miércoles, 3 de julio de 2019

EPÍLOGO: VUELVO A VERTE OTRA VEZ


Abro los ojos y me encuentro un ambiente blanco impoluto alrededor. Miro alrededor y no veo nada, solo, a lo lejos, algo que no sé lo que es.

Camino sin entender nada, no sé por qué lo estoy haciendo. Dónde estoy?

Conforme voy caminando, voy viendo palmeras. Qué hacen aquí palmeras? Por qué hay aquí palmeras? Mi ceño fruncido se convierte en sorpresa cuando reconozco el lugar. Me miro las manos. No están arrugadas. Se oyen como muchos ecos, como si el espacio no fuera abierto, sino con paredes que provocasen el eco. Camino por la orilla, creía que había olvidado aquel lugar, pero sé perfectamente donde está todo. Dónde estaba el agua que encontramos. Todo.

Unas manos tapan mis ojos y doy un pequeño grito de susto y escucha una risa a la espalda. La risa la conozco. La conozco desde hace más de 50 años. Me doy la vuelta rápidamente y allí está, con el aspecto de cuando nos conocimos, con una amplia sonrisa y un gesto un tanto emocionado.

No puedo evitar abrazarme fuerte a su cuello, como aquella vez que desapareció y volvió. Yo pensaba que había muerto, que el mar se lo había tragado, pero, de repente, apareció. Como ahora. No me cuadra nada, solo sé que no quiero soltarme.

-Calma jefa… - dice casi riéndose – tanto me has echado de menos?

Le miro y me planta un beso que me deja descolocada. Me cuelgo de su cuello, olvidándome un poco de lo surrealista de la situación. Estoy soñando? Qué es esto?

-No entiendes nada verdad? – dice acariciándome la cara mientras niego con la cabeza – hemos vuelto a donde nos conocimos… - frunzo el ceño mirando alrededor –

-Qué es esto Quique? – acierto a decir –

-No me llamabas Rick? – responde con media sonrisa burlona –

Me coge de la mano y comenzamos a caminar por la orilla. Puedo sentir el agua, la arena… pero una idea me aterra… estamos muertos?

-Si, lo estamos… - responde Quique sonriendo –

-Cómo sabes…? – me corta, sin dejarme terminar –

-Cuando aparecí aquí, me hice las mismas preguntas que tú… - hace que me siente con él en la orilla – luego, de repente, aparecí en otro lugar y mis padres me explicaron qué había pasado…

Le miro instantáneamente.

-Tus padres? – digo sin todavía creerme lo que estoy oyendo –

-Eres una cabezona… - niega con la cabeza – mira que siempre decías que si yo me moría antes, te morirías poco después… - sonríe – y vas y lo cumples… - debo estar mirándole con tal cara de terror que suelta una carcajada y me lleva hacia las rocas – cierra los ojos y piensa un sitio donde quieras volver a estar…

Me agarra las manos y no entiendo nada, pero le hago caso. No puedo evitar pensar en el momento en el que Quique vino a casa después de que nos rescatasen. Cuando abro los ojos, estoy en mi casa.

-Hostias! – exclamo tapándome la boca al verme a mí misma, hace más de 50 años, abrir la puerta, seguida de Quique y mis perras –

-Jajajajajaja! – Quique se ríe a mi lado casi arrodillándose – sabes que fue el sitio que yo pensé primero?

Le miro a él y nos veo de fondo. Miro alrededor, como autoconvenciéndome de que no es un sueño. Todo es exactamente igual a como lo recuerdo, a como Quique lo escribió en su cuaderno.

-Ya no tendrás que leer ese cuaderno… - le miro sorprendida – ahora puedes ir al recuerdo que quieras… - hace una pausa y me agarra de la cintura – conmigo si quieres…

Esbozo una pequeña sonrisa y no puedo evitar besarle. El beso es real, pero, al mismo tiempo, nuestros yo del pasado esperan a quedarse solos para que ocurra. Nos separamos un segundo, sin soltarnos las manos.

-Ahora es cuando él la besa… - dice susurrando –

Suelto una carcajada al verme mirando atentamente a través de la puerta de la cocina de la que fue mi casa.

-No estamos soñando ni nada de eso no? – digo mirándole y me niega con la cabeza –

-El destino no puede soñarse, jefa… - dice mirando hacia la cocina y haciéndome un gesto para que mire. Nos estamos besando. No puedo evitar sonreir – y este era el nuestro.

Le miro y aprieto más su mano. Ahora una sonrisa se ha instaurado en mi cara… pero, de repente, recuerdo a mis hijos y se me hace un nudo en la garganta.

-Los niños Quique… - digo preocupada –

-Quieres ver como tu marido se metió una hostia contra el suelo nada más nacer tus hijos? – suelto una carcajada – cierra los ojos – le hago caso – que sepas que, a partir de ahora, podremos hacer esto siempre que quieras – noto como besa sutilmente mis labios –

Sonrío sin abrir los ojos. Lo acabo de entender. Todos nuestros recuerdos están en un lugar donde estamos los dos. No sé si el cielo, el infierno seguro que no. Quizá somos energías que van juntas. Y, lo mejor de todo, es que así va a ser siempre. Definitivamente, este era nuestro destino.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

-Bueno… - suspira Alejandro tras esparcir las cenizas por la borda – pues ya está… los dos en el mar, como querían…

Un nudo en la garganta aparece y no consigo bajarlo. Al mismo tiempo, la piel se me eriza, siento el olor de mamá y papá mezclados. Miro a mis hijos, a mis sobrinos, a mi hermano… a todos… ninguno entendemos nada, pero nos acaba de pasar lo mismo por sus caras.

-Has sentido eso? – pregunto ingenua –

-Si… - sonríe mi hermano algo emocionado – parece que ya están juntos otra vez…

Sonrío y no puedo evitar reírme nerviosa. Miro hacia arriba, como si estuvieran allí, aunque, en realidad, no creo que estén allí, creo que siempre estarán donde estemos nosotros. Siempre dijeron eso. Que su destino era estar juntos. Quizá ahora su destino sea estar siempre con nosotros y encontrarnos en algún momento. Su destino, el mío, el de mi hermano, el de nuestra familia. Nuestro destino.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario