coño están las llaves? – dice desesperado –

-Quique por favor! Que me estás poniendo muy nerviosa!!! – noto otra vez el dolor y le doy un manotazo en el brazo – ay! – exclamo – la mano, la mano, la mano…

Me da la mano y aprieto fuerte.

-Hostia puta!! – grita revolviéndose – Malú, que me rompes la mano!

-Cállate! Es tu culpa!!

-Vero? – le oigo hablar por teléfono mientras sigo apretando su mano – que vienen

-Que viene quién? - escucho como contesta - 

-Los niños, que Malú está de parto! – grita –

-No grites joder! – exhalo desesperada –

-Pero cómo van a venir ya? Si está de 7 meses!! - la oigo gritar - 

-Pues sietemesinos coño! Yo que sé! – exclama –

Le miro un momento y me parece un cuadro de Picasso. Lleva la bolsa colgada del cuello, el móvil sujetado entre su oreja y el hombro y con la chaqueta sobre el pijama. Quién nos vea salir así se va a estar riendo durante años.

-Vamos Malú – me agarra de la mano tras colgar el teléfono –

-Te quieres serenar un segundo? – le grito, me noto sudorosa – te crees que es fácil mover mis kilos más los de ellos después de una contracción?

-Es verdad… - dice acelerado – voy a por una silla… la del despacho, que lleva ruedas…

-Como me saques de aquí con una silla de escritorio es que te juro que te corto los huevos – grito –

Me mira asustado y, por un momento, me da pena. Hasta que viene otra “contracción”.

-La mano, la mano, la mano – grito acelerada –

-Aaaaaaggggg – grita al apretarle – Malú! Que me la rompes! – grita –

-Ya… - respiro hondo – ya… ya está… - digo soltándole –

-Ya? Puedes andar? – me pregunta con el bolso al cuello –

-Ay por favor… - le miro y no puedo evitar reirme – eres un cuadro…

-Un cuadro va a ser como no lleguemos al hospital… - dice nervioso – venga… camina despacio… pasitos cortos…


-Si es que no me haces caso…

-Que si que te hago caso Quique… - entro a casa y dejo la bolsa en el suelo – ya has oído al médico… no tiene nada que ver con el estrés…

-Yo también soy médico y te digo que mejor que te lo tomes con tranquilidad… - veo como mira hacia el salón sorprendido – qué hacéis aquí?

Entro al salón y veo a Vero, Richard, Rose, Juliet, y Lucía allí. Qué es esto?

-Nos hemos venido en cuanto me has llamado Rick… no has dicho a qué clínica íbais - contesta Rose – como Vero tenía llaves pero no cogíais el teléfono…

-Pues falsa alarma… vuelvan a sus casas, la calle es segura… - contesta Quique de broma –

-Pero nena, tú estás bien? – pregunta Vero preocupada –

-Si… - digo avergonzada – el médico ha dicho que es normal que note dolores extraños, pero que hemos hecho bien en ir…

-Pues lo que yo decía, pero como lo dice el marido, no sirve… - dice burlón –

-En fin… que nos quedamos con las ganas de verles las caras todavía… - dice Vero desganada – pues nada… a la cama… y descansa! – me apunta con el dedo – 

jueves, 20 de agosto de 2015

CAPÍTULO 182: CAMBIÓ LA VIDA ENTERA DE COLOR

Ya son 3 meses de embarazo, 3 meses en los que noto como mi cuerpo va cambiando poco a poco y se va amoldando para recibir 2 vidas. No tenía bastante con una, tienen que ser 2. Voy a ponerme como una foca monje. Como una ballena azul. Como un elefante, sobre todo por estos tobillos, que empiezan a hincharse de manera despiadada.

-Pfff… - resoplo al mirarme al espejo – mira qué perfil tengo… parezco Kiko Rivera…

-Igualita… - dice sin mirarme – anda, no digas tonterías cariño… que estás preciosa…

-Si… tú di eso, que de 3 meses y ya se me nota… voy a ser una orca cuando esté de 8 meses…

-Una orca asesina… - dice sin darle importancia –

-Qué ganas tengo de pegarte… - digo indignada dándome la vuelta – ay no! – exclamo mirándome al espejo – Quique!

-Que…. – dice desganado –

-No… esto si que no… - digo indignada mientras me llevo las manos al trasero – se me están cayendo las nalgas!

Me mira alzando una ceja de manera graciosa y se pone las manos en los mofletes, con gesto de sorpresa fingido.

-Qué fatalidad! – grita irónico - Cuando se te caigan al suelo avísame… - dice con voz irónica devolviendo la mirada al libro –

-Mira eh? – le miro hasta con odio – qué poca comprensión… - me meto en la cama de mala gana – apaga la luz que me molesta…

Le escucho suspirar y dejar el libro sobre la mesita. Pasa una mano sobre mi cuerpo, acariciando mi tripa.

-Cómo puedes pensar que se te está cayendo el culo, a ver… - dice con voz tierna – si mi niña está preciosa…

-Ya… - contesto sin ganas – estoy horrible Quique…

-Que no… - me obliga a darme la vuelta – estás embarazada… y mi pequeña es una embarazada preciosa…

-Jo… - mis emociones se van descontrolando por días. Tengo ganas de llorar – cómo voy a quitarme todos estos kilos después?

-Malú, has engordado unos kilos solamente… es lo normal… - comienza a darme besos por el cuello – y no me vuelvas a decir que se te está cayendo el culo, que es imposible… - lleva su mano hacia él y aprieta dulcemente – con lo buena que está mi mami…

Sonrío sin poder evitarlo. Otra cosa que he notado es que las hormonas me hacen estar todavía más salida. Me da apuro hacerlo con mis hijos formándose… pero cómo voy a estar 9 meses sin hacerlo?

La verdad es que hacer el amor embarazada es una experiencia extraña. Por un momento, me he olvidado que tenía dos personas viviendo en mi útero. Aunque es muy diferente, Quique ha sido muy cuidadoso. Qué guapo es, míralo como duerme plácidamente. Y yo aquí estoy despierta… Dios. No puedo dormir… qué calor cojones… Me giro y Quique sigue durmiendo plácidamente. Pero como puede dormir con este calor? Joder… qué hambre… buah, tengo un hambre ahora mismo como si hiciera años que no como… Dios… me apetece algo… salado. Mmmm… salado. No, amargo… ahhhh pepinillos… pepinillos… dios qué ricos… y galletitas saladas. Muy saladas.

-Quique… - le toco suavemente pero ni se inmuta – Quique… - le toco un poco más fuerte pero sigue sin moverse – Quique! – exclamo desesperada –

-Que! – se levanta de golpe asustado – qué pasa?, estás bien? – pregunta alterado –

-No… - me mira interrogante – tengo mucha hambre…

-Qué? – me mira incrédulo – Me despiertas para eso? – vuelve a tumbarse – en la nevera hay de todo…

-Quique! Que quiero pepinillos y no hay! – digo indignada –

Se vuelve hacia mí mirándome con cara sorprendida.
-Pepinillos… - alza una ceja – pepinillos, Malú… - se mira el reloj – las 3 de la mañana y quieres pepinillos…

-Si… - contesto avergonzada – en vinagre… - me relamo los labios y me cojo las manos con gesto de caérseme la baba - Dios! Están riquísimos… y galletitas saladas, de estas pequeñitas, con forma de pececito…

-No me lo puedo creer… - vuelve a acostarse – anda, duérmete cariño…

-Quique!! – exclamo – te estoy diciendo que tengo hambre y quiero pepinillos y galletas saladas!

-Y qué quieres que haga? Que los pinte? – se reincorpora indignado –

-No… - bajo la cabeza avergonzada – pero si tu pudieras… ir… a comprarlos…

Me mira alzando las cejas.

-A ver si lo he entendido… - carraspea – quieres que, a las 3 de la mañana, vaya a buscar pepinillos en vinagre… y galletitas saladas en forma de pez – me mira con gesto irónico y excéptico -

-Si… - contesto avergonzada – por favor… - pongo mi cara de cuando quiero chantajearle – hazlo por tus hijos…

-Por mis hijos… - contesta irónico –

-Por favor… no puedo dormir Quique… vas a dejar que tu mujer y la madre de tus hijos no duerma porque tiene hambre? – le miro haciéndole ojitos y me mira incrédulo hasta que resopla -

-La madre que te parió Malú… - se levanta de la cama resoplando –

-Ay por dios! Qué hombre tengo más bueno! – grito –

-Que no grites! – me mira poniéndose los pantalones – las 3 de la mañana… y voy a comprarle pepinillos a mi mujer… es que soy el mayor calzonazos de este mundo…

-Jajajajajaja! – estallo en una carcajada hasta que veo la forma que tiene de mirarme y decido callarme – ay cariño… no te enfades…

-Que no me enfade… - se pone la chaqueta – me puedes explicar donde compro pepinillos a las 3 de la mañana? – reprimo una carcajada, está tan gracioso así de indignado – en fin… - abre la puerta – si no vuelvo, recuerda que fue por hacerte feliz…

-Jajajajajajaja! No te olvides de las galletitas saladas!!

Qué poder tengo. Me tumbo y abro las piernas y los brazos, totalmente encantada. Pepinillos… dios… qué ricos…



-Pero seguro que no tiene? No puede mirarlo en el almacén?

-Y dale… pero señor, que ya le he dicho que en esta gasolinera no tenemos pepinillos hombre! – el dependiente se mete en el cuarto de estar y me deja allí plantado –

Salgo de la gasolinera y arranco el coche. Ya llevo 3 gasolineras que no tienen pepinillos. Pero en qué mundo vivimos? En un mundo injusto, sin duda. Las 4 y media de la mañana y como vuelva a casa sin esto, estoy muerto. Conduzco de nuevo hacia casa, resignado, muerto de sueño, hasta que veo una tienda 24 horas abierta. Dios! Seguro que aquí tienen. Aparco y salgo a toda prisa.

-Hola, buenas noches!

Veo la cara de susto de la dependienta. Quizá he entrado demasiado rápido.

-Tiene pepinillos?

-Eh… - la dependienta me mira asustada – no me haga nada por favor…

-Qué? – pregunto sorprendido – no no… verá… buscaba pepinillos en vinagre… - la dependienta sigue mirándome asustada – antojo de mi mujer… se lo aseguro…

-Segundo pasillo a la izquierda… - responde todavía cariacontecida –

-Gracias…

Camino por el pasillo hasta que veo ese bote de pepinillos alzarse en la estantería. Me parece hasta verlo envuelto en una luz blanca mientras suena una música celestial de fondo. Agarro el bote y me dirijo a la dependienta.

-Algo más? – la dependienta ha cambiado el gesto de susto a broma –

-Galletitas saladas en forma de pez, tenéis?…

Llego a casa hinchado como un pavo. Voy a quedar como el mejor marido y padre del mundo. Me imagino su cara cuando suba a la habitación y vea el bote. Y la bolsa llena de galletas saladas. Me comerá a besos después de comerse el bote entero de una sentada.


Subo las escaleras imaginándome una banda sonora de fondo de estas épicas. Abro la puerta con ese bote y esas bolsitas y ahí está ella. La cabrona de mi mujer, durmiendo espatarrada en mi parte de la cama. Dudo un instante si despertarla o no. Hija de su madre. Despertarla… no, no quiero morir. Resoplo resignado. Hace conmigo lo que quiere. Lo mejor de todo es que soy feliz. Debo ser algo así como un masoquista. Dejo lo que he comprado en su mesita de noche y me acuesto en su lado de la cama, intentando no despertarla. Creo que no podría hacerlo ni la tercera guerra mundial ahora mismo. Malú embarazada es peor de lo que pensaba.