Observo a Danka desde el sofá. Llevamos horas vigilándola.
Está tumbada en su camita, sin moverse. Carlos está de camino. Hoy es el día,
va a dar a luz. Al menos es lo que me ha dicho Carlos cuando le he contado lo
que le ocurría. Llevaba todo el día mustia, casi sin andar, incluso se ha
quejado. Me da una penita verla así. Seguro que tiene que dolerle.
-No estés preocupada cariño… - dice Quique – todo va a ir
bien…
-Pero es que mírala… - la señalo con la cabeza – está pasándolo
mal…
-Es un parto Malú… - sonríe tiernamente – voy a preparar agua
caliente y toallas… - se levanta del sofá –
Observo de nuevo a Danka. Urko se mantiene a una distancia
prudencial, tumbado sobre sus patas, mirando hacia nosotros. Imagino que está
esperando a que hagamos algo. El timbre suena y Urko alza las orejas asustado,
pero no ladra, no se mueve. Danka ni se inmuta. Rumba y Lola salen despavoridas
a la puerta, sin parar de ladrar. Maldita sea, menudo zoo tengo en casa.
-Hola Carlos – le saludo –
-Buenas… - se agacha ante Danka – vamos a ver preciosa… -
hace un gesto de aprobación – está de parto – oigo como Danka comienza a
quejarse – bien, aquí es un buen sitio, traed toallas y agua caliente.
-Aquí lo traigo todo – dice Quique, con un tono tranquilo que
no se como puede tenerlo en este momento –
-Madre mía… - susurro –
-Tranquila Malú – dice Carlos – Danka se va a portar muy
bien, verdad pequeña? – acaricia su cabecita –
Me arrodillo a su lado. Me siento nerviosa. Muy nerviosa, la
verdad. Es como si estuviera dando a luz algún familiar mío, una hermana o algo
así. Con cada quejido que sale de su garganta, una caricia por mi parte intenta
consolarla un poquito. Miro de vez en cuando a Quique, que se afana en tenerlo
todo controlado junto con Carlos, el veterinario.
Si hago un repaso de todo lo que significa Danka para mí, los
ojos se me llenan de lágrimas. Cómo puede ser que un animal pueda ser tan
importante en la vida de alguien? Desde el primer momento sufrimos un flechazo.
Danka me ha ayudado tanto sin decir nunca una sola palabra… es alucinante.
Los 5 cachorritos que, en breve, van a comenzar a salir de su
vientre, ya tienen dueño. Uno es para nosotros, no podía ser de otra forma.
Tengo que quedarme con una hija de Danka, sería imperdonable no hacerlo, aún a
riesgo de formar un lío importante con 5 perros en casa. Otro es para Vero,
Lucía adora a Danka y su madre considera que un perro le va a venir bien para
su educación. Otro cachorrito es para Alex y Marta. Ya tienen un perro, a Marta
le encantan, y llevaban tiempo queriendo tener otro más. Los otros dos van a ser
para dos seguidores… qué idea tan loca la de Vero, pero me ha encantado.
Urko se acerca sigiloso al escuchar los gemidos de Danka. Uno
a uno, van apareciendo los pequeños cachorros. No puedo ni hablar, se me está
haciendo eterno. Conforme salen los cachorros, tan frágiles, tan bonitos, voy
respirando cada vez mejor. Parece que Danka está bien. No soportaría que le
pasase algo. Me estremezco cuando veo a Urko acercarse y sentarse al lado de
Quique, que está con Carlos arropando a los pequeños cachorros. Yo me mantengo
a la espalda de Danka, acariciando su cabecita para reconfortarla. Parece estar
enterándose de lo que ocurre, es un perro muy listo.
-Qué pasa fiera? – dice Quique mirando a Urko, que observa
con gesto hasta serio la escena – eres padre colega… - acaricia su cara y el
perro se deja hacer – ahora se acabó eso de salir de fiesta… tienes una
responsabilidad… - me río sin querer –
-Bueno… - Carlos observa a Danka detenidamente – está todo
bien… ahora necesita descansar… dentro de unas horas dará de mamar a los
cachorros, no los separéis de ella o se enfadará.
Pongo gesto incrédulo. Danka enfadarse? Eso es imposible.
-No hay que separarlos de la madre hasta pasados unos días…
les vendrá bien… - los cachorros se acomodan al lado de su madre, en contacto
con su piel, es una escena preciosa – son unos cachorros muy bonitos…
Lola y Rumba han pasado por allí varias veces. Parecían
incrédulas ante la situación, me hacen hasta gracia. Cada vez que Danka se
quejaba, se ponían a ladrar. Se nos ha hecho de noche con la tontería. Sigo
sentada en el sofá desde hace varios minutos, estoy como agotada. Quique se
encarga de hacer unos sándwiches para cenar algo rápido, y, una vez hechos, se
sienta a mi lado.
-Deja de mirarla, que está bien… - dice dulcemente –
-Es increíble, no te parece? – asiente dando un mordisco a
uno de los sándwiches – y Urko? – suelta una risilla – no se ha separado de
ella… qué barbaridad…
-Es un perro muy intuitivo… - contesta como si nada – y está
enamorado…
Le observo. Está tumbado al lado de Danka, como dándole
cobijo. Danka se ha quejado varias veces cuando nos hemos acercado, pero cuando
se acerca él, no gruñe, no dice nada. Qué par de dos… casi me parece inexplicable
esa relación que tienen. En teoría, los perros no tienen capacidad para crear
vínculos entre ellos, pero estos dos si que lo han creado.
-Mira… - dice Quique maravillado – están mamando…
-Ala… - digo sorprendida – dios, esto se merece una foto…
Inmortalizo la escena. Mi chuchita ya es toda una madre.
Llevo aguantándome el llanto toda la tarde, me daba vergüenza llorar y quedar
como una gilipollas, pero tengo muchas ganas en este momento. No lo puedo
evitar y comienzo a reir y llorar a la vez.
-Oye… - Quique me abraza – ay dios… qué sensible me has
salido…
-No te metas conmigo… - me quejo sollozando – Danka es tan…
-Lo sé… - me mira enternecido – es especial… verdad Urko? –
el perro le mira alzando las orejas al oir su nombre – mírale, pendiente de
todo…
-Jajajaja! – estallo en una carcajada – tengo que colgar esta
foto…
-Tu es que no te cansas de liarla… - niega con la cabeza –
anda, vamos a cenar algo, que ha sido un día intenso…
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