miércoles, 29 de octubre de 2014

CAPÍTULO 96: Y CORRER DICEN QUE ES COSA DE COBARDES

Tras recibir el alta, y bajo la premisa que en 2 o 3 semanas tendré que volver a que me revisen, me dispongo a ir a por mi ropa a la unidad del SAMUR incluida en el hospital. Por lo que he podido saber, mis compañeros tenían ganas de verme. Del que no me apetece saber nada es de Borja que, por lo que me han contado, ha salido en una entrevista diciendo que mi imprudencia podía haberle costado la vida a alguien, que soy un inconsciente, y un largo etcétera. Voy acompañado por Malú, no se si es lo adecuado, pero no se separa de mí, es imposible que le diga que no venga conmigo.
Al llegar, se levantan de las sillas como si hubieran visto a Dios y se dirigen hacia mí. Les saludo uno a uno.

-Tío, qué bien te veo no? – dice Boni emocionado – joder, menudo susto nos has pegado cabrón…

-Os asustáis de nada… - digo de broma -   

-Vaya vaya… - la voz de Borja suena a mi espalda – si está aquí el héroe… - dice con cierto tono de recochineo –

Malú se mantiene en un segundo plano, estaba sonriendo hasta que ha visto a Borja. No lo había visto nunca, pero imagino que, por lo que le he contado, sabe que es él.

-Hola Borja – digo intentando parecer simpático –

-Qué bien eh? Vuelves a salir en la prensa… - sigue con ese tono que me irrita – el héroe que sobrevive a un accidente aéreo y salva a una niña de un incendio… te ponemos una plaquita en la unidad?

-Borja… he venido a por mi ropa y a saludar… - digo intentando escabullirme de esa conversación –

-Sabes la bronca que me ha caído por tu culpa? – dice serio –

-Quizá la bronca te ha caído porque has salido en la prensa echando mierda encima de uno de tus médicos mientras yo estaba en la UCI – digo con tono seguro –

-Deberías plantearte tu profesión… uno no es médico para salir en la televisión…

-El que debería plantearse su profesión eres tú – le señalo con el dedo –

-Yo? Eres tú el que viene con su novia famosa a pasearse por esta unidad, como si esto fuera un plató de televisión…

-De qué vas? – escucho a Malú a mi espalda pero me giro y le hago un gesto para que pare –

-Basta Borja, no estoy para aguantar las tonterías que sueltas por la boca… - digo yendo hacia mi taquilla, bajo la atenta mirada de mis compañeros –

-Vuelve a contestarme así y no vuelves a trabajar en mi unidad – me amenaza –

-Tu unidad? – digo sonriendo, ya me he cansado de esta gilipollez – por supuesto que no voy a volver a trabajar en tu unidad… - camino hacia él decidido – dimito – digo frente a él –

Un silencio sepulcral se adueña de la sala. Borja me mira incrédulo, no se esperaba eso.

-Sabes Borja? Me haces mucha gracia – digo riendo – te crees con el derecho de reprochar la forma de trabajar a los demás cuando tú no eres capaz de hacer una guardia en condiciones…

-No te consiento…

-No me consientes qué Borja? Quién te crees que eres? – digo todavía frente a él – todos nos hemos dado cuenta que evitas ponerte turnos en días complicados porque en realidad sabes que no eres capaz ni de hacer una rcp. – miro a mis compañeros, que me miran ojipláticos – ellos no te lo dicen porque les gusta este trabajo y lo necesitan, y tú, como buen tirano, te aprovechas de eso… pero sabes una cosa? Ni intentando humillar a tus compañeros vas a poder disimular que eres un pésimo médico. – me mira sin saber qué decir – cuántas veces han llegado quejas del trato a pacientes? Y cuántas veces eran tus pacientes? – sonrío irónicamente – quizá te sirvió ser amigo del director del hospital para llegar al cargo donde estás… pero te recuerdo que ese amigo tuyo está inhabilitado por múltiples negligencias… - pone cara de incredulidad – con la nueva dirección y con las cagadas que haces, no creo que llegues ni a navidades como jefe de esta unidad… - sonrío al ver la cara que está poniendo - qué te creías? – digo riendo – que eres el único que sabe de la vida personal de los demás? – me giro hacia mi taquilla, dándole la espalda – deberías aprender a dejar de mirar con lupa lo que hacen los demás y esforzarte por hacer bien tu trabajo… o quizá no quieres esforzarte porque no te gusta trabajar aquí – me giro hacia él – y si no te gusta tu trabajo, la puerta está abierta para todo el mundo… - cojo la caja que contiene mis pertenencias – mírame a mí, no me apetecía nada seguir viéndote la cara a diario, no me apetece seguir jugándome la vida en una ambulancia, expuesto a cualquier cosa… sin un jefe que saque la cara por nosotros cuando hacemos bien nuestro trabajo… así que me largo… - digo sonriendo mirando a Malú – tengo más vida fuera de esa ambulancia… la pregunta es si tu la tienes… porque no lo parece… - me abrocho la chaqueta – si la tuvieras, no estarías tan amargado en ese despacho.

Malú me mira boquiabierta. No tenía decidido qué hacer, pero todo lo que he dicho es verdad.

-Bueno chicos… - me dirijo a mis compañeros – ha sido un placer trabajar con gente tan válida como vosotros, de verdad…  – digo sonriendo – y no os olvidéis que vosotros sois los que le salváis el culo a vuestro jefe… si no es por vosotros, esta unidad se habría cerrado hace tiempo. Hablamos de acuerdo? – asienten con una medio sonrisa en la cara, imagino que he dicho todo lo que ellos querían decir desde hace tiempo – Suerte Borja – le miro totalmente destensado –

Le hago un gesto a Malú que me mira todavía contrariada. Se pone a andar a mi lado mientras salimos de allí.

-Pero qué estás haciendo? – pregunta en voz baja –

-Tener dignidad – digo orgulloso – estaba harto de ese gilipollas…

-Pero no puedes dejar que consiga que te vayas – dice indignada – para – me coge del brazo y me hace parar de andar – vuelve ahí dentro y dile lo que quieras, pero no renuncies.

-Malú, desde el primer día dije que nunca me ha gustado trabajar en una ambulancia… él es solo una razón más para dejar esto…

-Pero…


-Hablamos en casa de acuerdo? – comienzo a andar de nuevo y escucho como anda detrás de mí, algo enfadada - 


-Deja de poner esa cara tan seria anda… - digo mientras me siento en el sofá – bufff… - suspiro – que a gusto se queda uno cuando hace lo que quiere hacer…

-Me parece fatal lo que has hecho… - dice con tono serio –

-Fatal? – pregunto extrañado –

-No puedes dejar un trabajo así…

-Malú, estoy de baja… eso les da tiempo para buscar a alguien… no les he dejado tirados… además – me incorporo en el sofá – por qué te enfadas? No decías que querías ver como no todo me daba igual?

-Es que no lo entiendo… - dice enfadada – eres buen médico y dejas que ese gilipollas se salga con la suya…

-Salirse con la suya? – comienzo a reirme – Malú, yo no me voy a joder por joder a otro… además, ya está jodido… durará poco como jefe…

-Pues por eso mismo, vuelve, plantale cara y quédate allí a trabajar con el nuevo jefe…

-Y dale… - resoplo frustrado – que odio trabajar en una ambulancia Malú… - suspiro – y, afortunadamente, puede permitirme elegir donde trabajo…

-Tus ahorros no son eternos Quique… y cuántas veces te he dicho que no tienes que pagar nada en esta casa? Y te empeñas en hacerlo… y ahora rechazas el trabajo… yo es que no lo entiendo…

-Es por el dinero? – sonrío – Vale, hay una cosa que no te he contado verdad? – me mira extrañada – Malú… tengo muchos ahorros… muchos… - remarco la palabra – desde hace mucho tiempo, cuando he trabajado no ha sido por el dinero, sino porque me encanta mi trabajo. Pero no la ambulancia…

-Y dale, pero eso también es ser médico Quique…

-A ti qué música te gusta hacer? La que tu eliges o la que te imponen porque da dinero? – me mira alzando una ceja – esto es lo mismo… - niega con la cabeza – vale, siéntante… no te he contado una cosa porque apenas le doy importancia… y se me olvida la mayoría de las veces…

-Sorpréndeme – se sienta en el sofá con gesto resignado – por mucho que me cuentes, va a seguir pareciéndome mal lo que has hecho…

-Lo vas a entender enseguida… - sonrío – hace 3 años… tuve un golpe de suerte – me mira extrañada – Alex y yo jugábamos todos los fines de semana a la quiniela… desde hace muchísimos años… y nunca habíamos ganado nada… y, un día, se nos fue la pinza, y pusimos los resultados más inverosímiles… - sonrío al recordarlo – que perdía el Barça, el Madrid, y todos los que, en teoría, suelen ganar… y acertamos…

-Cómo que acertásteis? – me mira sorprendida –

-Pleno al quince – sentencio – y esa semana había bote acumulado de la semana anterior… un pastón vamos…

-Pero… cuánto es un pastón? – pregunta contrariada –

-Mucho… - sonrío – nos lo repartimos Alex y yo… hacía poco que había nacido Rocío… me alegré más por ellos que por mí. – me enciendo un cigarro – y empecé a cumplir sueños que tenía... y los de mi familia… - sonrío – pagué la hipoteca de mis padres… me compré el ático… mi coche… le regalé un viaje a mi hermana… ayudé a mis tíos a tapar agujeros… y me sobró… me sobró mucho…

-Pero por qué no me has contado esto? – dice indignada –

-Pues porque tengo el dinero ahí… pero no lo necesito, no lo he tocado desde todo eso… yo seguí trabajando Malú… seguí trabajando porque me gustaba trabajar en urgencias, en mi hospital, con mis compañeros, con mis pacientes… y el dinero que ganaba me daba de sobra para vivir bien y para echar una mano a mis padres… no hice compras extravagantes, solo usé el dinero en devolverle a mis padres todo lo que se habían sacrificado para que tuviera la profesión que yo quería tener… te sorprendería saber hasta donde se endeudaron para que yo me sacara la carrera… - niego con la cabeza recordándolo – soy de familia humilde, qué quieres? Estoy acostumbrado a no gastar... - río levemente - ese dinero lo guardé para lo que pudiera pasar… por si estaba mucho tiempo en paro, por si mi familia lo necesitaba… nunca se sabe… y mira…

-Para, que estoy flipando… - me roba un cigarro –

-No suelo contar esto… pero porque se me olvida, te lo prometo… más que nada porque también ahorré mientras trabajaba, del dinero que cobraba, y tengo bastante solo con eso para vivir bien durante bastante tiempo… - doy una calada – mucha gente me decía, tómate un año sabático, viaja, no trabajes… pero por qué tengo que hacer eso? Yo seguí con mi vida normal, y mi vida normal era mi trabajo, el trabajo que siempre había soñado. Y el que tenía en la ambulancia es todo lo contrario Malú… - suspiro – sabes la presión que se siente cuando tienes una vida en tus manos? – baja la cabeza – pues imagínate fuera del hospital, dependiendo del tráfico para que alguien no se te muera. Hay cosas que me han pasado que no te he contado para no asustarte… - me mira frunciendo el ceño – pero lo del incendio es solo un ejemplo de todas las veces que te pones en peligro al trabajar ahí. Y no quiero eso. Ya no. – sentencio -  hace años… - recuerdo – me ofrecieron hacer algunas guardias en una de las unidades de mi hospital… pues bien, no hubo un turno en el que no pasara miedo. Han llegado a apuntarme con una pistola.

-Como? – me mira asustada –

-En una reyerta hace algunos años… llegamos nosotros antes que la policía porque nos avisaron y uno de ellos estaba herido, casi de muerte… y el amigo nos estuvo apuntando con la pistola, gritando que si se moría, nos mataba allí mismo. – me mira boquiabierta – no es el trabajo de mis sueños… y no me gusta tratar a alguien y dejarle en el hospital para que otro se encargue, y no saber más de él. A mi me gusta el trato diario con la gente Malú, el tranquilizarles, el hacer que dejen de estar enfermos… de manera continua, no solo los primeros 30 minutos… y tengo la suerte de poder elegirlo… de poder trabajar porque me gusta, y no por dinero…

-Dios… tengo un novio rico… - reflexiona de manera graciosa – por eso nunca me dejas que te invite a cenar… - me río – y por eso te has empeñado en hacerte cargo de todos los gastos…

-Bueno, eso lo haría aunque no tuviera un puto duro… soy un caballero… - me pongo en modo chulesco –

-Me vas a decir cuánto te tocó?

-Jajajajaja! – me río con ganas – te lo digo si dejas de hacer preguntas y vamos ya a la habitación… - pongo cara insinuante – un día y medio es demasiado tiempo sin hacerte el amor…

Me mira sorprendida, con una media sonrisa, y, sin decir nada, se lanza a besarme. Al fin.

martes, 28 de octubre de 2014

CAPÍTULO 95: QUE ME QUIERES SIN MEDIDA

-Ahí estás incómoda Malú… - digo serio – no sé por qué no te has ido a casa…

-No piensas lo que dices… - se acomoda en el sofá que es de todo menos cómodo – te tengo que explicar otra vez por qué me quiero quedar?

-Pero si es que no me pasa nada… solo me tienen en observación, nada más… - digo restándole importancia –

-Claro, claro… - dice con tono irónico – por eso te han hecho millones de pruebas…

-Por prevención Malú… no exageremos…

-Exagerar? – se pone de pie al lado de la cama – te metes en un edificio en llamas y te descuelgas con una cuerda desde un segundo piso, con mi ahijada en brazos, te desmayas, te ponen un tubo en la garganta porque no puedes respirar… y es exagerado que quiera quedarme aquí esta noche? – dice con tono enfadado – deja de quitarle importancia…

-Lo del tubo en la garganta también fue por prevención… - me mira como queriendo asesinarme – vale… ya me callo…

-Mejor – deja un beso en mi frente – a dormir, venga…

-Pff… - resoplo – cualquiera se duerme, llevo todo el día durmiendo…

-Eres el peor paciente que he visto en mi vida, te lo juro… - se deja caer en el sofá – mucho peor que yo…

-Eso lo dudo mucho… - digo para picarle –

-Deja de picarme quieres? – me dice de manera borde –

-No te enfades anda… - alarga mi mano para tocar la suya – ven, que te hago un ladito aquí – me hago a un lado en la camilla –

-Estate quieto que te vas a quitar los cables… - se levanta del sofá de nuevo –

-Deja de echarme la bronca… - suplico sonriendo – túmbate aquí, si cabemos los dos…

-Esa cama es para que duermas tu, que eres el enfermo… - dice convencida – no me mires así… - le miro haciendo un puchero – joder… - pone los ojos en blanco – pero solo hasta que te duermas…

-Vale mami… - digo de broma – ves? – la abrazo – así mucho mejor, dónde va a parar… - escucho como se ríe tímidamente – así me curo yo en un momento…

-Qué tonto que eres… - se abraza a mí, poniéndose de lado –

Nos quedamos unos segundos en silencio. Cierro los ojos medio sonriendo. Me gusta tanto cuando se abraza a mí así…

-Te has asustado mucho verdad? – digo comedido –

-Más de lo que crees… - alza su mirada y vuelve a bajarla para abrazarse a mí, esta vez un poco más fuerte – Cuando ha salido el médico a decirnos que estabas bien… me he desmayado…

Abro los ojos de par en par, sorprendido. Me hago a un lado para mirarle y alza de nuevo su mirada hacia mí, algo avergonzada.

-Eso es verdad? – pregunto incrédulo –

-Ha sido la tensión… - susurra excusándose – según Jose, he recuperado la conciencia en seguida pero estaba muy alterada y me han dado algo para tranquilizarme… pero de eso no me acuerdo…

-Pero… - me corta –

-Estoy bien… pero he pasado mucho miedo… - suspira – he tenido una pesadilla horrible… - frunzo el ceño, intrigado – no me apetece hablar de eso…

-No me lo vas a contar? – suspira de nuevo –

Malú me narra su pesadilla entre tímidas lágrimas. Se me hace un nudo en la garganta importante al notar su miedo conforme lo cuenta y al ver su cara… ha soñado que me moría… joder, es hasta tétrico…

-Te juro que he sentido hasta como se me iba la pinza… ha sido muy real… - dice sollozando –

-No ha sido real Malú… - digo tiernamente –

-Ya… pero lo que he sentido si que ha sido real… sé que me hubiera pasado así…

-No digas eso anda… - me siento algo incómodo –

-Me da miedo sentir esto… - su tono suena a confesión – me da miedo necesitarte tanto…

Su confesión es la más sincera que he escuchado en mi vida. Me necesita. De repente, siento un sentimiento de responsabilidad que me inunda.

-Por qué te da miedo? – acaricio su pelo tiernamente –

-Porque si… - río sin querer – no sé explicarlo… quizá es porque no me había pasado nunca con nadie… es como si supiera que si te pasa algo… no podría seguir con mi vida por mucho tiempo que pasara…

-No me gusta que te sientas así… - digo serio –

-Y qué quieres que haga? – responde algo incómoda –

-No me gusta que te dé miedo… - intento retomar el tono dulce – aunque a mi me da el mismo miedo que te pase algo a ti… pero bueno…

-Entonces por qué me riñes? – dice riendo levemente – normalmente esto pasa cuando llevas más tiempo no crees?

-Nuestra relación y el tiempo nunca han tenido demasiada lógica… - digo divertido – vivimos juntos casi desde el primer momento…

-A mi me gusta eso… - dice mirándome – tú lo único que tienes que hacer es dejar de hacerte el héroe… - alzo mis cejas – que a este paso vas a salvar a toda la familia De Lucía tú solito…

-Jajajajaja – estallo en una carcajada –

Me mira riendo y se incorpora para dejar un dulce beso en mis labios. La máquina comienza a pitar de nuevo. Qué hija de puta, voy a romperla o a desenchufarla. Noto como Malú se está riendo bastante antes de deshacer el beso.

-Oye, a ver si va a venir la enfermera… - dice riéndose – así que te aceleras cuando me acerco eh? – dice insinuante –

-No pongas esa voz, quieres? – me quejo – me perturbas…

-Tú espera que te den el alta, que verás cómo te voy a perturbar… - vuelve a poner ese tono insinuante en la voz –

-Para… - escucho los pitidos de la máquina de fondo y Malú estalla en otra carcajada –

-Me encanta esa máquina – dice riendo – me la voy a llevar a casa…

-Eres mala… - me muevo en la cama y noto la sensación de querer ir al baño urgentemente – joder…

-Qué pasa? – se incorpora asustada –

-Me meo… - hago un intento para levantarme –

-A donde crees que vas? – se levanta rápidamente de la cama – quieto – me apunta con el dedo mientras entra en el baño – toma…

-No pienso mear ahí – señalo esa especie de probeta –

-Quique, no empecemos otra vez, con todos esos cables no puedes levantarte al baño.

-Pues me aguanto y no meo – me cruzo de brazos –

-O la metes tú aquí o te la meto yo… - frunce el ceño – jajajajajaja!

-Jajajajaja! – me llevo la mano a la entrepierna – hija de… - me quejo – que me meo joder…

-Ha sonado fatal… - dice riéndose todavía – pero es la realidad…

-Es asqueroso mear ahí Malú… - vuelvo a quejarme –

-Venga Quique… con lo que a ti te gusta meterla… - reprime una carcajada – jajajaja! No me obligues… - me apunta con el dedo – vas a mear aquí quieras o no…

-Anda trae – le quito de las manos la cuña – no mires… - la miro de reojo y veo como parece convulsionar de la risa – eres una cabrona…

-Jajajajaja! Me encanta ponerte nervioso… - intenta girarse –

-No mires cojones! – me quejo – maldita sea, a saber quien ha metido aquí la polla joder…

-Pfhghhh – escucho como intenta no reírse –

-Tú sigue…

Un silencio incómodo es roto por el sonido del chorrillo que hago al mear. Sigue convulsionando de la risa. Qué pérdida de la dignidad más absoluta.

-Esto es denigrante… - vuelvo a quejarme –

-Ya? – se da la vuelta – Quique, te la he visto casi tantas veces como tú mismo, no sé por qué te da vergüenza…

-Ay pues no sé… - pongo tono de inocencia – quizá es porque no suelo mear con alguien delante… - digo irónico - Me estoy muriendo del asco… - coge la cuña muerta de la risa –

-Qué poco sufrido eres para ser médico… - se dirige al baño, escucho como se lava las manos – anda toma – me da una toallita – no vayas a desmayarte del asco…

-Recuérdame que proponga otro tipo de utensilio para mear… pobres pacientes…

-Podría haber sido peor… podrías haber tenido ganas de…

-Vale – la corto – procuraré no tener ganas si quiero conservar la poca dignidad que me queda…

-Luego soy yo la exagerada… por dios Quique, que solo es pis… - se acerca a la cama – y es tuyo además…

-Si yo estoy sufriendo por ti…

-Pues por mí no sufras que yo te cuido con todo el gusto del mundo… - me da un beso en la boca –

-Esto refuerza nuestra relación sin duda… - se ríe – si has cogido la cuña y no te ha dado asco… podemos hasta casarnos…

-Ah si? – me mira insinuante – iba a decir que es un poco pronto para casarnos, pero teniendo en cuenta que en 6 meses ya te he visto mear en una cuña… pronto no es… en todo caso, tarde…

-Qué cabrona que eres, en serio… - sonrío de medio lado -

-Anda – sigue riéndose – vamos a dormir, que mira que hora es… - pega el sofá a mi cama y se sienta en él – si necesitas algo me avisas, que como vea que te intentas levantar… - me mira con tono amenazante –

-Lo que usted diga jefa… - sonrío – anda, dame otro beso…


-Uno solo eh? Que te aceleras… - pongo los ojos en blanco mientras se ríe - 

CAPÍTULO 94: VUELVO A RESPIRAR PROFUNDO

Abro los ojos que parecen estar cubiertos por algo pesado. Al abrirlos, veo a mi hermano a mi lado, mirándome asustado.

-Estás bien? – se acerca a mí, cogiéndome la mano –

Me siento desorientada. Dónde estoy? Parece el hospital, pero no consigo saber qué hago allí? De pronto, la imagen del cuerpo de Quique sobre esa camilla viene a mi mente y me pongo a llorar.

-Eh… ya está… - Jose me abraza – ha sido una pesadilla… tranquila…

-Dónde está Quique? – pregunto, suplicando por dentro que me diga que está bien –

-El médico ha dicho que en un rato podremos pasar a verle… pero tienes que serenarte… - me coge la cara – te duele la cabeza?

-Ha sido todo un sueño verdad? – digo angustiada – dime que ha sido todo un sueño… - suplico –

-El qué Malú? – pregunta extrañado –

-Quique está vivo verdad? – pregunto con más miedo del que he sentido jamás –

-Claro – contesta sin entender nada – se pondrá bien según ha dicho el médico…

Unas ganas de llorar más fuertes que las de antes se apoderan de mis ojos. No sabía si era real lo que había visto o era fruto de mi mente. Mi hermano me abraza sin decir nada, como entendiendo parcialmente lo que ha pasado.

-Ha sido horrible… - digo sollozando – le he visto ahí… y no se movía…

-Ya pasó Malú… - me acaricia el pelo – te has dado un buen golpe al desmayarte… habrá sido eso…

Me he desmayado. Joder, apenas recuerdo las palabras del médico. Apenas recuerdo detalles de lo que ha pasado en las últimas horas. Es como si hubiera cogido un libro y hubiera leído una página de cada 10, no soy capaz de enlazarlo todo. Me duele la cabeza, mucho además.

Me han ordenado quedarme tumbada en esa cama un rato más. Por lo visto, he tenido un bajón de tensión importante, supongo que por el susto que he pasado. No dejo de pensar en la pesadilla que he tenido… ha sido tan real… incluso he tenido la sensación de haberme vuelto loca en el sueño por la muerte de Quique. Y sé que es exactamente lo que habría pasado además. Empiezo a pensar que no ha sido un sueño sino uno de esos flashback pero al revés, en los que te ves en el futuro o algo así. No sé, estoy empezando a desvariar, no quiero estar más en esta cama. Me levanto sigilosamente, intentando no despertar a Jose.

-Dónde crees que vas? – me mira mi hermano con un ojo abierto solamente – a la cama

-Pero Jose…

-Ni Jose ni nada – me corta – que menudos sustos me dais entre todos joder – sonrío sin querer –

-Como está Lucía? – pregunto preocupada –

-La niña está mejor que todos nosotros… es alucinante… - mi hermano niega con la cabeza –

-No me puedo creer lo que ha pasado… - digo rascándome la cabeza –

-Lo que ha pasado es que tienes un novio que tiene un par de huevos y está como una puta cabra… eso es lo que ha pasado… - sonrío sin poder evitarlo – Dios los cría y ellos se juntan… - pone los ojos en blanco –

-Se puede? – llaman a la puerta – hola, cómo estás?

-Bien… - contesto al médico que acaba de entrar –

-Bueno, parece que solo ha sido un desmayo propio de situaciones de tensión… todo lo demás está bien… incluso ese golpe en la cabeza – me señala y me llevo instintivamente la mano ahí – Vamos a dejar a Quique aquí esta noche.

-Qué? – pregunto asustada – por qué?

-Tranquila… - pone una mano sobre mi hombro – es solo el protocolo… cuando ocurren intoxicaciones por humo de este tipo… - habla con voz pausada – aunque el paciente esté bien, se queda en observación, estará mejor vigilado…

-Pero está bien? – sigo asustada –

-Si, incluso está consciente… aunque algo aturdido… parecía más grave cuando llegó, pero de momento, las analíticas se han normalizado… aunque, como digo, hay que tenerle en observación.

-Quiero verle – me dispongo a levantarme pero el médico me lo impide –

-No hasta que te tranquilices… - me sonríe tiernamente – podrás pasar a verle un rato si me haces caso…

-Ya estoy tranquila – finjo serenidad – la niña como está?

-Estupendamente… le vamos a dar el alta en unas horas – dice con voz sosegada mientras le miro como suplicando que me deje ir a ver a Quique – está bien… vente conmigo a la UCI, pero con tranquilidad de acuerdo? – asiento – 

Joder, qué poco me gusta estar al otro lado. Ser el paciente es lo peor que te puede pasar sin duda. Es mucha incertidumbre, aunque en mi cabeza sepa perfectamente los pasos que están siguiendo conmigo. Me dejarán esta noche aquí lo más seguro. La UCI es un lugar inquietante, parece que no hay nadie, pero en cuanto pita una máquina, aparecen médicos y enfermeras de debajo de las piedras. El silencio es atronador. Me aburro como una puta ostra. Joder, me encuentro bien, me podrían llevar a una habitación al menos… con la mascarilla de oxígeno debo parecer Darth Vader como mínimo. Me río sin querer al pensarlo. Que me quiten ya esto joder, al menos que me pongan el oxígeno de la otra manera, no con esta mascarilla, que parece que estoy enfermo de verdad.

Ahora en serio, pensándolo seriamente, he estado a punto de palmarla... una vez más... Creo que acabo de decidir que no voy a volver a trabajar ni en el SAMUR ni en ningún otro lugar que implique tener que subirte a una ambulancia e ir a encontrarte con Dios sabe qué. También influyen mis idas de olla. Tenía un tutor hace tiempo que me decía que tenía alma de bombero, que me iba la marcha. Se equivocaba, aunque pueda parecerlo.

La niña parece que está bien, aunque me quedaría más tranquilo si me dejasen verla, pero entiendo que este lugar no es sitio para que un niño lo visite. Y Malú? Estaba allí, estoy seguro, aunque recuerde más bien poco. Recuerdo escuchar como gritaba mi nombre cuando estaba a punto de bajar por aquella cuerda. Joder, es que lo pienso y es todo tan absurdo… si que tengo un poco de alma de bombero… Tiene que estar asustada conforme es ella. Seguro que la ha montado intentando entrar aquí a verme, está loca. Sonrío.

-Doctor, tiene visita – la puerta se abre sin avisar y me asusta –

Tras una bata verde y no se cuantas cosas más de ese color, la veo. Está hasta guapa. Cómo se puede estar guapa con ese traje absurdo que hay que ponerse para entrar a la UCI? Camina lentamente hacia mí, parece un poco sorprendida.

-Os dejo solos – el médico desaparece de la habitación –

-Hola jefa… - mi voz resuena contra aquella mascarilla… ahora si que me siento Darth Vader –

Sin decir nada, viene lentamente hacia mí y se deja caer sobre mi cuerpo. Está llorando. Pobre, ha tenido que pasar un mal rato, y más aún al verme así. Caigo en la cuenta del sonido que hay en la habitación. Una máquina pita cada vez que mi corazón late. Se me ha acelerado un poco al verla, me siento gilipollas. La verdad es que la imagen que ha tenido que ver al entrar es un poco chocante, con todos esos aparatos rodeándome, la mascarilla… se ha asustado más si cabe. Acaricio su pelo y creo sentir corrientes que pasan desde mis dedos hasta todo mi cuerpo. Sigue llorando desconsoladamente, así que decido prescindir un segundo de la mascarilla.

-Eh cariño… - digo quitándome la mascarilla –

-Qué estás haciendo? – alza la mirada de repente – vuelve a ponerte esto – coge la mascarilla y me la coloca –

Cojo un mechón de su pelo y lo aparto. Me quedo mirándola unos segundos. Me mira con los ojos empañados, con la respiración típica de cuando estás llorando.

-No vuelvas a darme este susto nunca más me oyes? – me reprocha –

-Lo siento… - digo sonriendo tiernamente -

-Estás bien? – pregunta sollozando –

-Si… - asiento – ahora que estás tu aquí, si… - acaricio su cara –

Vuelve a poner esa cara que es la antesala del llanto. Ese puchero de nuevo, con su barbilla temblando, me puede. Vuelve a hundir su cara en mi pecho, abrazándose a mí como si de eso dependiera su vida. Tan grave he estado?

-Oye… no llores más va… que estoy bien… no me he muerto ni nada… - bromeo –

-No vuelvas a decir eso… - me mira seria, todavía llorando – ni en broma…

-Eh… - acaricio su cara, pero hace un gesto como que no le ha gustado nada – perdona…

-Pff… - resopla y vuelve a abrazarse a mí – si te pasa algo me muero Quique…

-Pero no me ha pasado nada… - sonrío – la mascarilla no me la puedo quitar para darte un beso verdad?

-Idiota… - por fin sonríe – ven… - me la quita cuidadosamente – te quiero…

Inmediatamente después de esa frase, me besa. Me besa sin ninguna pretensión, sin querer ahondar más en mis labios. Un beso inocente, pero cargado de cosas que no alcanzo todavía a comprender. Supongo que si que es verdad que ha pasado miedo. Tras el beso, vuelve a ponerme la mascarilla.

-Eh, no es justo… yo quiero más… - me quejo como un crío pequeño –
-No, que ya he escuchado como pita eso cuando me acerco… - dice alzando una ceja –

Qué putada la máquina esta. Y qué guapa está cuando sonríe, aunque sea con esas prendas de color verde que siempre me han parecido un atentado contra la dignidad humana.

-Perdón – llaman a la puerta y el médico entra – siento interrumpir, Quique, venía a decirte que te vamos a subir a planta y que vas a pasar la noche aquí…

-Es necesario? – me quejo –

Hombre… la pregunta es bastante absurda. Rodeado de máquinas y con una mascarilla en la boca, qué pretendo? Irme a casa? Si parezco Ramón Sanpedro como mínimo. El doctor sonríe ante mi pregunta y asiente.

-Sabes que es mejor que estés aquí, aunque las analíticas estén bien en principio.

-En la habitación si que puedo quedarme con él verdad? – pregunta Malú –

-Si, en la habitación puede quedarse una persona a dormir… pero solo una – Malú asiente – bueno, os dejo un momento, pero en seguida tendrás que salir, de acuerdo? – vuelve a asentir – Ah, me han dado recuerdos tus compañeros del SAMUR – sonrío y alzo mi pulgar derecho -

-No pensarás quedarte aquí toda la noche no? – pregunto a Malú –

-No… qué va… - dice irónicamente – pensaba irme a casa y montar una fiesta… - pone los ojos en blanco –

-Pero tú sabes lo incómodo que es dormir en el hospital? – niego con la cabeza – estoy bien Malú…

-No se hable más – zanja la conversación – no me mires así que sabes que me voy a quedar a cuidarte… - me sonríe tiernamente - 

CAPÍTULO 93: SIN PODERTE DESPEDIR

Abro los ojos y veo los de mi hermano mirándome. Afino la vista y diviso un gotero a mi derecha. Vuelvo a mirar a mi hermano, me mira con pesar, serio.

-Estás bien cariño? – susurra en voz baja –

-Qué ha pasado? – alzo una de mis manos a mi cabeza, que me duele como si me hubieran pegado con un martillo –

-Te has desmayado… - dice mi hermano sin mirarme – llevas unas horas durmiendo…

-Joder… - me quejo descolocada – unas horas? – pregunto asustada – y Quique? Te han dicho algo más los médicos?

Mi hermano me mira intensamente y baja la cabeza apretando los labios. Frunzo el ceño, qué es lo que pasa? Se da la vuelta y me da la espalda, cruzando sus brazos, resoplando.

-Jose… qué pasa? – pregunto cada vez más asustada –

-Malú… - resopla – Quique…

Observo como parece reprimir un suspiro. Vuelve a no mirarme. Me incorporo en la cama, asustada, cada segundo que pasa en silencio es un segundo que me está quitando de vida. No dice nada y eso no es bueno. Por mi mente pasa esa terrible idea por primera vez. No, no es posible.

-Ha habido complicaciones… y… - le veo ponerse a llorar –

Comienza a costarme respirar. Lo que está intentando decirme es que Quique ha… No. Sacudo la cabeza. No, no puede ser. No puede estar muerto. No puede haberse ido. Tiene que ser como en la playa. De repente, aparecerá. Jose me mira abatido y me abraza. No puede ser.

-Malú, no tienes por qué hacer esto – reniega mi hermano –

-Entiendes lo que digo? – alzo la voz – quiero verle. Quique no ha muerto, estáis todos equivocados.

-Hija… - mi madre intenta contenerme –

Los intentos de mi familia son en vano. Entro a aquella habitación donde hace un frío terrible, más del que nunca he sentido. Una camilla al fondo, alumbrada por una luz extraña, se alza en la sala. Sobre ella, lo que parece un cuerpo, cubierto con una sábana. Mis pasos son lentos. Sigo estando convencida de que todo es un error, debo estar loca. Es eso, me he vuelto loca. Y como Quique esté sobre esa camilla, me volveré loca del todo. Pero no va a pasar, porque no va a ser él. Es todo un error, yo sé que está vivo.

Llego hasta la camilla, con miedo pero con convicción a la vez. Acerco mis manos temerosas a la camilla y agarro la sábana. La destapo lentamente. Las manos dejan de responderme cuando su cara aparece ante mí.

-Quique… - toco su hombro, está helado – Quique… - veo turbio, se me han empañado los ojos de lágrimas – Quique, despierta… tenemos que ir a casa… - acaricio su cara, fría como el hielo – deja de asustarme quieres? Vamos… - le muevo sobre la camilla –

-Lo siento mucho Malú… - una voz a mi espalda aparece, es Vero – es culpa mía… yo debí entrar a por Lucía…

-Vero, esto no es verdad… - la agarro por la camiseta hacia mí – dime que no es verdad…

-Malú… - agacha la cabeza – lo siento… - agacha la cabeza, haciendo que me dé de bruces con la realidad –

-No… - niego con la cabeza – no… - miro hacia la camilla, donde yace Quique, totalmente inerte –

El grito que sale de mi garganta es el más fuerte que he soltado en mi vida. Me arrodillo en el suelo, sin dejar de gritar. Empujo a Vero, que intenta agarrarme, pero no quiero que nadie me toque. Me levanto enloquecida y agarro su cara, que sigue sin hacer ningún gesto.

-Despierta! – le grito – no me puedes hacer esto! – caigo con medio cuerpo sobre la camilla – no me hagas esto…

-Malú… - la voz grave de mi hermano aparece tras de mí – cálmate… vamos… - agarra mis manos y me aparta de la camilla –

-No… suéltame… - digo llorando – no está muerto… no puede ser Jose… no…

Observo a mi alrededor. Cientos de ojos me están mirando. Entre ellos, los de Lucía, totalmente vestida de negro, en brazos de Vero, que también viste igual. Miro a mi izquierda y veo el ataúd. Frunzo el ceño, qué ha pasado? Qué hago aquí?

-Dónde estamos? – pregunto contrariada –

-No teníamos que haberla traído mamá… - escucho a mi hermano, totalmente serio –

-Hija… no recuerdas dónde estamos? – agarra mi cara, como queriendo hacerme entrar en razón –

-Quién se ha muerto? – pregunto mirando el ataúd –

-Mami… - escucho la vocecita de Lucía, que se abraza a Vero, dándome la espalda –

-Vamos cariño… - mi hermano me agarra de los hombros – no deberíamos haberte traído…

-No… - me zafo de Jose –


Camino decididamente hacia el ataúd, noto las miradas de todos y como algunos se levantan. Sin pensármelo, levanto la tapa. Frente a mí, el cuerpo inerte de Quique me hiela la sangre. Comienzo a respirar con dificultad. Me giro para buscar la mirada de alguien que me explique que es lo que está pasando, hasta que lo recuerdo todo. Grito. Grito sin parar. Noto como me agarran de los brazos y las piernas y me sacan de allí. No puede estar pasando, siento que no soy capaz de razonar, como si no pudiera pensar. Esto tiene que tener una explicación, tiene que ser mentira, no puede ser real.

sábado, 25 de octubre de 2014

CAPÍTULO 92: DOY LA VIDA (III)

Me giro hacia la calle al escuchar mi nombre. Es su voz, sin duda.

-Ya está la tita gritando, como siempre eh? – digo intentando que la niña deje de estar nerviosa – no mires abajo de acuerdo?, todo va a salir bien, haz lo que te ha dicho el tito, agarrate a mi fuerte.

Noto como la niña me rodea todo lo que puede con sus brazos por el cuello, situándose entre mis brazos. Agarro la cuerda fuerte con mis manos y estiro, parece estable… todo lo estable que puede estar en este edificio. Respiro hondo varias veces, una vez me apoye totalmente en la cuerda, ya no habrá marcha atrás.

-Tito… - la niña solloza –

-No pasa nada mi vida… es un juego vale? Como cuando jugamos con Danka eh? Piensa en ella… - pongo mis pies sobre la fachada, notando como mi corazón late todo lo fuerte que puede – piensa en la tita jugando con Danka…

Maldita sea, cómo cojones he llegado a esto? Estoy colgando de un edificio en llamas con Lucía. Es surrealista, no puede estar pasando. Miro hacia abajo, error, no debería haberlo hecho. Joder, sale demasiado humo del edificio, es asfixiante, tengo que ser rápido. El viento hace que me tambalee cada vez más. Tanto, que una de las ráfagas me balancea y acabo dándome con el costado en la fachada. Las manos me fallan y dejo de apretar por un segundo la cuerda. Caemos a plomo pero vuelvo a cogerla con fuerza y vuelvo a pegarme por la inercia en la fachada. Como si me persiguiera alguien, muevo mis manos a lo largo de la cuerda, bajando a toda prisa. Como tarde mucho más, me desmayaré. Soy consciente del humo que he inhalado, no debe faltar mucho para que mis pulmones digan basta. Lucía no ha dejado de apretar sus manitas contra mí ni un segundo. 

Cuando pongo los pies en el suelo, siento una sensación de incredulidad inexplicable. Mis pies toman el control y comienzo a correr en dirección a la salida del patio. Me siento fatigado, como si de un momento a otro fuese a desmayarme. Unas manos me quitan de los brazos a Lucía y me sacan casi en volandas del patio. Fuera del colegio, solo soy capaz de dar un par de pasos antes de caer arrodillado. Segundos después, unas manos me rodean, unas manos que me resultan familiares.



Me abro paso entre toda esa gente. Siento que todo está ocurriendo a cámara lenta. Veo como se desploma de rodillas en el suelo y me asusto, me asusto mucho.

-Quique! – le abrazo – Quique, dime algo – alza la mirada, parece aturdido –

-Quique tío – un chico vestido con un chaleco amarillo – estás bien?

Un ataque de tos se apodera de él. Me asusta escucharle respirar así, parece costarle.

-Rápido, traedme el oxígeno! – grita ese chico que me mira fugazmente, algo asustado – Todo el mundo fuera, vamos! – ordena a la gente, que se agolpa en torno a él – vamos a tumbarle.

-Maldita sea… - otro hombre vestido de amarillo se acerca a nosotros – Quique tío, qué notas? Habla cojones! – grita desesperado –

Está tumbado en la acera, con la cara manchada de ceniza, la boca entreabierta. Su pecho sube y baja incesante, como luchando contra un peso.

-La niña… - susurra –

Lucía… dónde está Lucía? Alzo la mirada buscándola desesperadamente, pero no la encuentro.

-La niña está bien, pero dime cómo estás tú – dice el chico joven abriendo un maletín que han traído de la ambulancia –

-No puedo respirar… - susurra antes de que otro golpe de tos salga de su garganta –

-Qué pasa? – grito asustada al ver que Quique parece estar ahogándose –

-Avisa al hospital, rápido – dice uno de los médicos que se ha arrodillado junto a él – Quique, me oyes? – le da golpes en el hombro, pero no responde – me cago en la puta

Observo paralizada como todas esas personas vestidas de amarillo comienzan a explorarle. Le abren la boca, los ojos, parecen asustados, pero seguro que no lo están más que yo. Unas manos se posan en mis hombros. Me doy cuenta que sigo arrodillada, pero un poco más apartada del cuerpo de Quique, que sigue sobre la acera, inerte.

-Hay que intubarle – escucho como si fuera un sueño… o una pesadilla – es una intoxicación grave…

-Cógele una vía, rápido! – grita otro de ellos mientras veo como meten un tubo en su garganta –

-Malú, levántate del suelo cariño.

La voz de mi hermano suena a mis espaldas. No puedo creerme que esto esté pasando. Creo que no soy consciente de la situación, me siento como si no fuera dueña de mis actos. Me levanto casi sujetada por Jose, que me rodea con sus brazos sin decir nada. No puedo ni siquiera ponerme a llorar, solo observo la escena con los ojos bien abiertos, no puedo cerrarlos. Una camilla se acerca a nosotros. La tumban en el suelo y suben en volandas a Quique. Instantes después, ponen la camilla en pie. Uno de ellos, el primero que se ha acercado a nosotros, porta un ambú enganchado al tubo que sale de su garganta. Como si mis piernas se activasen de repente, corro detrás de la camilla.

-A qué hospital lo lleváis? – escucho la voz de mi hermano a mi espalda de nuevo –

No escucho siquiera la respuesta. Cuando quiero darme cuenta, estoy en el coche. Mi hermano conduce sin articular palabra. No sé qué ha pasado, no sé como he llegado dentro del coche, solo recuerdo la imagen de Quique inconsciente, con un montón de tubos y cables a su alrededor. Un latigazo me sacude el pecho, me recorre centímetro a centímetro, matándome por dentro.

De nuevo no sé cómo he llegado aquí. Creo que debo estar en shock o algo así. Estoy sentada en una silla, en el hospital, en una sala de espera a la que no recuerdo haber entrado. Miro a mi alrededor asustada, como si acabase de despertarme. Mi hermano me mira preocupado y se arrodilla frente a mí.

-Estás bien? – pregunta –

Asiento casi sin querer. Cómo voy a estar bien? Dónde está Quique? Por qué no nos dicen nada? Me levanto de la silla inquieta. No puede haberle pasado nada, no sería justo. No estoy viviendo este momento como debería ser, ni siquiera se si nos han dicho algo o no… es como si hubiera perdido la memoria inmediata de repente.

-Lucía está bien, he hablado con Vero, la han dejado pasar a verla.

Me giro asustada hacia Jose. Lucía, mi niña. Ni siquiera me había dado cuenta que no nos habían dicho nada de ella. O quizá nos lo han dicho y no me he dado cuenta. Me ha superado la situación. Me ha superado mucho. No me había sentido tan perdida en mucho tiempo. Es una sensación horrorosa la de no saber qué hacer. Vuelvo a sentarme, al lado de Jose, quizá buscando sentirme arropada. Como si me leyese la mente, me abraza y dejo caer mi cabeza sobre su hombro. Inexplicablemente no me sale llorar, creo que no soy capaz de sentir otra cosa que no sea miedo, pero no puedo expresarlo, lo único que puedo hacer es estarme quieta, es lo único que me permite mi cuerpo.

Un médico, al que reconozco porque porta una bata blanca, entra en la sala de espera. Nos busca con la mirada hasta que nos divisa y viene hacia nosotros. Como si tuviera un muelle en la silla, me levanto y voy hacia él. No digo nada, solo le miro.

-Son los familiares de Quique verdad? – mi hermano asiente, yo no puedo ni pestañear – Quique está estable, ha sufrido una intoxicación por humo grave, pero está bien.


No puedo escuchar nada más, veo como sigue hablando pero no escucho nada, solo un pitido en mis oídos. Siento como las piernas me fallan y empiezan a aparecer unas luces delante de mí. Me siento mareada. Mi hermano me mira asustado, y ese médico también. Y todo se vuelve negro. 

CAPÍTULO 91: DOY LA VIDA (II)

-Y entonces ponemos un pasillo central, grande, que ocupe bastantes metros, más largo que el normal… - propongo –

-Me parece bien… es una forma de hacerlo diferente…

-Ay, de verdad Jose, apaga la tele que no me concentro – me quejo –

“Nos llegan imágenes de un suceso que está ocurriendo en este momento en pleno centro de Madrid, conectamos con nuestros compañeros”

“Un incendio está asolando varios bloques de edificios y un colegio. Los bomberos han intentado controlar la situación pero el viento en la capital lo está haciendo difícil. Una de las imágenes más impactantes nos llega desde el colegio. En este momento, un hombre, creemos que sanitario, permanece asomado a una ventana, con una niña.”

-Joder… parece grave… - susurra Jose –

Miro con atención la televisión. El vaso de agua se me cae al suelo cuando enfocan a ese hombre. Es Quique. Me quedo paralizada un instante, mirando la televisión.

-No es posible… - susurra Jose –

Torpemente, salgo corriendo del salón, agarro las llaves del coche y abro la puerta a toda prisa.

-Malú, dónde vas? – escucho a Rubén -



-Eh! – grito por la ventana – lanzadme una cuerda! – grito a los bomberos, que me miran contrariados – una cuerda o algo para poder salir de aquí, maldita sea!

Se movilizan, a una distancia prudencial. Siguen sin poder acercarse con la escalera, la fachada del colegio está realmente dañada, no aguantaría. El camión apenas llega a la mitad del patio, imposible que llegue a una distancia prudencial de la ventana. La única salida es que uno de ellos se arriesgue a acercarse y consiga lanzarme algo con lo que descolgarme. Es la única idea que se me ha ocurrido, y sigue sonando peor de lo que sonaba en mi cabeza, pero no podemos estar más tiempo aquí, Lucía apenas puede respirar, tengo que sacarla como sea.

Observo como los bomberos hablan entre ellos mirándome, parecen nerviosos. Hago aspavientos, necesito rapidez, las llamas no tardarán en dominar el colegio entero. Y las llamas del edificio de mi izquierda tampoco.

-Cariño, escúchame vale? El tito va a asomarse a la ventana, pero no va a pasar nada, vamos a salir de aquí – digo poniendo un pie en el marco de la ventana – haz caso en todo lo que te diga de acuerdo? – la niña asiente totalmente aterrorizada –

-No tito – grita cuando me ve subirme a la ventana –

-Vamos joder! – grito sujetándome al marco –

Veo uno de los bomberos adentrarse en el patio, con cautela. Porta lo que creo que es una cuerda.

-Voy a intentar lanzártela de acuerdo? – me grita desde abajo, a unos metros de distancia –

El primer intento resulta ser un fracaso, casi me caigo al intentar alcanzarla. Me apoyo en la ventana, asustado. Joder, casi me mato.

-Date prisa! – apremio al bombero –

El bombero vuelve a lanzarme la cuerda, esta vez con más fuerza. Consigo agarrar el extremo, pero me resbalo. Siento el vértigo por un momento. De nuevo, casi vuelvo a matarme. He escuchado el grito de la gente que se agolpa en las inmediaciones del colegio. Creo que no soy consciente de la gente que debe haber observando la escena. Tras esto, una parte de la fachada de la derecha se desploma.

-Vete! – grito al bombero que me mira dudando un segundo – Vete maldita sea!

Los compañeros del bombero gritan para que se aparte y, finalmente, accede, sin dejar de mirarnos. Vuelvo a entrar al aula, portando la cuerda. Observo bien la estancia, tengo que encontrar un sitio sólido donde atar el extremo, un sitio del que no vaya a desprenderse. Deshecho la idea de atarla a cualquier mesa o silla. Miro las paredes, ningún perchero me servirá. Decido finalmente atarla a la persiana. Arranco la parte metálica para atar la cuerda por dentro y así asegurarme que no se va a soltar.

-Lucía, ven cariño – la niña me mira asustada y algo aturdida – escucha, quiero que te agarres a mí con fuerza de acuerdo?

-Me da miedo tito… - dice inocentemente –

-No tengas miedo de acuerdo? Todo va a ir bien… ven aquí – me quito mi cinturón y se lo ato a ella, atándomelo después al brazo – quiero que te agarres fuerte a mí, como cuando nadamos en la piscina vale? – la niña asiente –

Pongo un pie de nuevo en el marco de la ventana y la niña tira de mí atemorizada.

-No tito, me da miedo… - dice tosiendo –

-Lucía, no tienes que tener miedo vale? Estoy aquí contigo, no vas a caerte cariño – me mira no muy convencida – te voy a llevar con mami eh? – digo todo lo dulce que puedo, mirando alrededor, los ruidos que escucho no me gustan –


-Dios mío… - susurro con hilo de voz al ver la columna de humo – para Jose, para! – grito y casi me lanzo del coche en marcha –

Corro por la calle despavorida hacia el colegio. Siento miedo, más del que he sentido nunca. Cientos de personas se agolpan en la calle. Veo cámaras de televisión pero me dan igual, tengo que verle, tiene que estar bien, tiene que haber salido de allí.

-Vero! – grito al verla –

-Malú, Quique está con Lucía, ha entrado a buscarla – apunta hacia la ventana con el dedo – no puedo… no puede ser… - respira agitadamente, está acompañada por un chico con un chaleco de la ambulancia –

-Ahí está! – gritan a mis espaldas señalando a la ventana –

Veo como se sube al marco, con Lucía en brazos. Observo fugazmente el colegio, parece tambalearse. No puedo creer que esto esté pasando. Estoy paralizada mirando hacia él.

-Quique! – grito con todas mis fuerzas – 

CAPÍTULO 90: DOY LA VIDA (I)

-Quique, tenemos un aviso, un bloque de edificios está ardiendo – Pedro entra como una exhalación a la sala de descanso y hace que casi se me caiga el café –

-No me jodas… vamos Boni! – ordeno al enfermero –

-Han avisado a más unidades, por lo visto ha sido una explosión… - me narra mientras subimos a la ambulancia – el bloque está al lado de un colegio, también les ha afectado la explosión y están evacuándoles.

Voy en la ambulancia con el corazón encogido. Esto es lo que no me gusta de esta profesión, el no saber con lo que te vas a encontrar. Una columna de humo se alza ante nosotros, me quedo paralizado. Nos miramos un segundo, sorprendidos. Aquello es más grande de lo que imaginábamos. Bajamos a toda prisa de la ambulancia y nos acercamos a la carrera a las unidades de policía que ya están organizando un operativo.

-Qué ha pasado? – pregunto a uno de los policías –

-Por lo visto una fuga de gas. Ha habido una explosión y el fuego se ha extendido al resto de edificios… a los bomberos se les está haciendo imposible controlar el fuego. En el colegio ha habido otra explosión… no sabemos qué ha pasado…

Miro hacia el colegio. Están saliendo niños a toda prisa, las cenizas y las llamas acechan el tejado. Otra explosión nos hace apartarnos. Parte de los escombros ha caído sobre el tejado del colegio de 3 plantas.

-Joder… - susurro –

-Vale, escuchadme, ningún médico entra solo a ninguno de los edificios de acuerdo? Hemos conseguido evacuar muchos vecinos pero no sabemos cuántos pueden quedar, dos unidades vais a ir al colegio con dos unidades del Samu…

Oigo a ese policía como si estuviera lejos. Mis ojos no pueden apartarse de ese colegio, que ha comenzado a arder. Me ordenan que mi unidad se encargará de los niños del colegio. Por un momento, temo que queden algunos dentro. Al llegar a la puerta, me doy cuenta de la magnitud de los hechos. Los niños lloran, buscando a sus madres, que se agolpan desesperadas en la puerta. Me abro paso como puedo hasta que veo a una mujer que me resulta familiar.

-Vero?! – grito –

-Quique! – me grita – Lucía no ha salido! No se donde está! – me agarra de los brazos con desesperación -

-Qué? – empiezo a sentir bastante miedo, miro hacia el colegio, del que sale humo y algunos niños todavía – quédate aquí me oyes? Entraré a buscarla.

Sin mirar atrás, sin escuchar los gritos de mi equipo ni de la policía, me adentro en el colegio. Me cruzo con algunos niños que salen despavoridos acompañados por algunos profesores. Algunos se dirigen a mí, pero solo les ordeno que salgan de allí, tengo que encontrar a Lucía. Le pregunto a uno de los profesores por las clases de los más pequeños. Tras mirarme con miedo, me indica donde se sitúan. Me advierte que han salido todos, pero no le escucho, no han salido todos, esa niña no. Abro la puerta de una de las clases.

-Lucía! – grito agachándome para mirar debajo de la mesa – Lucía, donde estás?!!

Comienzo a toser, el humo se agolpa en los pasillos. Escruto una por una las clases de ese pasillo donde ese profesor me ha dicho que estaban las aulas de los pequeños, pero no hay ni rastro de Lucía. Grito desesperado pero no hay respuesta. Entro a uno de los baños, con pocas esperanzas. Empiezo a sentir que me fallan las fuerzas y, por primera vez, pienso en la posibilidad de no encontrar a la niña. Hay demasiado humo y las llamas se van acercando a donde estoy. Me arranco un trozo de camiseta y lo mojo en el lavabo para ponerlo en mi boca y poder respirar. Me giro y, como si alguien me lo hubiera ordenado, abro los lavabos uno por uno. En el último, totalmente encogida al lado de la taza del váter, me encuentro a Lucía. Me arrodillo en el suelo, extasiado, la he encontrado y parece estar bien. Me mira con cara de pánico.

-Cariño… estás bien?

La niña no dice nada, solo me mira, como si estuviera en shock.

-Lucía… ven aquí cariño… soy Quique… - digo agachándome a su lado –

Como si pareciera que acaba de darse cuenta, Lucía se abraza a mí como si le fuera la vida en ello. Me levanto como puedo, me paro en el lavabo y le indico a Lucía que respire por ese trozo de tela, y salgo del baño.

Tras salir, observo como las llamas devoran el pasillo. Es imposible salir por ahí. Unas escaleras se alzan a mi izquierda, como única salida posible. Subo corriendo al piso de arriba, encontrándome con una parte del suelo casi derrumbada, imposible pasar por ahí, decido subir al segundo piso. El humo hace irrespirable el pasillo, Lucía está tosiendo sin parar, tengo que entrar en algún aula y abocarme a la ventana.

-Ya está mi vida… - abro una de las ventanas desesperado – tranquila cariño, todo va a ir bien eh? – me asomo a la ventana – eh! – agito los brazos – aquí!

Veo a policías y bomberos mirarme y movilizarse. A mi izquierda, una columna de fuego consume el edificio colindante. El viento hace imposible las maniobras de extinción por parte de los bomberos. Estoy realmente asustado, tengo que encontrar una salida, los bomberos ni siquiera pueden acercarse.

-Lucía, mírame… - la niña me mira aterrorizada – no dejes de respirar por ese pañuelo vale? – la niña asiente – voy a sacarte de aquí.

-Tengo miedo tito… - la niña se echa a llorar –

-No llores cariño… ven aquí… - la aupo a la ventana – respira por aquí – me mira aterrorizada mirando al suelo – no voy a soltarte… el tito va a sacarte de aquí cielo…

-Quique! – oigo mi nombre y agudizo la vista, es Boni – Tienes que salir de ahí! Se está derrumbando! – señala a mi derecha –


Me asomo y observo como la otra parte del colegio yace pasto de las llamas. Los bomberos se afanan en apartar a toda la gente de la valla mientras intentan extinguir parte de las llamas para acercarse, pero es imposible. Empiezo a sentir un pánico terrible. Cómo cojones voy a salir de aquí? Y, lo que es más importante en este momento, cómo voy a sacar a Lucía? Busco a Vero con la mirada, pero no alcanzo a verla. No ha sido buena idea subir al segundo piso, pero no he visto otra salida. Noto como mis pulmones están luchando por seguir filtrando oxígeno. Tengo que pensar algo, algo rápido, antes de que la desesperación se apodere de mí.