sábado, 1 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 98: SERÉ AQUELLO QUE SIEMPRE HAS SOÑADO

Ni se imagina la que le tengo preparada. A las 12 de la noche comenzará su cumpleaños, un día especial sin duda. Su 30 cumpleaños nada menos. Mis 30 fueron tan especiales y tan importantes que quiero que los suyos sean, como mínimo, la mitad de buenos. Estoy disimulando a la perfección, sin sacar el tema. Hoy Vero se ha llevado al cachorrito que le prometí… me ha dado penita, pero estoy tan segura de que Vero lo va a cuidar como si estuviera haciéndolo yo… Mañana vamos a llevarle el suyo a Alex y Marta, solo que Quique no lo sabe. No se imagina que he hablado con ellos para llevarle mañana a casa y hacerle una especie de celebración improvisada. Mañana temprano saldremos de Madrid para comer con sus padres y su hermana y, por la tarde-noche, barbacoa y fiesta con sus amigos. La verdad es que me da vergüenza y un poco de responsabilidad conocerles a todos. Por ahora, solo conozco a Alex y Marta, pero me habla tanto de los demás, que es como si los conociese en realidad.
Miro mi reloj disimuladamente. Las 12 menos 5. Bien, primera parte del plan.

-Donde vas? – pregunta extrañado, medio dormido en el sofá –

-Ahora vengo, que me estoy haciendo pis… - miento –

-No tardes anda… que estaba muy cómodo… - reniega tomando una nueva posición en el sofá –

Sonrío para mis adentros. He conseguido que no vea la tarta que le he comprado. Me he tirado todo el día custodiando en la sombra el frigorífico. Saco la tarta cuidadosamente. De chocolate. Dios, me estoy controlando para no meter la zarpa. Pongo las velas en su sitio. Qué nerviosa estoy, qué absurdo. Tengo preparada una noche romántica, pero él ni se la espera, o eso creo. Miro el reloj. Las 12. Es el momento.

Sigilosamente, y con la tarta sujetada por una de mis manos, apago la luz del salón. Veo la sombra de Quique sorprenderse y girarse hacia mí. Con las velas de su tarta encendidas, comienzo a cantar el cumpleaños feliz, caminando hacia el sofá. Comienza a reírse avergonzado, sin levantarse del sofá.

-Pensaba que no te ibas a acordar… - confiesa riendo –

-Disimulo bien, pequeño… - contesto con chulería – a ver… - dejo la tarta sobre la mesa – pide un deseo y sopla las velas anda…

-Un deseo? – dice mirándome – qué deseo puedo pedir? – se hace el pensativo – creo que ya se me han cumplido todos…

-Dios… - pongo los ojos en blanco – qué pelota eres… sopla de una vez! – le ordeno –

-Vale vale… - coge aire y se queda un segundo pensativo, hasta que las soplas, bajo los flashes de mi móvil –

-Bieeen! – exclamo – y ahora… - entro a la cocina y salgo cargada con todo lo necesario para devorar esa tarta, y una botella de champan con unas copas –

-Jajajaja! – se ríe – por eso querías que soplara con tanta insistencia… glotona…

-Tu sabes lo que he tenido que soportar? – digo sentándome en el sofá – tiene que estar buenísima…

-Como tú… - se pone cariñoso, besándome –

-Para… - me resisto sonriente –

-Mmm… - se queja, volviendo a sentarse en el sofá – veamos cómo está esto…

Tras la tarta, descorcho la botella de champan y comenzamos a beber entre arrumacos. Nos hacemos más de una foto, algunas de ellas no deberían salir de mi móvil nunca. Cada cosa que hago con él es especial, pero celebrar su cumpleaños así, los dos solos, está siendo de lo más bonito.

-Quiero mi postre… - el alcohol está haciendo que nos pongamos cada vez más cariñosos –

-Te parece poco la tarta que nos acabamos de zampar? – digo intentando hacerme la dura – además, todavía no te he dado tus regalos… - me levanto del sofá –

-Qué regalos? – oigo como pregunta sorprendido –

Aparezco con un gran paquete. En verdad creo que se nota bastante lo que es. Veo como abre los ojos de par en par, mirándome sorprendido.

-Malú, estás loca? – se levanta del sofá –

-Anda, ábrelo… - me río divertida –

Una funda de guitarra aparece bajo el papel de regalo. No para de reir, con gesto avergonzado.

-Dios Malú… - saca la guitarra de la funda, boquiabierto – es… es… joder! – exclama – es genial!

-Jajajaja! – me río emocionada – me alegro de haber acertado…

Coge la guitarra emocionado y se sienta en el sofá, embelesado. Escucho como empieza a tocar algunos acordes y me siento a su lado.

-Joder Malú… - suspira – no tenías por qué hacer esto…

-Ah no? – le miro sonriente – pues todavía no han acabado los regalos…

Cuidadosamente, aparto la guitarra y la coloco sobre el sofá. Agarro despacio a Quique por la camisa y le obligo a levantarse. Me sigue como hipnotizado. Camino hacia atrás, hasta llegar a las escaleras. Subo despacio, entre besos y caricias, hasta llegar a la puerta de la habitación.

-Ven aquí… - me abraza – ya tengo mi regalo…

-Quieto… - le ordeno – entra, enseguida vengo…

-Pero… - le dejo con la palabra en la boca –

Entro riendo al baño. Me voy a morir de vergüenza al hacer esto.


Es increíble. Se ha acordado, y no solo eso, sino que me tenía preparado un cumpleaños perfecto. Por un momento pensaba que no había caído en la cuenta. Había dudado si sacar el tema estos días, pero, la verdad, los 30 no es una edad con la que alegrarse al cumplir años. Quizá eso es para la gente normal. Para mí, ahora mismo, es diferente. Y es diferente porque estoy con ella. Qué sorpresa tendrá preparada? Estoy hasta nervioso. Una risilla nerviosa se instala en mi cara. Me recuesto en la cama, joder, cómo tarda.

Tras un rato, escucho la puerta del baño. Una música sugerente se adueña del pasillo. Trago saliva, qué significa esto? Miro atento a la puerta de la habitación. Malú aparece, andando lentamente, de forma provocativa. Va con vestido corto, de cuero y tacones. Sus piernas quedan casi completamente al descubierto. Hasta me recuerda a la ropa que usa normalmente en los conciertos. Una ropa que me vuelve loco realmente. Me quedo mudo al ver como se acerca a la cama, con esa música sonando todavía. Deja el móvil en la mesita y se aleja del borde de la cama.

-Madre mía… - susurro mirándola de arriba abajo –

Sin decir nada, comienza a moverse de manera sugerente, al son de la música, con movimientos que rozan la obscenidad, aunque nada en ella podría resultar obsceno, en todo caso, provocador. Desliza sus manos por su cuerpo, aumentando mis ganas por hacer lo propio con mis manos. Baja lentamente la cremallera del vestido y lo deja caer al suelo. Un conjunto de lencería cubre todavía su cuerpo.

-Joder… - exclamo –

Viene caminando hacia mí, haciendo resonar sus tacones. Cada golpe del tacón contra el suelo es como un golpe en mi pecho. Me está volviendo loco. Se contonea ante mí, sin compasión ninguna, comenzando a hacer movimientos todavía más provocativos. No puedo más. Me incorporo y voy hacia ella, que camina hacia atrás sonriendo, haciendo gestos con un dedo, como diciéndome que vaya hacia ella. Cuando llego a su altura, se da la vuelta y apoya sus manos en la pared, inclinándose un poco hacia abajo, rozándome con su trasero. Dirijo mis manos a sus caderas, tengo ganas de arrancarle la poca ropa que le queda.

-Me quieres matar verdad? – susurro pegado a su oído –

-Te gusta mi regalo? – dice con voz sugerente –

-Mucho… - susurro – pero creo que llevas demasiada ropa… - comienzo a desvestirla cuidadosamente –

Sonríe tímidamente y se gira para mirarme. Me desabrocha la camisa al mismo tiempo que hago lo propio con ese conjunto que tanto me ha gustado ver, pero que ahora tanto me sobra. Nos desnudamos mutuamente sin articular palabra, ni siquiera sonrío, solo me sale expresar deseo. Mucho deseo. No sé como lo hace, pero no puedo pensar en otra cosa en este momento que en comérmela a besos. Una vez desnudos, ya no puedo seguir siendo cuidadoso. La agarro en brazos y la tumbo en la cama.

Dejo correr mi deseo por su cuerpo, sin detenerme, sin pensar, apenas alcanzo a sentir cada uno de los momentos que estoy viviendo en esa habitación. Dejo salir la pasión que parece acumularse apenas en minutos. No es suficiente con mostrarla todos los días, porque, a cada minuto que pasa, vuelve a instalarse y a crecer en mi cuerpo. La amo. La amo de todas las maneras en las que una persona puede amar a otra. Amo sus defectos, esa cabezonería tan suya, esa forma de enfadarse sabiendo que no lleva razón, esa forma de precipitarse antes de pensar en lo correcto. Y amo sus virtudes, jamás podré conocerlas todas, es imposible. Amo esa forma que tiene de empatizar con la gente. Amo esa habilidad que tiene para decir la palabra justa en el momento exacto para conseguir que alguien se sienta mejor. Amo esa sensibilidad tan característica, esa capacidad que tiene de emocionarse por todo. Amo ese alma de niña que todavía habita en su cuerpo y que, de vez en cuando, deja salir. Y así, amándola, se me pasa el tiempo desde hace ya 6 meses. Desde aquel mes de mayo, trágico en un primer momento, maravilloso al fin y al cabo. Todo lo que tiene que ver con ella me provoca a veces sentimientos encontrados. Es un contraste contínuo. Es imposible que deje de sentir esto alguna vez y, si lo hago, es que estaré loco.

He perdido la noción del tiempo, pero intuyo que la madrugada ha entrado de lleno en nuestra habitación, sorprendiéndonos desnudos, abrazados, como tantas otras veces, solo que, esta vez, tengo un año más. Mi primer cumpleaños con ella a mi lado, el primero de muchos, al menos eso espero.

-Qué calladito te has quedado… - dice riendo levemente –

-No encuentro las palabras adecuadas… - doy a mi voz un tono de solemnidad –

-Qué raro… tú siempre tienes las palabras adecuadas… - se abraza más a mí – quería que recordaras tu 30 cumpleaños de una forma bonita… espero que sea así – se incorpora para mirarme –

-Bueno… - me quedo pensativo – creo que, cada vez que lo recuerde, tendré mucho calor… -estalla en una carcajada – estabas tremenda con esa ropa, que lo sepas…

-Qué vergüenza me ha dado… - ríe tímidamente – hasta que te he visto la cara y me he venido arriba… - comienza a reírse de nuevo –

-Es el mejor cumpleaños de mi vida, que lo sepas… - dejo un beso sobre su pelo –

-Uy, pues no te queda nada todavía… - pone cara de interesante – mañana nos vamos de viaje…

-Cómo de viaje? – me incorporo en la cama – a donde?

-A tu casa… - sonríe ampliamente – y hasta ahí puedo leer…

-Pero si mis padres se iban a… - caigo en la cuenta, estaban compinchados – joder… me han engañado…

-Era por una buena causa… - me acaricia – tenemos que salir prontito de aquí… - se abraza de nuevo a mí – 

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