Abro los ojos lentamente y veo las brasas en la chimenea.
Sonrío al recordar quién está a mi espalda, abrazándome. Cojo su mano y pego su
brazo a mi cuerpo acomodándome. Le escucho respirar, está dormidito todavía.
Nos quedamos dormidos a las tantas de la madrugada mientras hablábamos en el
sofá. Ha vuelto a hacerlo y yo he vuelto a ser tan gilipollas como siempre. Ha
vuelto a buscarme… ya ni recuerdo las veces que lo ha hecho. Qué cosas tan
bonitas me dijo ayer…
-Mmmm… - se revuelve en mi espalda –
Sonrío y me doy la vuelta lentamente. Esconde su rostro en mi
hombro, buscando seguir durmiendo. No puedo evitar reirme.
-Cariño… - susurro mirándole – gordo… - acaricio su cara –
-Mmm…. – abre los ojos y vuelve a cerrarlos sonriendo – bicho…
- susurra –
-Jajajaja! Te ha dao fuerte por la palabrita… - digo en voz
baja – has dormido bien?
-Pfff… - resopla en mi cuello – demasiado…
-Despierta que me aburro… - digo con voz de niña pequeña –
-Mandona… - dice riéndose – buenos días… - me mira sonriente
a los ojos, y después a los labios –
Nos besamos tranquilamente, sin prisas, despacito. Me encanta
despertarme así.
-Deberíamos encender el fuego ese… nos vamos a quedar helados…
- dice levantándose –
-Ponte algo de ropa por favor! – aparto la mirada
instintivamente –
-Jajajaja! Ya voy coño… - le miro de reojo y se está poniendo
los pantalones de la ambulancia – así mejor?
-Qué sexy… - digo en tono de broma – sin camiseta ni nada,
sal a coger leña así por favor…
-Si claro… - se pone la camiseta – soy tu pornoleñador…
-Jajajajaja! – estallo en una carcajada –
-Vuelvo ya vale? – se inclina al sofá y deja un dulce beso en
mis labios – brrrr!! Qué frío! – escucho gritar cuando abre la puerta –
La verdad es que sí que hace frío fuera. Y creo que sigue
lloviendo, a juzgar por lo que escucho. Me tapo entera con la manta hasta que
le oigo entrar.
-Menos mal que la leña estaba resguardada… - deja un par de
troncos al lado de la chimenea – por lo menos no he vuelto a mojarme como ayer…
Apoyo mi cabeza en mi mano, observándole. Está todo
concentrado en avivar las brasas de la chimenea y así quemar esos troncos. Qué
gracioso está en modo rural.
-Por qué me miras tanto? – se gira hacia mí con gesto irónico
– podrías encenderla tú, que ayer la encendiste tú solita…
-Ah, yo soy una princesa… - alzo las manos – el príncipe es
el que se encarga de todas estas cosas…
-Qué morro tienes… - se ríe – bueno… creo que ya está… - se
gira hacia mí – hazme sitio, que me he quedao helao…
Me hago a un lado en el sofá y se tumba a mi lado.
-Tienes las manos heladas… - las cojo entre mis manos – creo que
nos vamos a quedar aquí todo el día… - me abrazo a él –
-Es un buen plan… - dice sonriendo –
-Sabes qué me apetece? – me mira con una ceja alzada – hablar
del menú de la boda…
-Ahora? – se pone a reírse – sin desayunar?
-Claro… - asiento firmemente – tiene que haber mucho marisco…
-Estoy de acuerdo…
-Y caracoles… muchos caracoles…
-Jajajajaja! – se descojona – no dudaba ni un instante que
iba a haber caracoles…
-Y la tarta tiene que ser de estas de 3 chocolates… - me
relamo –
-No te pones nerviosa si piensas en ese día? – me mira –
-Claro que me pongo nerviosa… - sonrío – va a ser demasiado
bonito… voy a llorar tanto…
-Eso lo tenía claro también… vas a llorar mucho… - me abraza –
y yo también voy a llorar…
-Tú? – la miro irónica – no me lo creo…
-Cuando te vea caminando hacia mí con ese vestido de novia
que seguro que es precioso… ya me dirás si lloro o no lloro…
Llevo todo el día sonriendo, sin parar. La lluvia nos ha dado
una tregua y hemos salido a dar un paseo. Hemos acabado sentados en una llanura, en la hierba, con las montañas alrededor. Demasiado romántico para mis
emociones.
-Me quiero quedar aquí… - digo apoyando mi espalda en su
pecho –
-Y yo… - me abraza por la espalda – se me ha ocurrido una
cosa…
Alzo mi cabeza y veo como rebusca en sus bolsillos. Saca un
papel y un boli. La miro extrañada.
-En los bolsillos del pantalón de la ambulancia tengo mierda
por un tubo… mira mira… - ya lleva dos bolígrafos y una pequeña libreta –
-Qué estás haciendo Quique? – digo riéndome –
-A ver… - abre la pequeña libreta – vamos a escribir algo… y
lo vamos a guardar aquí, en este sitio…
-Aquí? – pregunto sonriendo – en medio del monte?
-Si… debajo de algún árbol o algo así… y la abrimos cuando
tengamos hijos…
Me río sin querer. Quique coge la libreta y se pone a
escribir. Conforme leo lo que escribe, mis ojos se llenan de lágrimas. Escribe
cosas preciosas sobre mí… sobre nosotros… y tras hacerlo, me da el bolígrafo.
-No puedo escribir ahora Quique… - digo sollozando –
-Venga… escribe algo… - deja un beso sobre mi pelo –
Hago lo propio y cerramos la libreta. Rebusca en otro de sus
bolsillos.
-Sabes que siempre llevaba una foto nuestra encima mientras
estaba de guardia? Mira… - me enseña la fotografía, salimos los dos en el
césped del jardín de casa, sonriendo – esto lo guardamos aquí… - la mete dentro
de la libreta – ven… levanta… - me da la mano para levantarme y me arropa con
su brazo – ese árbol de ahí puede venirnos bien…
Caminamos hasta el árbol y veo como se agacha. Escarba con
sus propias manos un agujero bajo el árbol.
-Vamos a buscar algo donde meter la libreta o se estropeará…
te parece? – me mira ilusionado –
Le sigo casi sin pensar. Entra en la casa y rebusca hasta que
encuentra una pequeña bolsita de tela que contiene algunas ramas para la
chimenea. Lo vacía y mete dentro la libreta. Volvemos a salir fuera, hace un
agujero más hondo, y entierra la bolsa. Casi no puedo ni hablar. No puedo
entender cómo tengo tanta suerte de haberme encontrado con este hombre.
-Aquí se queda… hasta que tengamos hijos y sigamos
escribiendo… - me abraza, dándome un beso en la mejilla –
-Joder Quique… - me quejo casi a punto de llorar –
-No no, nada de llorar…
Entramos a casa y exploto. Exploto en un llanto inconsolable.
Estoy demasiado sensible, no puedo parar de llorar. Intenta consolarme pero es
imposible… hasta que no saque todo el agobio que he tenido dentro, no voy a
poder parar. El agobio mezclado con la emoción de verle aquí, conmigo, es una
mezcla explosiva.
Tardo un buen rato en serenarme. Decidimos volver a casa,
cada uno en nuestro coche, cosa que no me gusta nada, pero el viaje no se me
hace excesivamente largo. En el coche,
mientras conduzco, analizo lo que ha ocurrido. En unas semanas voy a casarme
con el hombre más maravilloso del mundo, esa es mi conclusión.