domingo, 4 de enero de 2015

CAPÍTULO 135: SE MUERE EL ÁNGEL (III)

-Familiares de Enrique Valverde?

Observo a la madre de Quique levantarse como un resorte. La pobre mujer no ha podido parar de llorar. A su lado, su marido, su hija, y Alex y Marta, que también han venido, los 5 en el mismo coche. El médico que anteriormente me ha informado, ahora va a informarle a ellos. Bajo la cabeza compungida, no he podido evitar contarles por encima lo que ha ocurrido, pero el palo que se van a llevar es tremendo. No he sido tan directa, ni mucho menos. Los padres de Malú están con ella, en la habitación a la que ha pasado. Me quedo sola en la sala de espera y siento miedo, mucho miedo. Álex me hace un gesto desde la puerta diciéndome que vaya con ellos y no me lo pienso. Lo que sea antes de quedarme sola.

-Bien… siéntense…

-Va a decirnos ya cómo está mi hijo? – pregunta su padre con voz asustada –

-Tengo que ser sincero… Enrique está grave…

La afirmación del médico cae como un jarro de agua fría. Incluso puedo notar los vellos de punta. Marta se sienta en una de las sillas.

-Soy médico, puede ser todo lo claro que pueda por favor?

-Bien… - suspira – Enrique ha sufrido un traumatismo craneoencefálido y tiene una hematoma epidural… hemos tenido que realizar… - mira a sus padres y decide no seguir hablando con tanta franqueza – hemos hecho lo necesario para que la presión intracraneal esté controlada… pero no sabemos todavía si tendremos que operarle…

-Qué significa eso? – grita su madre – Marta!

Marta reprime el llanto como puede. Hasta escucho como traga saliva. El doctor sigue con el relato que ya me ha contado antes. Observo a todos y no puedo llegar a entender como algo así puede pasar. Cuando el médico se va y nos deja estar un rato en el despacho, toda la rabia contenida sale de su madre. Grita desesperada y yo solo acierto a intentar consolarla, aunque nadie lo consigue. Su padre tiene la mirada perdida y su hermana no dice una sola palabra. Por su parte, Marta y Álex no levantan la mirada del suelo. Salen de la sala para dejar a solas a sus padres con su hermana, quizá intentando no perder los nervios delante de ellos.

-No me lo puedo creer… - susurra Marta nada más salir de la sala – esto es imposible…

-Es muy grave verdad? – pregunto sin querer parecer retrasada –

-Odio saber lo que puede ocurrir… - susurra entre dientes – Álex… esto no puede ser…

Álex abraza a Marta sin quitar esa mirada de su rostro. Si antes estaba preocupada, ahora todavía más.

-Malú lo sabe? – pregunta Álex sin mirarme –

-Si… he tenido que contárselo… y ha tenido un ataque de ansiedad… sus padres están con ella…

-Qué desastre joder… no es justo! – grita Álex –


La noche ha sido terrible. El padre de Quique ha sido el encargado de pasar a verle a la UCI mientras el resto lo hemos hecho desde el exterior. Ha sido tremendo verle así, con la cabeza vendada, un tubo en la garganta y lleno de cables. No es justo, tal y como repite una y otra vez Álex. No es justo que le pase esto a él. No puedo evitar recordar el día que se jugó la vida por sacar a mi hija de aquel colegio. Siempre ayudando a los demás y ahora ninguno podemos ayudarle. Siento tanta impotencia…
Se nos ha hecho de día en el hospital. Los padres de Malú han visitado a Quique en la UCI, como nosotros, sin poder entrar. Pepi lloraba y lloraba sin parar. El cariño que le ha cogido es tremendo. Y Malú… Malú no quiere hablar con nadie… solo pide verle, pero no creo que sea buena idea.

-Buenos días… - el médico aparece en el pasillo de la UCI – pueden venir conmigo?

Como si fuéramos soldados que siguen al cabo, comenzamos a andar por el pasillo tras él. El médico suspira y se da la vuelta parándose en seco.

-Solo sus padres…

-Doctor, deje que pase con nosotros aunque sea Marta… es amiga suya y médico… nos podrá explicar mejor lo que ocurre…

-Entonces mejor aquí… - retrocedemos sobre nuestros pasos – verán… la situación de Enrique ahora mismo es estable, pero sigue grave… - carraspea – hemos decidido no operarle de momento, parece que la hemorragia se ha detenido y ahora tenemos que ver si se reabsorbe por sí sola…

-Y la presión intracraneal? – pregunta seria Marta –

-La hemos controlado… el tac de control ha salido incluso mejor de lo que pensábamos…

Respiro hondo al escuchar las palabras del médico. Por lo menos no está peor… pero la cara de Marta no me gusta demasiado.

-Enrique está en coma inducido… - Marta resopla y sus padres la miran asustados – le hemos puesto la medicación necesaria para que, al menos durante el tiempo que está así, no despierte…

-Por qué han hecho eso? – grita su madre –

-Carmen, es normal… - susurra Marta – es lo mejor en su estado…

-Podemos pasar a verle? – pregunta su padre serio –

-Si, pero solo una persona… no conviene  que haya mucha gente dentro…



Camino hacia la habitación de Malú temerosa. Creo que, en cuanto entre, va a coserme a preguntas que no voy a poder contestar… y, si lo hago, va a ser peor.

Al abrir la puerta, su madre me sonríe tiernamente. Malú está seria, medio dormida, pero en cuanto me ve, se activa y se incorpora en la cama haciendo gestos de dolor.

-Malú, deja de moverte…

-Cómo está? – pregunta asustada –

-Bien… está bien… - suspiro –

-Otra vez mintiéndome… - se revuelve en la cama nerviosa –

-Malú, Quique está estable, pero ha sufrido un golpe muy fuerte y los médicos tampoco dicen mucho… tienes que procurar tranquilizarme…

-Que me tranquilice? – alza la voz – cómo cojones voy a tranquilizarme? – respira agitadamente –

-Malú hija, hazle caso a Vero… - dice Pepi preocupada –

-Vuelve a salvarme la vida y yo aquí, sin poder hacer nada por él… podéis entender cómo me siento? – grita – dejad de tratarme como si estuviera loca…

-Malú… - no me deja seguir y vuelve a gritar –

-Otra vez vuelve a hacer lo mismo… - comienza a sollozar – me sacó del coche! Estaba bien! Y de repente se desmayó! – llora – es culpa mía, se me fue el coche, no pude controlarlo, y ahora él está así por mi culpa! – grita desesperada –

-Eh, eso no es verdad cariño… un coche os embistió… y estaba el asfalto mojado… nadie habría podido controlar el coche… - miro hacia Pepi que está de espaldas con las manos en la cara – tranquilízate, todo va a salir bien vale? El médico nos ha dicho que no tienen que operarle, que está un poquito mejor…

-Quiero verle… - de repente, se quita la sábana de encima e intenta levantarse llevándose las manos al costado –

-Malú, estate quieta! – su madre intenta detenerla –

-Dejadme! No lo entendéis! Tengo que verle! – grita intentando levantarse de la cama mientras Pepi y yo se lo impedimos – dejadme verle por favor… - llora desconsoladamente – esto no puede estar pasando… - se recuesta en la cama sin dejar de llorar –


Estoy agotada… no sé las horas que llevo sin dormir… Entro a casa y escucho la voz de Richard hablando con Juliet. Hablan en inglés y no consigo entender todo lo que dicen. Richard me recibe con un abrazo y la mirada de la niña se clava en la mía. Otra conversación que no quiero tener.

-Hola beautiful… - Richard me da un beso en los labios – Esta hablando con Juliet… diciendo que Quique y Malú are ok… - me mira cómplice –

-Ah, si si… todo ok cariño… - le hago una carantoña pero no quita esa mierda de tristeza –

-No hace falta que me engañéis… - dice la niña en inglés – si estuvieran bien me dejaríais ir a verles…

Malú tenía razón. Es una niña muy lista. Richard me hace un gesto para que vaya a ver a Lucía mientras él se queda hablando con Juliet. Camino desganada hasta llegar a la habitación de Lucía. Al abrir, veo que sigue dormida en su camita. Tengo tantas ganas de llorar… que no puedo evitar entrar en la habitación, tumbarme en su cama y abrazarme a su pequeño cuerpecito. Acto seguido, comienzo a llorar descargando toda la tensión de las últimas horas.



No quiero que nadie venga a verme, no quiero que nadie me diga lo preocupados que están por mí. El que realmente está mal es él. La persona que más quiero en este mundo y el que más me ha querido en mi vida. Esa persona ahora mismo está entre la vida y la muerte. Y yo necesito verle, pero esas estúpidas fisuras en las costillas me impiden moverme como querría. Si pudiera, me levantaría de aquí y saldría corriendo, pero estoy conectada a cables que no paran de meterme sueros en el cuerpo. No quiero seguir aquí. Miro a mi derecha y veo a mi hermano durmiendo. Pobre, está agotado. Es el momento, no debería aprovecharme de esto, mi hermano va a sentirse muy mal cuando se entere que me he escapado estando él aquí, pero necesito ver a Quique.

Me arranco no sin dolor la vía por donde me entra suero y me levanto lentamente de la camilla. El costado izquierdo me duele horrores, pero decido obviarlo. Salgo de la habitación con esa bata tan absurda como única prenda, e intento no levantar mucho revuelo. Consigo localizar un cartel donde indica dónde está la uci y me dirijo allí.

Al llegar, noto como mi corazón bombea más deprisa. Ahora si que creo que va a ser imposible no encontrarme con nadie. Camino disimuladamente hasta encontrarme de frente con Álex, que porta dos botellas de agua en la mano.

-Malú! – abre sus ojos de par en par – qué haces? – me agarra del brazo intentando que camine en dirección contraria –

-No! Suéltame! – hago un gesto que me hace resentirme del costado – necesito verle Álex…

-Eso no es buena idea de acuerdo? Quién te ha dejado salir de la habitación?

-Qué pasa? – aparece Marta – Malú! – se acerca a mí y posa una mano en mi hombro – no deberías estar aquí, estás convaleciente –

-Quiero verle… - suplico y cruzo mi mirada con la de Marta, que me mira apesadumbrada – por favor… tú harías lo mismo si fuese Álex… - suspira y baja la cabeza – por favor…

Mira a Álex fugazmente. Éste suspira y camina hacia un pasillo cabizbajo. Marta me agarra del brazo y comenzamos a andar en silencio. Al entrar en el pasillo, diviso al fondo a los padres de Quique y su hermana. Siento un sentimiento de culpabilidad muy grande en este momento. Su hijo está así por mi culpa, yo llevaba el coche, me van a culpar, no van a perdonarme en la vida.

Con cara de sorpresa, su madre me mira y viene hacia mí. Va a ponerse a gritarme que todo es culpa mía y no le faltará razón. Cuál es mi sorpresa cuando, sin decir nada, me abraza con suma delicadeza.

-Cariño, qué haces aquí? – dice con voz dulce –

-Se ha escapado de la habitación para venir a verle… - susurra Marta – y supongo que no se va a ir hasta hacerlo…


Bajo la cabeza algo avergonzada. Su padre se acerca y me da un sonoro beso en la mejilla, preguntándome como estoy. No puedo contestar. Su hermana es más efusiva. Se pone a llorar cuando me ve y me contagia. Nos abrazamos y, cuando alzo la mirada, veo su cuerpo sobre la camilla a través de ese cristal. Me quedo helada, incluso creo que nunca más podré moverme porque no puedo hacer que mis pies caminen hasta el cristal. Hasta que consigo que lo hagan. Me acerco al cristal lentamente. Siento mi aliento escaparse de mi boca casi sin querer. Su imagen tumbado, con los ojos cerrados y la cabeza vendada, con todos esos cables conectados a su cuerpo… esa imagen jamás podré borrarla de mi mente. Solo acierto a apoyar mi mano en el cristal, quizá intentando llegar a tocarle, como si no supiera que hay un cristal de por medio. Mis mejillas sienten el roce de mis lágrimas cayendo sin descanso. No puedo creerme que esté ahí, sin moverse… y yo no puedo hacer nada por él. Creo que esta es la sensación más cercana a la muerte que se puede tener. Es como si estuviera presenciando como un ángel lucha por sobrevivir... mi ángel... 

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