Tras un viaje que no se me ha hecho demasiado largo, llegamos
a mi casa. He cazado a Malú, vamos a ver a Alex y Marta. Ha intentado que no la
pillase… pero llevando el cachorrito para ellos, era difícil no caer en la
cuenta. A cargo del resto del zoo que tenemos en casa se ha quedado Vero,
encantada por otra parte. Cada vez que vuelvo a casa y Malú me acompaña, siento
una sensación extrañísima. Es como si todas esas calles, todas esas casas,
todos esos lugares, no hubieran tenido la importancia que ahora tienen. Ir con
ella hace que todo lo que pise se convierta en especial.
Al entrar en casa, la pequeña Dharma casi se me lanza a los
brazos de un salto. Malú ríe a mi espalda.
-Hombre, mi hermano favorito! – exclama mi hermana
abrazándose a mí –
-No tienes otro… - digo divertido –
-Felicidades brother… - me da un sonoro beso en la mejilla -
-Feliz cumpleaños cariño… - mi madre se abraza a mí e,
instantes después, a Malú, de manera muy cariñosa – Hola hija…
-Hola Carmen –contesta Malú sonriente –
-Y papá?
-Está en la cocina… ya sabes que le encanta cocinar cuando
viene alguien… - mi madre mira tiernamente a Malú –
-Buah, y está haciendo paella, como si lo viera… - pongo cara
de felicidad absoluta –
-Efectivamente – dice mi hermana entrado al salón –
-Hombre, si está aquí mi chico! – mi padre sale con su
delantal puesto – Feliz cumpleaños! – exclama y se abraza a mí, dándome
golpecitos en la espalda – hola hija – da dos besos a Malú –
-Hola Martín – sonríe –
-Pasad al salón, esto está casi ya…
Ahora entiendo de dónde ha heredado Quique esa habilidad para
cocinar. Qué paella tan rica, está justo en su punto. Sus padres siempre me
reciben con los brazos abiertos, no me hacen sentirme una extraña, cosa que
agradezco… en otras ocasiones me he sentido observada, pero en esta familia
parece que llevan la normalidad hasta tal punto que ni parece que sepan a lo
que me dedico.
-Bueno, tocan los regalitos… - su hermana se levanta como un
resorte de la mesa –
-Primero es la tarta! – grita su madre, haciéndome reir –
esta cría…
-Bueno, pues voy a por la tarta… que no cunda el pánico… - su
hermana se dirige a la cocina, saliendo con la tarta preparada – cumpleaños
feliz…
Comienza a cantar y le seguimos irremediablemente. La cara de
Quique me hace gracia, hasta con su familia se avergüenza en situaciones así.
Es tan mono. Sopla las velas enérgicamente mientras su madre no para de hacerle
fotos, es como yo. Me río sin querer.
-Mamá! – se queja señalándome – no me hagas lo mismo que
cuando tenía 15 años que ya no pega…
-Como que no pega? Deja que tu madre sea feliz, que luego veo
las fotos estas y me encantan…
-Di que sí Carmen, ayer le hice fotos yo también, es un
momento bonito…
-Ay, enséñamelas!
Quique pone los ojos en blanco y resopla. No le gustan las
fotos en las que sale él solo. Mientras parte la tarta, le enseño una a una las
instantáneas que le hice ayer a Quique, hasta que sale una en la que nos
estamos besando…
-Vaya… - su madre carraspea –
-Emm… - noto como el rubor sube por mis mejillas –
-Qué pasa? – dice Quique mirándome –
-Seguro que ha visto una foto que no debía… - dice su hermana
riéndose – siempre hace lo mismo… se pone como una loca a pasarlas y claro…
-Tú a callar! – ordena su madre – toma hija – me entrega el
móvil – luego me pasas por whatsapp las que pueda ver… - dice riendo –
Qué pillada más grande. Joder, creo que todavía estoy
colorada. Pero la reacción de su madre ha sido tan… joder, por qué son tan
normales? No me hacen sentir incómoda en ningún momento, es genial.
-Entonces ya tenéis a todos los cachorritos colocados no? –
dice su padre –
-Si… - contesta Quique mientras come tarta como si le fuera
la vida en ello –
-Nos lo dijo, pero con Dharma creo que es suficiente…
-Es lógico… yo es que estoy un poco loca… mi casa se ha
convertido en un zoo… - escucho a su hermana reírse –
-Eso es porque está mi hermano, no por los perritos…
-Eres taaaan simpática hermanita… - le lanza una mierda
mortífera -
-Esa ha sido buena… - digo riendo –
-Eh! No te alíes con ella… - dice fingiendo enfado – lo que
me faltaba vamos…
-Perdona Quiquín, pero yo me alío con mi cuñada cuando
quiera… - suelta su hermana –
-Quiquín? – digo riendo – eso no me lo habías dicho…
-Dios… - resopla poniendo los ojos en blanco –
-Vale, ahora que estamos en el coche, me puedes decir a dónde
vamos? – digo desesperado –
-Tú conduce a casa de tu amiga Elena… - abro los ojos de par
en par –
-Vamos con mis amigos? – digo ilusionado – Pensaba que solo
veríamos a Alex y Marta…
-Es otra de mis sorpresas… - dice con tono chulesco – te
llevaría yo, pero mira… - me enseña un mapa – he contado 18 rotondas… me pierdo
seguro…
-Jajajajaja! – estallo en una carcajada – eres… - paso mi
brazo por sus hombros, atrayéndola hacia mí – te quiero jefa…
-Anda anda… - se zafa de mis brazos – dale caña que llegamos
tarde, tus amigos me están cosiendo a whatsapps…
Pongo cara de incredulidad. Resulta que habla con mis amigos
por whatsapp. Pero esto en qué momento ha ocurrido? En qué momento esta mujer
ha conseguido que no pueda quitar la sonrisa de la cara?
Llegamos a la casa, un chalet a las afueras, de dos plantas.
Es de los padres de Elena, pero ellos decidieron vivir en la ciudad, por lo que
Elena se quedó con la casa. Al entrar, una sonriente Elena, acompañada de Luis,
su chico, nos recibe.
-Qué pasa? Es que es el cumpleaños de alguien? – dice
riéndose –
-Jajajaja! Qué pasa Helen! – me abrazo a ella – Hola Luis…
Los dos me felicitan y se quedan mirando un poco avergonzados
a Malú, que sonríe un tanto avergonzada también. Tras las presentaciones de
rigor, pasamos a la zona de la barbacoa. Pensaba que no había nadie todavía,
pero me equivocaba, me estaban esperando. A lo cumpleaños de niño de 5 años, la
zona de la barbacoa está llena de globos.
-Qué gilipollas sois… - río avergonzado –
-Oh dios mío! Ha venido a vernos Spiderman! Cierren sus
ventanas! – bromea Alex –
Alex es así. Puede pasar algo bastante grave que, si
afortunadamente no pasa nada, al poco tiempo bromea sobre ella. Todos me
felicitan y les presento, uno a uno a Malú. Me parece todo un tanto
surrealista, aunque creo que no tanto como les debe parecer a ellos. Parecen
tenerlo todo preparado. Tan exagerados como siempre, kilos y kilos de carne se
agolpan junto a la barbacoa.
-Todo eso nos vamos a comer? – digo excéptico, señalando a la
carne –
-Y porque éstas nos han frenado – indica Juan – yo veo poca
comida…
-Me he casado con Homer Simpson y esto es así – dice Mónica –
Entre risas, los chicos nos hacemos con el control de la
barbacoa. Mientras tanto, las chicas, incluída Malú, que parece llevarse a las
mil maravillas con Marta, esperan sentadas en la mesa.
-Bueno qué? No nos vas a contar nada? – pregunta Juan –
-De qué? – me hago el loco –
-Coño… de qué va a ser? - exclama – que sepas que llevamos
varios días hablando con tu jefa por whatsapp organizando esto…
-Ya hablaremos de eso… - digo con tono ofendido – que habláis
más con ella que conmigo…
-Es una tía muy maja – dice Javi – tenías que haber visto a
Laura… - carraspea – ahhhh, que estoy hablando con Malú! – imita la voz de su
novia –
-Jajajaja! Qué gilipollas sois… - niego con la cabeza –
Me siento un poco rara rodeada de tanta gente que no conozco.
Siempre he sido tímida para estas cosas, estoy haciendo el esfuerzo por él,
porque se merece que haga esto. Sé la ilusión que le hace ver a todos sus
amigos reunidos, y yo no podía faltar a esto.
Marta se afana en intentar que me sienta cómoda. Entiendo que
Alex y ella sean los mejores amigos de Quique, es lógico, se parecen muchísimo
en el carácter. En realidad, todos sus amigos parecen estar cortados por el
mismo rasero. Simpáticos, amables, ocurrentes… y normales, sobre todo normales.
-Bueno, tenemos otra fumadora más en el grupo – exclama Marta
mirándome – bienvenida, aunque, en mi caso, por poco tiempo… - sonrío –
-Es que no se como te enganchaste otra vez después de tener a
Rocío… - Laura niega con la cabeza –
-Tú es que como todavía no te has animado con Javi, no sabes
lo que son las noches en las que un niño llora sin razón ninguna… - resopla –
estrés total…
-Exagerada… - contesta Mónica – Paco! Me cago en… - se
levanta de la silla – suelta eso, cuántas veces te he dicho que lo del suelo es
caca?
Mónica y Juan tienen un niño de 3 años, Paco. Sonrío al
escuchar su nombre y, por un momento, me acuerdo de mi tío. Intento borrar ese
recuerdo triste, hoy es un día para celebrar y conocer gente nueva.
-Yo no puedo dejar de fumar todavía… - digo convencida – lo
tengo en mente pero…
-Mucho estrés nena – dice Marta de forma amistosa – si yo
tuviera que cantar delante de miles de personas… no me fumaría lo que tu te
fumas… me fumaría 7 paquetes diarios…
-Jajajajaja! – estallo en una carcajada – no es para tanto…
-Madre mía… - Sandra niega con la cabeza – y la semana que
viene…
-Ufff… - suspiro – es mejor no pensarlo… entonces si que me
fumo 7 paquetes…
Todas ríen. Creo que, en algún momento, me están mirando como
la famosa que canta, pero son pocos esos momentos. Es normal por otra parte, no
me ofende ni me hace sentirme insegura. Comenzamos a hablar de varios temas que
no tienen nada que ver con mi trabajo, lo que me hace sentirme totalmente
cómoda definitivamente. Nos enzarzamos en una conversación divertida, me están
contando anécdotas de Quique, de cuando era más joven, cuando estudiaban.
-Y os acordáis cuando Quique y yo nos desmayamos en el
quirófano? – dice Marta muerta de la risa –
-Se desmayó? – pregunto perpleja –
-Eh, qué estáis hablando? – Quique aparece ante nosotras –
-Le estamos contando la primera vez que entraste en un
quirófano… - contesta Laura, descojonándose –
-Eh – alza la mano – esas cosas no se cuentan…
-Cuéntalo tú por favor… - ruega Marta – lo cuenta super bien
– dice mirándome –
-Joder… hace 10 años de eso y siempre acabamos hablando de lo
mismo… - se sienta en una de las sillas a mi lado – a ver… ponte en situación
vale? – dice mirándome – 20 años, unas ganas tremendas de ver algo nuevo, de lo
que sale en las series de televisión… y nos dicen que podemos entrar a
quirófano en las prácticas… y claro…
-Qué pintas teníamos vestidos de verde… - Marta niega con la
cabeza – se notaba a la legua que no lo habíamos hecho nunca…
-Total, que entramos esta y yo al quirófano… y lo primero que
nos dicen las enfermeras: No os acerquéis a la zona verde… y claro, uno se
siente fuera de lugar… nos quedamos en un rincón ahí, los dos, mirándonos así…
- pone cara graciosa mirando a Marta –
-Joder… es que fue buenísimo… - Marta se seca las lágrimas –
-Y entonces uno de los cirujanos nos dice, lavaros, que vais
a ayudarme… y claro… ahí pasa toda tu vida ante tus ojos… y yo ya notaba que me
estaban entrando unos calores que no eran normales… y cuando nos pusimos la
mascarilla… - no paran de reir – respirar ese aire caliente, que parece que la
vas a palmar de un momento a otro… pues claro… en fin, que nos hacen sitio y
nosotros con los brazos en alto, como si fuéramos gilipollas…
-Y el tío en la camilla, con la tripa abierta… - dice Marta
poniéndose una mano en la cara –
-Qué asco… - exclamo sin querer –
-Efectivamente, eso pensé yo, pero claro, yo tenía que
aguantar el tipo… pero miraba de reojo a Marta que se estaba poniendo de todos
los colores… - se ríe – hasta que escucho… hostia que mareo… y se aparta y la
muy hija de su madre se desmaya.
-Eh! No me insultes! – Marta le da un manotazo –
-Yo no me hubiera desmayado si no te veo ahí tirada… pero
claro… la veo ahí y yo empecé a sudar… a ver lucecitas… a escuchar un pitido… y
pum, al suelo…
-Jajajajajajaja! – Laura se descojona – me acuerdo de cuando
nos lo contaron… fuimos a ver qué había pasado y estaban los dos, cada uno en
un sillón, blancos como la pared, haciéndose aire…
-El cirujano todavía se está riendo… qué vergüenza… - Quique
se tapa la cara – ala, ahora os reís de otro que yo ya he contado mi mejor
anécdota…
-De eso nada… - dice Sandra – la mejor de todas es la que te
pasó en las prácticas de Ginecología…
-Ah no, eso no lo cuento… - intenta levantarse –
-Quieto ahí – le ordeno – estas cosas no me las cuentas
nunca, así que venga…
-Joder… - reniega ante las risas de las chicas – es
denigrante esa anécdota…
-Va, la cuento yo – se adelanta Marta – Quique ahora es un
tío que está muy bien y tal…
-Algo he notado, sí… - digo irónicamente –
-Jajajaja! – se ríen – bueno, pues así de jovencito, también
era guapete… y claro, pues las mujeres que entraban a la consulta del
ginecólogo y se encontraban con él… pues a las más jóvenes les daba vergüenza…
pero había maduritas… que vaya tela…
-Es que todas las cosas embarazosas que me han pasado han
sido contigo… - dice Quique a Marta – eres mi mano negra…
Estallamos en una carcajada. Marta casi se cae de la silla.
Secándose las lágrimas, sigue con el relato.
-Es que es verdad, estaba con él ese día… - dice riéndose –
total, que entró una mujer así… de unos 50… que venía a hacerse una revisión… y
el médico, que era un poco cabrón…
-Mucho… - interviene Quique –
-Pues dijo, mire, le va a explorar mi compañero… y si lo ves…
blanco como la pared, con el ecógrafo de estos… vaginal… en la mano. Y la
mujer, sonriente, se abre de piernas y ale, ni más feliz estaba la tía.
-Yo no lo he pasado tan mal en mi vida…
-Y Quique, pues lo hizo ahí… suave… - reprime una carcajada –
y la tía, ni corta ni perezosa, va y suelta, ay nene, qué bien lo haces…
Estallo en una carcajada bajo la seria mirada de Quique, que
mira a las demás totalmente indignado.
-Mira, yo estaba con las gafas empañadas de la risa… -
confiesa Marta – la tía no paraba de decir cosas de ese estilo… y Quique
sudando, rojo como un tomate…
-Ayy… - sufro un ataque de ternura – pobrecito mi chico, que
le acosan las maduritas…
-Ahí decidí que no sería ginecólogo… hay señoras muy salidas…
-Esa mujer luego se tocó pensando en ti, que lo sepas… -
suelta Sandra –
-Dios… - exclama Quique con cara de asco, mientras las demás
reimos con ganas –
Tras varias anécdotas más, la cena comienza. He conocido otra
cosa sobre Quique, tiene mucha correa, no se cabrea cuando la gente le recuerda
cosas que pueden avergonzarle. Es bueno hasta para eso.
-Jajajajajajajaja! – no puedo parar de reir al entrar a su
casa -
-Schhhh! – pone su dedo en mi boca – no grite usted señorita
Sánchez, que tengo vecinos…
-Mphhh – reprimo una carcajada – vale…. – intento serenarme,
pero vuelve a mirarme con esa cara tan graciosa – jajajajajajaja! – me dejo
caer en el sofá – ay… no puedo reirme más… me duele la tripa…
-Yo le curo la tripa señorita Sanchez… - comienza a dejar
besos por mi barriga –
-Mmm… - gimo sin querer – ven aquí… - abro mis brazos y le
recibo sobre mí – qué bien me lo he pasado…
-Sí? – alza su cabeza, sonriente – pues yo ni te digo…
-Son geniales tus amigos… me he sentido super bien… - digo sincera
–
-Tú no sabes lo que has hecho hoy… - posa su cabeza en mi
pecho – no sabes lo feliz que me has hecho…
-No te pongas tontorrón que ya sabes lo llorona que soy… - le
ruego –
-Eres lo mejor que me ha pasado… - comienza a dejar besos por
mi cuello – este cumpleaños no se me va a olvidar en la vida… - sigue besando
mi cuello –
-Quique… - me río tímidamente –
-Me encanta escuchar esa risa… - se apoya en sus brazos,
mirándome –
Nos quedamos mirándonos unos segundos. Cada vez que hace eso,
no puedo evitar que salga una sonrisa en mi cara de ver la cara que pone.
Mirarnos a los ojos es algo que ponemos mucho en práctica. Dicen que a veces se
dicen muchas más cosas con la mirada que con palabras. En el caso de Quique es
que encima coincide lo que dice con lo que transmite cuando me mira. Me da
vértigo repasar todas las cosas que nos han pasado en estos 6 meses, es como si todas esas cosas formasen
parte de un guión, como si alguien las hubiera puesto ahí para que me enamorase
irremediablemente de la forma en la que me he enamorado.
-Qué piensas? – frunce el ceño –
Sonrío. Acaricio su rostro con suma delicadeza. Me mira
tiernamente y hace lo mismo. Me da un beso en los labios corto, que me sabe a
poco, y se levanta del sofá para, acto seguido, cogerme en brazos. Paso mis
manos por su cuello mientras camina hacia su habitación, me deja sobre la cama,
tumbándose a mi lado. Volvemos a mirarnos justo antes de comenzar a besarnos. Pasa
sus manos por debajo de mi camiseta, dispuesto a desvestirme una vez más. Poco
tiempo tarda en hacerlo, aunque alargamos las caricias y los arrumacos más de
lo normal. Mientras lo hacemos, no deja de mirarme, solo lo hace cuando hunde
su cara en mi cuello para besarme, o cuando junta sus labios con los míos. Me
encanta cuando lo hacemos así, tan suave, tan sin ninguna prisa. A veces nos
puede la pasión, cosa que también me encanta, pero cuando vamos lentamente
pasando por todos los pasos, uno a uno, me vuelve loca.
Se tumba totalmente sobre mí, con sus piernas entre las mías,
que le acogen de nuevo pero, esta vez, sin otra pretensión que no sea
descansar. Posa su cabeza en mi pecho desnudo. Noto el sudor de los dos
mezclándose, igual que nuestras respiraciones. Vuelve a reptar por mi cuerpo
para dejar dulces besos por mi cuello, besos que me hacen sonreir sin descanso.
El rato que pasamos así, sin movernos, sin decir nada, me parece alucinante.
Creo que nunca me había pasado el poder tirarme tanto rato con esos arrumacos
después de haberlo hecho.
Vuelve a quedarse mirándome como en el sofá, como tantas
otras veces. Bajo la cabeza sonriente, a veces me da hasta vergüenza como me
mira. Se echa a un lado, pasando la sábana y la manta por encima de nosotros, y
vuelve a posar su cabeza en mi pecho. Tan solo dura un segundo así, porque se
incorpora y me besa en la mejilla derecha, dirigiéndose a mi oreja.
-Te quiero jefa… - susurra en voz baja –
-Y yo a ti… - contesto sonriente con un ligero tono de
emoción –
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