Abro los ojos y veo los de mi hermano mirándome. Afino la
vista y diviso un gotero a mi derecha. Vuelvo a mirar a mi hermano, me mira con
pesar, serio.
-Estás bien cariño? – susurra en voz baja –
-Qué ha pasado? – alzo una de mis manos a mi cabeza, que me
duele como si me hubieran pegado con un martillo –
-Te has desmayado… - dice mi hermano sin mirarme – llevas
unas horas durmiendo…
-Joder… - me quejo descolocada – unas horas? – pregunto
asustada – y Quique? Te han dicho algo más los médicos?
Mi hermano me mira intensamente y baja la cabeza apretando
los labios. Frunzo el ceño, qué es lo que pasa? Se da la vuelta y me da la
espalda, cruzando sus brazos, resoplando.
-Jose… qué pasa? – pregunto cada vez más asustada –
-Malú… - resopla – Quique…
Observo como parece reprimir un suspiro. Vuelve a no mirarme.
Me incorporo en la cama, asustada, cada segundo que pasa en silencio es un
segundo que me está quitando de vida. No dice nada y eso no es bueno. Por mi
mente pasa esa terrible idea por primera vez. No, no es posible.
-Ha habido complicaciones… y… - le veo ponerse a llorar –
Comienza a costarme respirar. Lo que está intentando decirme
es que Quique ha… No. Sacudo la cabeza. No, no puede ser. No puede estar
muerto. No puede haberse ido. Tiene que ser como en la playa. De repente,
aparecerá. Jose me mira abatido y me abraza. No puede ser.
-Malú, no tienes por qué hacer esto – reniega mi hermano –
-Entiendes lo que digo? – alzo la voz – quiero verle. Quique
no ha muerto, estáis todos equivocados.
-Hija… - mi madre intenta contenerme –
Los intentos de mi familia son en vano. Entro a aquella
habitación donde hace un frío terrible, más del que nunca he sentido. Una
camilla al fondo, alumbrada por una luz extraña, se alza en la sala. Sobre
ella, lo que parece un cuerpo, cubierto con una sábana. Mis pasos son lentos.
Sigo estando convencida de que todo es un error, debo estar loca. Es eso, me he
vuelto loca. Y como Quique esté sobre esa camilla, me volveré loca del todo.
Pero no va a pasar, porque no va a ser él. Es todo un error, yo sé que está
vivo.
Llego hasta la camilla, con miedo pero con convicción a la
vez. Acerco mis manos temerosas a la camilla y agarro la sábana. La destapo
lentamente. Las manos dejan de responderme cuando su cara aparece ante mí.
-Quique… - toco su hombro, está helado – Quique… - veo
turbio, se me han empañado los ojos de lágrimas – Quique, despierta… tenemos
que ir a casa… - acaricio su cara, fría como el hielo – deja de asustarme
quieres? Vamos… - le muevo sobre la camilla –
-Lo siento mucho Malú… - una voz a mi espalda aparece, es
Vero – es culpa mía… yo debí entrar a por Lucía…
-Vero, esto no es verdad… - la agarro por la camiseta hacia
mí – dime que no es verdad…
-Malú… - agacha la cabeza – lo siento… - agacha la cabeza,
haciendo que me dé de bruces con la realidad –
-No… - niego con la cabeza – no… - miro hacia la camilla,
donde yace Quique, totalmente inerte –
El grito que sale de mi garganta es el más fuerte que he
soltado en mi vida. Me arrodillo en el suelo, sin dejar de gritar. Empujo a
Vero, que intenta agarrarme, pero no quiero que nadie me toque. Me levanto
enloquecida y agarro su cara, que sigue sin hacer ningún gesto.
-Despierta! – le grito – no me puedes hacer esto! – caigo con
medio cuerpo sobre la camilla – no me hagas esto…
-Malú… - la voz grave de mi hermano aparece tras de mí –
cálmate… vamos… - agarra mis manos y me aparta de la camilla –
-No… suéltame… - digo llorando – no está muerto… no puede ser
Jose… no…
Observo a mi alrededor. Cientos de ojos me están mirando.
Entre ellos, los de Lucía, totalmente vestida de negro, en brazos de Vero, que
también viste igual. Miro a mi izquierda y veo el ataúd. Frunzo el ceño, qué ha
pasado? Qué hago aquí?
-Dónde estamos? – pregunto contrariada –
-No teníamos que haberla traído mamá… - escucho a mi hermano, totalmente serio –
-Hija… no recuerdas dónde estamos? – agarra mi cara, como
queriendo hacerme entrar en razón –
-Quién se ha muerto? – pregunto mirando el ataúd –
-Mami… - escucho la vocecita de Lucía, que se abraza a Vero,
dándome la espalda –
-Vamos cariño… - mi hermano me agarra de los hombros – no deberíamos
haberte traído…
-No… - me zafo de Jose –
Camino decididamente hacia el ataúd, noto las miradas de
todos y como algunos se levantan. Sin pensármelo, levanto la tapa. Frente a mí,
el cuerpo inerte de Quique me hiela la sangre. Comienzo a respirar con
dificultad. Me giro para buscar la mirada de alguien que me explique que es lo
que está pasando, hasta que lo recuerdo todo. Grito. Grito sin parar. Noto como
me agarran de los brazos y las piernas y me sacan de allí. No puede estar
pasando, siento que no soy capaz de razonar, como si no pudiera pensar. Esto
tiene que tener una explicación, tiene que ser mentira, no puede ser real.
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