sábado, 25 de octubre de 2014

CAPÍTULO 90: DOY LA VIDA (I)

-Quique, tenemos un aviso, un bloque de edificios está ardiendo – Pedro entra como una exhalación a la sala de descanso y hace que casi se me caiga el café –

-No me jodas… vamos Boni! – ordeno al enfermero –

-Han avisado a más unidades, por lo visto ha sido una explosión… - me narra mientras subimos a la ambulancia – el bloque está al lado de un colegio, también les ha afectado la explosión y están evacuándoles.

Voy en la ambulancia con el corazón encogido. Esto es lo que no me gusta de esta profesión, el no saber con lo que te vas a encontrar. Una columna de humo se alza ante nosotros, me quedo paralizado. Nos miramos un segundo, sorprendidos. Aquello es más grande de lo que imaginábamos. Bajamos a toda prisa de la ambulancia y nos acercamos a la carrera a las unidades de policía que ya están organizando un operativo.

-Qué ha pasado? – pregunto a uno de los policías –

-Por lo visto una fuga de gas. Ha habido una explosión y el fuego se ha extendido al resto de edificios… a los bomberos se les está haciendo imposible controlar el fuego. En el colegio ha habido otra explosión… no sabemos qué ha pasado…

Miro hacia el colegio. Están saliendo niños a toda prisa, las cenizas y las llamas acechan el tejado. Otra explosión nos hace apartarnos. Parte de los escombros ha caído sobre el tejado del colegio de 3 plantas.

-Joder… - susurro –

-Vale, escuchadme, ningún médico entra solo a ninguno de los edificios de acuerdo? Hemos conseguido evacuar muchos vecinos pero no sabemos cuántos pueden quedar, dos unidades vais a ir al colegio con dos unidades del Samu…

Oigo a ese policía como si estuviera lejos. Mis ojos no pueden apartarse de ese colegio, que ha comenzado a arder. Me ordenan que mi unidad se encargará de los niños del colegio. Por un momento, temo que queden algunos dentro. Al llegar a la puerta, me doy cuenta de la magnitud de los hechos. Los niños lloran, buscando a sus madres, que se agolpan desesperadas en la puerta. Me abro paso como puedo hasta que veo a una mujer que me resulta familiar.

-Vero?! – grito –

-Quique! – me grita – Lucía no ha salido! No se donde está! – me agarra de los brazos con desesperación -

-Qué? – empiezo a sentir bastante miedo, miro hacia el colegio, del que sale humo y algunos niños todavía – quédate aquí me oyes? Entraré a buscarla.

Sin mirar atrás, sin escuchar los gritos de mi equipo ni de la policía, me adentro en el colegio. Me cruzo con algunos niños que salen despavoridos acompañados por algunos profesores. Algunos se dirigen a mí, pero solo les ordeno que salgan de allí, tengo que encontrar a Lucía. Le pregunto a uno de los profesores por las clases de los más pequeños. Tras mirarme con miedo, me indica donde se sitúan. Me advierte que han salido todos, pero no le escucho, no han salido todos, esa niña no. Abro la puerta de una de las clases.

-Lucía! – grito agachándome para mirar debajo de la mesa – Lucía, donde estás?!!

Comienzo a toser, el humo se agolpa en los pasillos. Escruto una por una las clases de ese pasillo donde ese profesor me ha dicho que estaban las aulas de los pequeños, pero no hay ni rastro de Lucía. Grito desesperado pero no hay respuesta. Entro a uno de los baños, con pocas esperanzas. Empiezo a sentir que me fallan las fuerzas y, por primera vez, pienso en la posibilidad de no encontrar a la niña. Hay demasiado humo y las llamas se van acercando a donde estoy. Me arranco un trozo de camiseta y lo mojo en el lavabo para ponerlo en mi boca y poder respirar. Me giro y, como si alguien me lo hubiera ordenado, abro los lavabos uno por uno. En el último, totalmente encogida al lado de la taza del váter, me encuentro a Lucía. Me arrodillo en el suelo, extasiado, la he encontrado y parece estar bien. Me mira con cara de pánico.

-Cariño… estás bien?

La niña no dice nada, solo me mira, como si estuviera en shock.

-Lucía… ven aquí cariño… soy Quique… - digo agachándome a su lado –

Como si pareciera que acaba de darse cuenta, Lucía se abraza a mí como si le fuera la vida en ello. Me levanto como puedo, me paro en el lavabo y le indico a Lucía que respire por ese trozo de tela, y salgo del baño.

Tras salir, observo como las llamas devoran el pasillo. Es imposible salir por ahí. Unas escaleras se alzan a mi izquierda, como única salida posible. Subo corriendo al piso de arriba, encontrándome con una parte del suelo casi derrumbada, imposible pasar por ahí, decido subir al segundo piso. El humo hace irrespirable el pasillo, Lucía está tosiendo sin parar, tengo que entrar en algún aula y abocarme a la ventana.

-Ya está mi vida… - abro una de las ventanas desesperado – tranquila cariño, todo va a ir bien eh? – me asomo a la ventana – eh! – agito los brazos – aquí!

Veo a policías y bomberos mirarme y movilizarse. A mi izquierda, una columna de fuego consume el edificio colindante. El viento hace imposible las maniobras de extinción por parte de los bomberos. Estoy realmente asustado, tengo que encontrar una salida, los bomberos ni siquiera pueden acercarse.

-Lucía, mírame… - la niña me mira aterrorizada – no dejes de respirar por ese pañuelo vale? – la niña asiente – voy a sacarte de aquí.

-Tengo miedo tito… - la niña se echa a llorar –

-No llores cariño… ven aquí… - la aupo a la ventana – respira por aquí – me mira aterrorizada mirando al suelo – no voy a soltarte… el tito va a sacarte de aquí cielo…

-Quique! – oigo mi nombre y agudizo la vista, es Boni – Tienes que salir de ahí! Se está derrumbando! – señala a mi derecha –


Me asomo y observo como la otra parte del colegio yace pasto de las llamas. Los bomberos se afanan en apartar a toda la gente de la valla mientras intentan extinguir parte de las llamas para acercarse, pero es imposible. Empiezo a sentir un pánico terrible. Cómo cojones voy a salir de aquí? Y, lo que es más importante en este momento, cómo voy a sacar a Lucía? Busco a Vero con la mirada, pero no alcanzo a verla. No ha sido buena idea subir al segundo piso, pero no he visto otra salida. Noto como mis pulmones están luchando por seguir filtrando oxígeno. Tengo que pensar algo, algo rápido, antes de que la desesperación se apodere de mí.

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