Comenzaron a marcharse, pero los de siempre se quedaron. Mi
banda al completo, Alejandro y Raquel, Vero y Pastora. Pablo y Vane tuvieron
que irse, tenían promoción al día siguiente. El resto, compromisos varios.
Estaba tan contenta por haberles visto de nuevo. Todos iban a asistir al
concierto de dentro de 3 días, eso me ponía algo nerviosa, pero me gustaba la
idea de verles a todos ahí.
Decidimos entrar a la casa, en el jardín ya hacía algo de frío. Al entrar, mire el discreto piano al fondo del salón. Un regalo de mi
padre, para que aprendiese de una vez a tocar algún instrumento. Sonrío
levemente y niego con la cabeza, no lo ha conseguido. Miro a Quique, creo que
no se ha dado cuenta que está ahí. Estaría tan bien escucharle…
-Hermanita, sácate la guitarra anda, que la tienes cogiendo
polvo…
Mi hermano ha intentado tantas veces enseñarme… soy una
negada.
-Y el piano ahí, muerto del asco – dice Rubén con tono
indignado –
-Tienes un piano? – pregunta Quique ojiplático – por qué me
entero de eso ahora?
-Estaba esperando una ocasión especial para escucharte tocar
en directo… - me mira con las cejas alzadas – vale, es mentira, se me había
olvidado simplemente…
-Jajajajaja! – ríe –
-Bueno, haz los honores… - Alejandro le señala –
-Si hombre… - alza las manos diciendo que no – Rubén… -
señala con la cabeza el piano –
-Que no hombre que no, si
estoy harto de tocar el piano con esta dictadora – Malú pone gesto de
enfado – jajajaja! Es broma jefa…
-Ya… - pone cara de indignada –
-Lo que no entiendo es como, habiendo estado cuando
ensayamos, no te has lanzado a tocar el piano – dice Jose dirigiéndose a Quique
–
-Y yo que sé! Estáis trabajando… no me iba a poner yo ahí…
-Si no tocáis algo me voy a mi casa, que no estoy para
conversaciones… - dice Vero con un claro tono ebrio en la voz –
-Va hombre… - insiste Alejandro –
Quique me mira como pidiéndome ayuda, se que le va a dar
mucha vergüenza… pero me muero de ganas por escucharle. Se ha negado durante
estos días a tocar la guitarra y solo estaba yo, asi que ahora me imagino que
se querrá morir con esta gente delante. Le miro con cara de buena y resopla
resignado. He vencido, una vez más, mi cara de súplica no falla. Sonrío
ampliamente al ver cómo se levanta hacia el piano. Carraspea un par de veces,
mirándome con gesto de tierra trágame, no puedo parar de reirme.
Solo paro de reir cuando le escucho comenzar a tocar. Otra
cosa que hace bien, no me lo explico. Sus dedos se deslizan por las teclas del
piano como, desde hace semanas, se deslizan por mi cuerpo en nuestros momentos
de pasión. Me da la sensación que toca el piano con la misma dulzura, pasión y
deseo que me toca a mí, siento hasta celos. No se exactamente lo que está
tocando, pero suena perfecto. Miro fugazmente a Rubén que pone gesto de
sorpresa. Si él, que entiende de pianos, se sorprende, es que Quique es bueno,
no solo es que me lo parezca a mí. Dirijo mi mirada a Alejandro que está
recostado en el sofá, escuchando atentamente. Hace un gesto apretando los
labios como de total aprobación. Toca con tanta sensibilidad que asusta... es como si supiera cuando exactamente debe hacer una pausa y dejar que resuene una nota en el aire. Como si supiera que, haciendo eso, hace que quien lo escucha tenga el alma en vilo por saber qué nota viene después. No quiero ni pensar cuando Quique deje de
mirar hacia las teclas del piano y nos mire a nosotros. Se va a morir de la
vergüenza. Es que encima le gusta la música tanto como a mí… incluso los mismos
géneros.
Acabo de caer en la cuenta de qué canción está tocando. Es
de la bso de mi serie favorita. Recuerdo las veces que la sacamos a relucir en
la isla, cuando veíamos que era todo tan parecido a la ficción. Lo está
haciendo a propósito, quiere que llore. Oh dios, creo que voy a llorar, la está
tocando exactamente igual, incluso consigue hacer que no eche de menos el
violín que aparece de vez en cuando en la melodía. De pronto, me traslado a la
playa y le veo, sentado al lado del fuego, a mi lado, como cada noche hacíamos.
Yo no lo sabía, pero me estaba enamorando de él en ese momento. Con cada
historia que me contaba, con cada sonrisa que me arrancaba, con cada gesto de
cariño que tenía hacia mí, con cada palabra. Recuerdo nuestra improvisada
borrachera y cómo me confesó que había sido su amor platónico de juventud. Una
sonrisa mezclada con emoción se instala en mi cara, mientras unas tímidas
lágrimas esperan a acumuladas en mis ojos. Tengo grabado en la mente el momento
en que se quedó durmiendo después de aquel terrible dolor que le sorprendió
aquella noche, y cómo, casi entre sueños, me dijo que era preciosa. Otra vez
esa sonrisa melancólica. Todos los momentos con él han sido tan increíbles que
me siento egoísta. Me apiado de la gente que haya dejado escapar un hombre así.
Repaso en mi cabeza el momento en que el avión se estrelló… y cómo no se fue,
cómo se quedó conmigo. Recuerdo lo que me consoló que no se fuera. Me salvó.
Quizá aquello que pasó aquel día es lo que llaman destino. Quizá ese momento en
que me choqué con él en el aeropuerto, era un capricho del destino, un regalo
que me había reservado. Viene a mi mente la imagen de él volviendo a la playa y
siento una punzada en el estómago. Recuerdo lo que sentí en el pecho, como
latía mi corazón cuando le vi. Hasta puedo recordar como me rozaba la arena las
plantas de los pies mientras corría hacia él. Y su abrazo. El más sincero que
me han dado jamás. Tengo un nudo en la garganta, que va subiendo y bajando, no
lo puedo parar. De reojo, veo como Vero me mira casi con tanta ternura como
mira a Lucía cuando la observa. Me siento un poco tonta, pero estoy así de
emocionada por recordar todo lo que ocurrió. Como cuando me curó después de
haberme caído por la ladera de la montaña. O como cuando dejaba un beso en mi
frente cada vez que se iba a hacer alguna cosa. Nunca nadie me había tratado
así, me siento tan afortunada. Ahora sé que no me equivocaba al pensar que
podría haber perdido a alguien especial el día en que desapareció en el mar.
Ahora sé que no solo era especial, que era la mejor persona que había conocido
en mi vida. El recuerdo del momento en que vinieron a buscarnos y me abrazó con
tanta alegría que me levantó del suelo y susurró un “pequeña” pegado a mi, me
estremece. Tengo todos los pelos de punta en este momento.
Él sigue tocando de manera perfecta, nadie replica, nadie
habla, nadie se atreve siquiera a hacer ruido respirando. Supongo que se dan
cuenta que el momento está siendo de lo más especial. Le veo ahí, sentado en un
piano en el que muy pocas veces me he sentado y que ahora me parece tan mágico
que quiero aprender a tocarlo. Está concentradísimo, a veces sonríe
tímidamente, imagino que porque se da cuenta que recuerda la melodía sin
necesitar partitura. Quizá ha tocado esta canción otras muchas veces y está
recordando dónde lo ha hecho. Quizá es porque hacía tiempo que no tocaba el
piano, me lo confesó en la playa. Imagino que, para un músico, volver a tocar
tiene que ser especial, como para mí lo es cantar. Cada vez que paso tiempo sin
dar un concierto, y vuelvo a subir al escenario, tengo que hacer un trabajo
mental importante para que la emoción no me embargue. Sigue sonriendo conforme
va terminando la melodía y no puedo evitar que me contagie, aunque por mis
mejillas ya han caído varias lágrimas. Como si se tratara de una película, por
mi mente pasan flashes de estas últimas semanas. Nuestro primer beso, nuestra
primera vez… nuestro viaje… nuestras tardes tirados en el sofá abrazados… no
quiero ni pensar la cantidad de recuerdos que voy a tener cuando pase el
tiempo.
Nada más acabar me mira. Suelta un bufido y baja la mirada de nuevo
hacia el piano, algo avergonzado, creo
que verme llorar no le gusta. Pobrecito. Me levanto hacia él con esa risa que
se te pone cuando te emocionas por algo bonito y dejo un beso en sus labios. No
quiero mirar al resto, pero no puedo evitarlo. Nos están mirando con unas caras
que solo les faltan un montón de emoticonos con corazones en los ojos. Me río
sin querer.
-Emmm… será mejor que nos vayamos no? – suelta Pastora –
siempre me toca a mí decir estas cosas…
Una carcajada general hace acto de presencia en mi salón.
Escucho a mi lado como Quique ríe a carcajadas y niega con la mano.
-No no, aquí se tiene que sentar o Rubén o Alejandro, yo ya
he cumplido.
Rubén se levanta del sofá y va hacia el piano. Cuando llega
a la altura de Quique, le hace una reverencia.
-Joder… - espeta Alejandro – te acuerdas lo que te he dicho
antes? – se dirige a Quique – lo del arte… - Quique sonríe algo avergonzado –
pues eso…
-Madre mía… - dice Vero sonándose los mocos sin ninguna
compostura – no me había puesto tan sensible desde que Lucía me llamó mamá por
primera vez… - se ríe – yo te voy a matar Rick.
-Uhhh Vero se nos ha emocionado! – digo en broma para
quitarle hierro al asunto –
-Bueno va, tocad otra cosa antes de que ilumine todo Madrid con mi cara… - dice Quique con gesto gracioso mientras todos rien -
No hay comentarios:
Publicar un comentario