sábado, 6 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 115: VOY A PARTIRME LAS ALAS

Le observo como no para quieto, intentando disimular lo incómodo que está. Por un momento pienso que es por mi culpa, pero luego me doy cuenta que es porque no le gusta volar. Le inquietan los aviones, como a mí. Le miro disimuladamente pero no puedo evitar reirme

-Pasa algo? – vaya, me ha pillado mirándole –

-Te gusta volar casi tanto como a mí – río con ganas –

-Me apasiona – usa la ironía, como yo… me gusta –

Es curioso. Me ha reconocido pero no actúa así… actúa como si yo fuera una chica no conocida que acaba de encontrarse con él en un avión. Me siento rara al no tener que posar para una foto ni poner una sonrisa.

-Creo que es la primera vez que me pasa en mucho tiempo – me mira - Encontrarme con un desconocido que me conoce y no me pide ni una foto ni un autógrafo… me siento rara…

-Si quieres saco el móvil y nos hacemos un selfie, si vas a estar más cómoda…

Jajajajajaja! Esa ha sido buena. Es simpático, menos mal… por lo menos no va a ser un viaje tan aburrido y solitario como yo pensaba. Así que ha ido a un concierto mío… debo confesar que me sorprende, aunque también es verdad que, a raíz de salir en la voz, mi público ha ido aumentando el rango. Ahora van muchas familias a verme y eso me gusta. Y se sabe mis canciones, esto si que no me esperaba jajajaja! No puedo dejar de reirme, más todavía cuando me dice ingenuamente que me sigue en twitter. Pobrecito, que cara ha puesto cuando lo ha confesado. Y no es gay, dato importante.
Mientras hablamos, el vuelo se va a pasando bastante rápido, ya casi llevamos 3 horas en el aire. Quizá cuando lleguemos le proponga quedar a tomar un café. Es valenciano, un sitio que me encanta y al que voy mucho por Vero y su familia. Seguro que se asusta si le digo de tomar un café. O igual mañana está en algún programa contando que ha volado conmigo. O igual mañana sale alguna foto de mi llegada al aeropuerto con él. Maldita sea, otra vez eso estúpidos miedos míos a que se sepa algo de mi vida privada. Lo que menos me gusta de mi trabajo es eso. Si no tuviera este trabajo, ya le habría pedido el número de teléfono. Me cae bien, tiene conversación, me escucha cuando hablo. Y es médico. Por un momento me lo imagino con una bata blanca… así cualquiera se pone enfermo.

No puedo evitar que se me vayan los ojos cuando le veo andar por el pasillo en dirección al baño. Joder Malú, estás muy necesitada, mirándole el culo a un tío que acabas de conocer en un aeropuerto. No puedes dejar pasar ni las horas de rigor… en fin… que está muy bueno el muchacho y que me vendría muy bien para lo mío, eso es así.

Me estiro en el asiento, suspiro y cierro los ojos. De repente, una sacudida en el avión me hace tambalearme en el asiento y se derrama mi vaso con coca cola. Maldita sea, menuda turbulencia, eso no ha sido normal. Miro hacia el fondo del pasillo, estoy buscando a Quique sin querer. Estará bien? Le veo aparecer con cara desencajada por el pasillo y subo mis piernas para que pase a su asiento. El avión sigue tambaleándose sutilmente, pero se nota.

-Qué pasa? – pregunto asustada –

-No se – dice sin mirarme. Veo como se abrocha el cinturón y le imito – tranquila, no va a pasar nada.

De repente, como si hubiéramos llegado a lo más alto de una montaña rusa, el avión comienza a caer en picado. Me quedo pegada al asiento, no se si estoy gritando o no, no sé nada, el miedo me invade. Los segundos que duran la caída no me dan tiempo a pensar en nada, solo en que acabe. De repente, parece que el avión se estabiliza y vuelve a una posición normal. He visto volar equipaje de mano cerca de mi cabeza y he escuchado gritos. Estoy realmente asustada.

-Estás bien?

La voz de Quique me hace girarme hacia él. Le miro consciente de mi cara de susto. La cara que tiene él tampoco es de estar muy tranquilo.

-No vuelvo a coger un avión en mi vida – contesto irónicamente –

Estoy muy asustada, tensa, no puedo dejar de estarlo. Caigo en la cuenta que tengo mi mano sobre la suya, en el reposabrazos. Me mira algo sorprendido pero casi le suplico que no me haga soltársela. Necesito serenarme.

-Tranquila, se pasará.

Su voz pretende sonar tranquila, pero sé que también se ha asustado. El avión no es que se haya estabilizado del todo, eso me inquieta. Ni siquiera sé donde estamos. Veo azafatas recorrer el pasillo de al lado, ordenando que nos coloquemos las mascarillas. Miro al frente y la veo colgar, como si fuera una película. Comienzo a asustarme de nuevo. Más todavía cuando noto que Quique agarra la mascarilla de mi asiento y me la coloca. Su mirada es de absoluto pánico.

-Qué haces? – le miro asustada –

-Tú respira por ahí –Suelta mi mano para colocarse su mascarilla. No, no la sueltes por favor, tengo mucho miedo en este momento – No va a pasar nada – Coge otra vez mi mano y suspiro asustada.

De repente, otra vez ese vértigo en el estómago. Cierro los ojos fuerte, volvemos a caer. Esta vez si que suelto algún grito. No es que piense que voy a morir, es que estoy convencida. Nos vamos a estrellar. No pienso en nada, no veo mi vida pasar por delante de mis ojos, no veo la luz ni nada de eso. Ni siquiera me da tiempo a rezar, solo a apretar fuerte mi mano izquierda contra la de ese chico al que acabo de conocer. Noto como la suelta, no me da tiempo a mirarle, noto como su mano se traslada a mi cabeza y me obliga a encorvar mi cuerpo y poner la cabeza entre las piernas. Escucho golpes, muchos golpes. Necesito esa mano otra vez. Como si mis deseos se hicieran realidad, noto ese tacto de nuevo y aprieto fuerte. Y me aprieta fuerte.

Y entonces llega el golpe. Un estruendo ensordecedor. No se si he perdido la consciencia. En este momento me duele todo el cuerpo. No escucho nada, como si mis tímpanos hubieran reventado de la presión al caer. Estaré muerta? Sin duda nos hemos estrellado pero… estoy muerta? No soy capaz de descubrirlo hasta que noto de nuevo ese tacto en mi mano, no se ha despegado de ahí.

-Malú… - abro los ojos al escuchar su voz – eh, mírame – noto sus manos sobre mi pelo y me hace incorporarme… estoy mareada, me cuesta respirar… – estas bien?

No soy capaz de contestar, solo le miro asustada. Está él también muerto? Sus manos recorren mi cara y me quita la mascarilla que ni siquiera me había dado cuenta que seguía llevando. Me siento aturdida, como si no fuera capaz de enlazar dos pensamientos seguidos.

-Vamos, tenemos que salir de aquí –

Vale. Estamos vivos. Por increíble que me parezca, el avión donde viajaba se ha estrellado pero estoy viva. Hay que salir de aquí. Aprieto el enganche del cinturón y tiro de él. Mi corazón parece pararse cuando compruebo que no puedo desengancharme. Le veo levantarse, pero yo no voy a poder hacerlo. No voy a poder salir de aquí, no puedo quitar este cinturón que me aprieta fuerte el abdomen. Miro mis piernas y detecto agua en el avión. Se va a hundir conmigo atrapada. De nuevo esas manos rozan las mías, tirando del cinturón. No, no va a quedarse aquí por mi culpa. Si este es mi destino, si mi destino es hundirme con este avión, no voy a arrastrar a nadie conmigo.

-Sal de aquí – no soy capaz de mirarle – Vete.

-Qué? – su tono de voz aumenta – no digas tonterías –

Vuelve a rozar mis manos y a tirar con más fuerza de ese cinturón que acaba de condenarme a muerte. No puedo permitir que siga ayudándome, cada vez hay más agua en el avión, cada vez siento más miedo. Una parte de mí no quiere que deje de ayudarme, quiere que consiga sacarme de aquí, pero mi parte menos egoísta me suplica que no se lo permita.

-Sal de aquí Quique!

Comienzo a llorar de impotencia. Voy a morir. Estoy segura de ello. Ahora se irá. Se irá, saldrá de aquí, y yo me quedaré en este avión para siempre. Se acabó, este es mi destino, nadie puede cambiarlo.

-No te voy a dejar aquí, asi que no me lo digas más – su voz segura me asusta – déjame que lo intente yo.

Vuelve a coger ese cinturón y vuelve a tirar de él con fuerza. Al tirar de él, me aprieta todavía más el abdomen. No hay nada que hacer, está atascado, no se va a soltar y yo no voy a salir de aquí. Escucho como grita desesperado, como intenta romper el enganche dando golpes contra él. No quiero que siga haciéndolo, tiene que irse, tiene que dejarme aquí.

-Quique, vete – lloro de rabia. Cómo es posible que cambien tanto las cosas en unos segundos? –

-Eh – noto el tacto de sus manos en mi cara. Maldita sea, no hagas eso, no me mires así, no voy a poder dejar de llorar cuando se vaya – te he dicho que vamos a salir de aquí y lo vamos a hacer los dos. Hazte a un lado – no es posible que alguien que no me conozca se vaya a arriesgar tanto por mí. Vuelvo a mirar a mis pies, ya cubiertos por el agua. Quizá mi destino no es morir aquí. Quizá sea seguir intentándolo hasta el final – Vamos joder!! Vamos!! Rómpete cabrón!!

Grita desesperado mientras pega patadas al cinturón. Por qué hace esto? Por qué no se va? Como por arte de magia, el cinturón sale disparado del enganche. Lo ha hecho? Oh dios, voy a poder salir de aquí? Nos miramos un segundo y me levanto, dándole un abrazo fugaz. Joder, acaba de salvarme la vida.

-Puedes andar? – agarra de nuevo mi mano – bien, vamos a la puerta de emergencia

Cometo el error de mirar alrededor. Veo cosas que nunca pensé que vería. Tengo unas ganas irrefrenables de llorar, esto no puede estar pasando. Llegamos a la puerta de emergencia y Quique la abre como si lo llevase haciendo toda la vida. El avión se ladea un poco, me resbalo, pero consigo agarrarme a Quique, que me agarra de la cintura y me pone delante de él, junto a la puerta.

-Vamos! Hay que saltar! Salta, voy detrás de ti!

En serio? Joder… joder… no hay tiempo para pensar. Con decisión y de un salto, me lanzo al mar. Maldita sea, qué fría está! Por un momento siento que me paralizo, pero bato mis pies y mis brazos para salir a la superficie. Al salir, noto el movimiento del agua y aparece Quique a mi lado, sacando la cabeza. Una vez más, mi mano y la suya se cruzan. Me agarra de ella.

-Tenemos que alejarnos del avión, nada! – me grita -

Comienzo a nadar casi por inercia, pero empiezo a escuchar sonidos del fuselaje del avión, sonidos que se clavan en mi mente y que sé que no voy a poder olvidar. Me doy la vuelta mientras no dejo de nadar y veo a Quique detrás de mí, nadando, y, al fondo, el avión hundirse. Me paro en seco. No puedo seguir, estoy paralizada, esto no puede estar pasando.

-Estás bien? – Quique me pregunta preocupado –

Con sus manos, acaricia mi pelo y me abrazo a él, completamente desesperada. Siento que estoy en shock, que no puedo pensar. Qué hago en medio del mar? A dónde vamos?

-Esto no puede estar pasando… había gente dentro… - me cuesta respirar al estar llorando –

-Malú, tenemos que nadar vale? Ves aquello?. Tenemos que llegar allí, podrás hacerlo?

Qué? En serio? No puede estar diciéndolo de verdad. No puedo nadar hasta allí. Y qué otra opción tienes Malú? Él tiene razón, hay que nadar. Comienzo a hacerlo, pero en mi mente se repiten una y otra vez las escenas de lo ocurrido. Empiezo a encontrarme mal, a no poder respirar, a tener esa sensación que he tenido algunas veces cuando algo no estaba bajo control. Paro de nadar y comienzo a respirar agitadamente. Quique se para y me mira preocupado, viniendo hacia mí.

-Ei, ven, agárrate a mí, descansa

Me agarro a sus manos sin dejar de agitar los pies, pero estoy mareada, muy mareada. Miro hacia la costa, está muy lejos. No voy a llegar. Me voy a morir aquí, ahogada. No puedo respirar.

-No puedo… - susurro -

-Ven – se pone detrás de mí, con su brazo rodeándome, y me agarro a él como si fuese un clavo ardiendo – descansa, yo nadaré un poco.

-No puedes llevarme, no llegaremos nunca  

-Si que puedo, y tu también puedes – cómo va a poder llevarme? Mi respiración se entrecorta cada vez más - Vale – me sujeta por la cintura – mírame Malú, hemos salido del avión como te dije, y ahora vamos a llegar a esa playa de acuerdo? – asiento, pero en mi mente sigue la idea de que nunca llegaremos – no vas a entrar en pánico porque no va a pasar nada – su voz pausada me sorprende, cómo puede estar tranquilo? – puedes controlar la respiración, solo tienes que pensar cómo quieres respirar… - se pone de nuevo detrás de mí y me recorre un escalofrío extraño cuando me sujeta por la cintura – quieres respirar como yo, no quieres sentir que te ahogas. No te estás ahogando de acuerdo? No estás sola, estoy aquí contigo, y vamos a respirar los dos igual… respira conmigo… coge aire… y suéltalo…

Habla pausadamente, pegado a mi oreja. Me agarro a su brazo como si fuera lo único que puede salvarme, siento que de un momento a otro dejaré de respirar, tengo ganas de gritar pero no tengo ni fuerzas.

-Estoy mareada…

-Lo sé, pero vamos a hacer que se te pase de acuerdo? – habla de nuevo despacio, pegado a mi oído – no va a pasar nada… vas a respirar tranquila y vamos a llegar a esa playa… y vendrán a por nosotros y nos iremos a casa… te prometo que no va a pasar nada… vamos… - su voz consigue tranquilizarme, no sé cómo, pero lo consigue… comienzo a respirar cada vez más hondo, como queriendo meter todo el aire que pueda en los pulmones por si no puedo volver a hacerlo… – no te vas a desmayar, no vas a hacerme eso verdad? – niego con la cabeza – eso es…

Como por arte de magia, mi respiración se normaliza. Ya no tengo esa sensación de desmayarme de manera inminente.

-Mejor?

Asiento. Noto como intenta soltarme pero vuelvo a apretar su brazo contra mi cuerpo. No quiero que me suelte. Tengo la sensación que si me suelta volveré a tener ese miedo que me ha paralizado antes.

-No me sueltes todavía… - me suplica –

-De acuerdo… no pasa nada… - vuelve a abrazarme y vuelvo a notar el roce de su mano junto a la mía… la agarro de nuevo, necesito estar así un momento – ya está… ya respiras como una persona normal y eso significa que yo también…

Respiro pausadamente. Miro alrededor, ese trozo de tierra todavía está lejano. Vuelvo a sentir miedo, no voy a poder llegar nadando, no soy tan buena nadadora. Y tengo mucho frío, mucho.

-No nades todavía de acuerdo? Ven – se separa sin soltarme la mano – vas a poner las manos en mi espalda y te vas a agarrar a la camisa, yo nadaré y tu te dejas llevar

-No vas a poder llevarme

-Piensa que soy un delfín, así te resultará más creíble – un delfín? Venga ya… – no te lo he dicho pero en los veranos cuando estudiaba, trabajaba de socorrista. Se me da bien nadar – Socorrista… alzo las cejas… – ahora ya lo ves más factible eh? – sonrío sin querer – Venga, agárrate, solo tienes que mover los pies, lo demás lo hago yo.

Intento nadar el mayor tiempo posible, pero me agoto y estoy retrasándole. Varias veces hacemos lo que él ha propuesto. Le miro sin querer. Por qué una persona que no me conoce hace esto por mí? No se lo que hubiera hecho sin él, me ha salvado la vida. No sé ni siquiera cómo agradecérselo. La playa ya se ve más cercana. Noto como está agotado, igual que yo. Miro hacia esa playa y veo figuras moverse. Y humo, veo humo salir de una cosa que no sé lo que es pero que cuando caigo en la cuenta de lo que puede ser, me aterra.

-Son personas?

-Eso parece… - contesta contrariado -

-Dime que aquello no es el avión – señalo asustada hacia la estructura de donde veo salir humo -  

Mira atentamente hacia donde estoy señalando y su gesto cambia por completo. Supongo que él también piensa que es el avión.

-Tenemos que seguir, ya estamos cerca.

Tras unos minutos nadando casi contra corriente, consigo poner un pie en la arena que yace bajo el mar. No puedo creerlo. Quique comienza a andar hacia la orilla, agarrándome de la mano. Respiro agitadamente, necesito dejar de sentir el agua, necesito salir del mar. Al llegar a la orilla, caigo arrodillada en la arena, igual que Quique. Me asusta como respira, se pone a toser como si le faltase el aire.

-Estás bien? – pregunto asustada –

-Algo cansado, pero estoy bien… y tú?

Asiento casi sin querer. Nos quedamos mirándonos unos segundos. No me puedo creer que hayamos llegado a tierra, que nos hayamos salvado. Pero al alzar la vista, veo una escena que bien podría estar sacada de Lost. Gente pidiendo ayuda, a lo lejos, con una parte del avión estrellado en la arena de fondo. Quique se levanta y mira hacia la zona. Le observo, con el pantalón lleno de arena, la camisa por fuera, algo rasgada. Se gira hacia mí y consigo ponerme en pie.

-Quédate aquí y descansa de acuerdo?

-No, voy contigo  

Ni de coña me quedo aquí sola. Pienso ir con él allá donde vaya, así me sentiré segura. Cómo pueden quedarle fuerzas para correr? No es posible lo que veo. Heridos, gente pidiendo ayuda. Me mira incrédulo justo antes de salir corriendo hacia uno de ellos. A lo lejos, veo como llega hasta un hombre que yace en la arena y se pone a ayudarle como si tal cosa. Cómo puedo haber tenido la suerte de haberme cruzado con una persona tan buena?


-Malú!

La voz de mi hermano gritándome vuelve a despertarme de mi letargo. Me había quedado dormida con los ojos abiertos, acordándome de aquel momento en el que me salvó la vida por primera vez.

-Perdona Jose…

-Estamos llegando vale? – resopla – a saber en donde anda tu cabeza…


Sonrío sin querer. Tengo los recuerdos tan nítidos que puedo recordar cualquier momento con Quique cuando quiera y donde quiera, aunque sea un recuerdo tan duro y bonito a la vez. He perdido la cuenta de las veces que me ha salvado la vida. Creo que lo hace todos los días. Y creo que lo mejor que me podía haber pasado es encontrarle, eso sin duda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario