-Eh eh, dónde va usted señorita Sánchez? – noto como me
agarra del brazo justo cuando voy a entrar a la habitación – la novia no puede
entrar andando a la habitación en su noche de bodas… - sonríe irónicamente –
-Querrás decir, señora de Valverde… - digo con tono chulesco
–
-Qué bien suena eso… - se acerca a mí sonriendo –
-Sigues un poco borracho… - sonrío tímidamente -
-Ven aquí…
De un movimiento, me agarra por la espalda y las piernas y me
coge en brazos. Suelto un gritito de emoción y
me pongo a reirme como si estuviera loca. Abre la puerta con el pie y,
al pasar adentro, la cierra con la misma pierna. Sin soltarme y no sé cómo,
consigue poner la tarjeta en la cerradura. Camina conmigo en brazos y me quedo
sorprendida al ver la habitación. Un hotel a la orilla del mar, un mar al que
me encantaba ir de pequeña. La habitación decorada con mis flores favoritas y,
en la cama, un montón de pétalos de color rojo y blanco.
-Vaya… - noto como está sorprendido - la han decorado justo
como les dije… - dice sin soltarme –
Camina conmigo en brazos hasta el borde de la cama. Me deja
suavemente sobre ella y se va tumbando poco a poco sobre mí mientras nos
besamos. Mi vestido no es que me haga mucha falta ahora mismo, es más, me da
muchísimo calor. Se incorpora lentamente sin dejar de mirarme y me hace
levantarme de la cama. Sin decir nada, hace que le dé la espalda y va bajando
la cremallera de mi vestido poco a poco, dejando tiernos besos por mi cuello y
mis hombros.
-Creo que hoy has batido el récord… - dice en voz baja –
-De qué? – contesto tímida –
-De belleza… - me río avergonzada – no creo que haya una
novia más preciosa que tú…
-Pelota… - contesto riéndome –
Noto como mi vestido se desliza por mi cuerpo hacia el suelo.
Me da hasta pena quitármelo… es tan bonito… Una vez en el suelo, no coge
cuidadosamente, dejándolo sobre una silla. Ya habrá tiempo mañana de guardarlo
como si fuera oro.
-No te muerdas el labio… - dice con voz ronca –
No me he dado cuenta… es un gesto que parece ponerle
nervioso. Sonrío mirando al suelo y, alzando la vista hacia él, vuelvo a
hacerlo. Resopla acercándose a mí.
-No – habla lentamente – te muerdas – se quita la chaqueta –
el labio…
-En el fondo te gusta que lo haga… - digo con tono sugerente –
Sin dejarme decir nada más, me agarra por la cintura,
poniendo una mano en mis nalgas y me levanta de nuevo del suelo para dejarme
sobre la cama, con él encima. Comenzamos a besarnos cada vez con más
desesperación. La verdad es que ha sido el día perfecto, pero no podía evitar
pensar en cómo sería la noche de bodas. Qué tontería, con la de noches que
hemos pasado juntos, pero no podía evitar pensar en lo importante que era esta
noche. Y, para qué negarlo, le miraba con ese traje tan elegante y que le hace
estar todavía más bueno, y tenía que pensar en otra cosa para no perder la
cabeza.
A mi mente viene ese increíble discurso que ha soltado,
delante de más de 600 personas, en el que me ha demostrado con palabras lo que
ya sabía. Me quiere. Más de lo que me ha querido nadie, eso seguro.
-Ese vestido te sentaba muy bien… - susurra pegado a mi oreja
– pero desnuda me gustas más…
-A ti te sobra ropa, no crees? – pongo una mano en su pecho,
separándole un poco de mí –
Se abre de brazos sonriendo, esperando a que le quite la ropa
supongo. Le quito la corbata despacio y, después, botón a botón, la camisa.
Recuerdo la primera vez que vi su torso desnudo, en la isla. Me pareció
perfecto, justo lo que me parece ahora. Su mirada llena de dulzura me traspasa,
más aún cuando, con su mano derecha, acaricia suavemente mi mejilla. Tengo
hasta ganas de llorar cuando se pone así de tierno. Desabrocho su cinturón y,
después, el botón y la cremallera del pantalón. Pocos segundos después, ya
estamos los dos desnudos, arrodillados en la cama, envueltos en pétalos.
Volvemos a comenzar a besarnos y me recuesto lentamente, incitándole a que lo
haga sobre mí.
Mientras me besa, nuestros cuerpos se rozan como siempre… o
como nunca, no sabría cómo describirlo. Me agarro a su espalda cuando sus
labios rozan mis pechos para dejar paso a su lengua, que se pasea por ellos con
total libertad. Vuelve a subir hasta mi cuello, haciendo que se me escapen los
primeros gemidos de los que creo que van a ser muchos esta noche.
Rodamos en la cama varias veces hasta que consigo ponerme
sobre él. Comienzo a mover las caderas, todavía en los preámbulos, rozándole
lentamente. Se incorpora, cruzando sus brazos por mi espalda, y llegando con
sus labios a los míos. Noto que el romanticismo y la ternura ya se han mezclado
con la pasión y el desenfreno. Tras varios minutos así, me agarra con rabia y
me tumba boca arriba para comenzar la segunda parte del baile. Gimo levemente
al notar como se adentra en mi cuerpo, y los gemidos van apareciendo conforme
va moviendo las caderas. Le escucho suspirar, con su cara escondida en mi
cuello. Sus manos agarran las mías y las elevan hasta apoyarlas en la almohada,
sin dejarme que le toque.
Mueve sus caderas cada vez más rápido. Ya soy incapaz de
reprimir un solo gemido, es imposible. Pocas veces le he escuchado gemir así,
está desatado. Su dulzura se ha transformado en deseo, mucho deseo. Le hago
girar y me siento a horcajadas sobre él. Necesito dar rienda suelta a mis
movimientos. Noto como su espalda se arquea cuando comienzo a moverme de esa
manera. Apoyo mis manos en su torso desnudo para estar más cómoda. Se incorpora
para intentar besarme, pero le evito varias veces, haciendo que ponga cara de
rabia. No puedo evitar sonreir al verle tan desesperado.
El orgasmo me recorre desde las caderas. He gritado demasiado,
o eso creo. Me siento agotada, pero tengo ganas de más, sin duda. Tras dejarme
unos segundos recuperar el aliento, me agarra con fuerza y vuelve a poner mi
espalda sobre el colchón. De manera desesperada, me agarra de los muslos,
abriendo mis piernas para encajar sus caderas entre ellas. El ritmo desde el
principio es agotador, pero me encanta. Me encanta haberle desesperado tanto. Me
encanta ver como pierde el control. Mi corazón va rápido, muy rápido. Cada vez
que pienso que sus caderas no pueden moverse más rápido, lo hacen. Se agarra a
una de mis piernas, elevándola, embistiéndome con rabia, con deseo, sin
control. De repente, vuelve a transformarse en ese ser tan dulce y, moviendo
sus caderas lentamente, se inclina hacia mí, dejándose caer sobre mi cuerpo,
besándome despacio. Y eso todavía me vuelve más loca. Separa su rostro a
escasos centímetros del mío y veo como sonríe. Me contagia.
-Me vuelves loco… - dice sin dejar de mirarme –
-Me encanta que te vuelvas loco… - me muerdo el labio a posta
–
Resopla al verme y sonrío triunfante. De nuevo vuelve a
transformarse y a perder el control. Me agarro a su espalda para intentar
soportar ese ritmo tan bestial que está llevándome de nuevo a un orgasmo
inevitable. Me corro de nuevo, mezclando gemidos y gritos a partes iguales. Sus
gemidos van en aumento al escucharme y no me da ninguna tregua. Acelera todavía
más sus movimientos hasta que noto su cuerpo tensarse y suelta un gemido profundo,
enlentenciendo sus movimientos y haciéndolos más profundos. Cae rendido sobre
mí. Por su forma de respirar, parece que le cuesta hacerlo, como a mí. En
silencio, recobramos el aliento al mismo tiempo.
-Te quiero… - susurra en voz baja –
-Y yo a ti…
Me sorprende el tono de voz que sale de mi garganta. Un tono
emocionado y un nudo en la garganta. No puedo ser tan sentimental. Se incorpora
un poco y me mira. Cuando quiero darme cuenta, estoy llorando como una
gilipollas.
-No hagas eso… - se queja suspirando – no llores…
-Te has casado con una gilipollas… - digo frustrada –
-Jajajaja – se ríe – me he casado con la mujer más
maravillosa del mundo… - dice dulcemente –
Lo que me faltaba, que se ponga así de tierno. No lo puedo
evitar y rompo a llorar de nuevo. Qué cojones me pasa? Ponerme a llorar después
de hacer el amor en mi noche de bodas… es absurdo…
-Pero cariño… - deja tiernos besos por mis mejillas –
-No lo puedo evitar… no sé qué me pasa… - contesto
contrariada –
-Demasiadas emociones hoy…
Su voz algo emocionada me hace darme cuenta que tiene los
ojos algo rojos. Pobrecito, siempre le contagio cuando me da por emocionarme
por algo. Consigo serenarme y dejar de hacer el ridículo. Con el polvazo que
acabamos de tener y yo voy y me pongo a llorar… El hombre tierno con el que me
he casado, vuelve a aparecer. No ha dejado de besarme tiernamente hasta que me
he calmado.
-Voy a empezar a pensar que lloras porque lo hago muy mal… -
dice alzando las cejas –
-Claro… - digo irónica – con los gritos que me haces pegar… -
niego con la cabeza – qué vergüenza… me ha escuchado todo el hotel seguro…
-Y se están muriendo de la envidia seguro… - me besa en los
labios –
Se acomoda con su cabeza apoyada en mi pecho, haciéndome cosquillas
lentamente en el costado. Me encanta que haga eso, me encantan las cosquillas.
Hago lo mismo por su espalda y noto como sonríe.
-Menudo día eh? – dice tiernamente –
-Llevan temblándome las piernas desde que me he despertado… -
confieso –
-Y a mí… - contesta sincero – casi me caigo de espaldas
cuando has aparecido… - resopla –
-Exagerado… - sonrío tímidamente –
-Hablo en serio… - alza su mirada hacia mi – estaba muy
nervioso…
Se puede ser más adorable? Agdfdfdgsdsf… es que me lo comería
entero.
-Estoy deseando hacer el viaje… - digo ilusionada –
-Buah… - se incorpora – mañana, en nuestro pueblecito…
escuchando el mar… y dentro de unos días, a Miami. A Miami! – grita alzando las
manos –
-Te apetece ir eh? – digo riéndome –
-Que si me apetece? – me mira ilusionado – esas playas… sin
nadie que nos conozca… nos vamos a quedar allí, que lo sepas… te voy a
secuestrar…
-No creo que nadie se extrañe si lo haces… - sonrío – Dos semanitas
los dos solos… - suspiro – me voy a aburrir mucho… - digo irónica –
-Menos bromitas esposa… - me apunta con el dedo – tu marido
se merece un respeto…
-El respeto te lo perdí cuando la semana pasada te tiraste
con un puro a la piscina y te querías beber un cubata de cloro… - comienzo a
reirme nada más acabar la frase –
-Ah! Has abierto el cajón de mierda! – dice divertido –
-Jajajajaja – carcajeo – mmm… - suspiro acariciando su
mejilla – no puedo acordarme de lo que has dicho en la boda… - retengo un
gimoteo – voy a llorar cada vez que lo recuerde…
-Me tenías que haber visto preparándolo… - sonríe avergonzado
– llorando en el estudio…
-Por eso te encerrabas! – exclamo –
-Pues claro… no me dejas ninguna intimidad! – exclama divertido
– me ha encantado el tuyo… - me acaricia tiernamente – si es que… cuando te
pones a escribir…
-Soy una ñoña… - digo poco convencida –
-Mucho… - me da un beso en los labios – sabes qué hora es? –
suelta una carcajada y le miro interrogante – las 8 de la mañana!
-Jajajajaja! – estallo en una carcajada – creo que vamos a
tener que posponer el viaje hasta la tarde… - me acomodo en su pecho –
-Lo que usted quiera señora Sánchez…
-Vas aprendiendo… - sonrío – buenas noches cariño… - me
incorporo para darle un beso –
-Querrás decir buenos días… - dice riéndose –
-Eso… - contesto divertida – te quiero…
-Y yo a ti… - sonríe dándome un beso –
Suspiro al posar mi rostro sobre su pecho. Me da poco tiempo
a repasar lo que ha pasado hoy… estoy rendida. Solo acierto a pensar que hoy
comienza una parte de mi vida que intuyo que va a ser, si cabe, más feliz que
la anterior.
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