miércoles, 1 de octubre de 2014

CAPÍTULO 48: TE AMO POR ESO

Comenzaron a marcharse, pero los de siempre se quedaron. Mi banda al completo, Alejandro y Raquel, Vero y Pastora. Pablo y Vane tuvieron que irse, tenían promoción al día siguiente. El resto, compromisos varios. Estaba tan contenta por haberles visto de nuevo. Todos iban a asistir al concierto de dentro de 3 días, eso me ponía algo nerviosa, pero me gustaba la idea de verles a todos ahí.

Decidimos entrar a la casa, en el jardín ya hacía algo de frío. Al entrar, mire el discreto piano al fondo del salón. Un regalo de mi padre, para que aprendiese de una vez a tocar algún instrumento. Sonrío levemente y niego con la cabeza, no lo ha conseguido. Miro a Quique, creo que no se ha dado cuenta que está ahí. Estaría tan bien escucharle…

-Hermanita, sácate la guitarra anda, que la tienes cogiendo polvo…

Mi hermano ha intentado tantas veces enseñarme… soy una negada.

-Y el piano ahí, muerto del asco – dice Rubén con tono indignado –

-Tienes un piano? – pregunta Quique ojiplático – por qué me entero de eso ahora?

-Estaba esperando una ocasión especial para escucharte tocar en directo… - me mira con las cejas alzadas – vale, es mentira, se me había olvidado simplemente…

-Jajajajaja! – ríe –

-Bueno, haz los honores… - Alejandro le señala –

-Si hombre… - alza las manos diciendo que no – Rubén… - señala con la cabeza el piano –

-Que no hombre que no, si  estoy harto de tocar el piano con esta dictadora – Malú pone gesto de enfado – jajajaja! Es broma jefa…

-Ya… - pone cara de indignada –

-Lo que no entiendo es como, habiendo estado cuando ensayamos, no te has lanzado a tocar el piano – dice Jose dirigiéndose a Quique –

-Y yo que sé! Estáis trabajando… no me iba a poner yo ahí…

-Si no tocáis algo me voy a mi casa, que no estoy para conversaciones… - dice Vero con un claro tono ebrio en la voz –

-Va hombre… - insiste Alejandro –

Quique me mira como pidiéndome ayuda, se que le va a dar mucha vergüenza… pero me muero de ganas por escucharle. Se ha negado durante estos días a tocar la guitarra y solo estaba yo, asi que ahora me imagino que se querrá morir con esta gente delante. Le miro con cara de buena y resopla resignado. He vencido, una vez más, mi cara de súplica no falla. Sonrío ampliamente al ver cómo se levanta hacia el piano. Carraspea un par de veces, mirándome con gesto de tierra trágame, no puedo parar de reirme.


Solo paro de reir cuando le escucho comenzar a tocar. Otra cosa que hace bien, no me lo explico. Sus dedos se deslizan por las teclas del piano como, desde hace semanas, se deslizan por mi cuerpo en nuestros momentos de pasión. Me da la sensación que toca el piano con la misma dulzura, pasión y deseo que me toca a mí, siento hasta celos. No se exactamente lo que está tocando, pero suena perfecto. Miro fugazmente a Rubén que pone gesto de sorpresa. Si él, que entiende de pianos, se sorprende, es que Quique es bueno, no solo es que me lo parezca a mí. Dirijo mi mirada a Alejandro que está recostado en el sofá, escuchando atentamente. Hace un gesto apretando los labios como de total aprobación. Toca con tanta sensibilidad que asusta... es como si supiera cuando exactamente debe hacer una pausa y dejar que resuene una nota en el aire. Como si supiera que, haciendo eso, hace que quien lo escucha tenga el alma en vilo por saber qué nota viene después. No quiero ni pensar cuando Quique deje de mirar hacia las teclas del piano y nos mire a nosotros. Se va a morir de la vergüenza. Es que encima le gusta la música tanto como a mí… incluso los mismos géneros.

Acabo de caer en la cuenta de qué canción está tocando. Es de la bso de mi serie favorita. Recuerdo las veces que la sacamos a relucir en la isla, cuando veíamos que era todo tan parecido a la ficción. Lo está haciendo a propósito, quiere que llore. Oh dios, creo que voy a llorar, la está tocando exactamente igual, incluso consigue hacer que no eche de menos el violín que aparece de vez en cuando en la melodía. De pronto, me traslado a la playa y le veo, sentado al lado del fuego, a mi lado, como cada noche hacíamos. Yo no lo sabía, pero me estaba enamorando de él en ese momento. Con cada historia que me contaba, con cada sonrisa que me arrancaba, con cada gesto de cariño que tenía hacia mí, con cada palabra. Recuerdo nuestra improvisada borrachera y cómo me confesó que había sido su amor platónico de juventud. Una sonrisa mezclada con emoción se instala en mi cara, mientras unas tímidas lágrimas esperan a acumuladas en mis ojos. Tengo grabado en la mente el momento en que se quedó durmiendo después de aquel terrible dolor que le sorprendió aquella noche, y cómo, casi entre sueños, me dijo que era preciosa. Otra vez esa sonrisa melancólica. Todos los momentos con él han sido tan increíbles que me siento egoísta. Me apiado de la gente que haya dejado escapar un hombre así. Repaso en mi cabeza el momento en que el avión se estrelló… y cómo no se fue, cómo se quedó conmigo. Recuerdo lo que me consoló que no se fuera. Me salvó. 

Quizá aquello que pasó aquel día es lo que llaman destino. Quizá ese momento en que me choqué con él en el aeropuerto, era un capricho del destino, un regalo que me había reservado. Viene a mi mente la imagen de él volviendo a la playa y siento una punzada en el estómago. Recuerdo lo que sentí en el pecho, como latía mi corazón cuando le vi. Hasta puedo recordar como me rozaba la arena las plantas de los pies mientras corría hacia él. Y su abrazo. El más sincero que me han dado jamás. Tengo un nudo en la garganta, que va subiendo y bajando, no lo puedo parar. De reojo, veo como Vero me mira casi con tanta ternura como mira a Lucía cuando la observa. Me siento un poco tonta, pero estoy así de emocionada por recordar todo lo que ocurrió. Como cuando me curó después de haberme caído por la ladera de la montaña. O como cuando dejaba un beso en mi frente cada vez que se iba a hacer alguna cosa. Nunca nadie me había tratado así, me siento tan afortunada. Ahora sé que no me equivocaba al pensar que podría haber perdido a alguien especial el día en que desapareció en el mar. Ahora sé que no solo era especial, que era la mejor persona que había conocido en mi vida. El recuerdo del momento en que vinieron a buscarnos y me abrazó con tanta alegría que me levantó del suelo y susurró un “pequeña” pegado a mi, me estremece. Tengo todos los pelos de punta en este momento.

Él sigue tocando de manera perfecta, nadie replica, nadie habla, nadie se atreve siquiera a hacer ruido respirando. Supongo que se dan cuenta que el momento está siendo de lo más especial. Le veo ahí, sentado en un piano en el que muy pocas veces me he sentado y que ahora me parece tan mágico que quiero aprender a tocarlo. Está concentradísimo, a veces sonríe tímidamente, imagino que porque se da cuenta que recuerda la melodía sin necesitar partitura. Quizá ha tocado esta canción otras muchas veces y está recordando dónde lo ha hecho. Quizá es porque hacía tiempo que no tocaba el piano, me lo confesó en la playa. Imagino que, para un músico, volver a tocar tiene que ser especial, como para mí lo es cantar. Cada vez que paso tiempo sin dar un concierto, y vuelvo a subir al escenario, tengo que hacer un trabajo mental importante para que la emoción no me embargue. Sigue sonriendo conforme va terminando la melodía y no puedo evitar que me contagie, aunque por mis mejillas ya han caído varias lágrimas. Como si se tratara de una película, por mi mente pasan flashes de estas últimas semanas. Nuestro primer beso, nuestra primera vez… nuestro viaje… nuestras tardes tirados en el sofá abrazados… no quiero ni pensar la cantidad de recuerdos que voy a tener cuando pase el tiempo. 

Nada más acabar me mira. Suelta un bufido y baja la mirada de nuevo hacia el piano, algo avergonzado,  creo que verme llorar no le gusta. Pobrecito. Me levanto hacia él con esa risa que se te pone cuando te emocionas por algo bonito y dejo un beso en sus labios. No quiero mirar al resto, pero no puedo evitarlo. Nos están mirando con unas caras que solo les faltan un montón de emoticonos con corazones en los ojos. Me río sin querer.

-Emmm… será mejor que nos vayamos no? – suelta Pastora – siempre me toca a mí decir estas cosas…

Una carcajada general hace acto de presencia en mi salón. Escucho a mi lado como Quique ríe a carcajadas y niega con la mano.

-No no, aquí se tiene que sentar o Rubén o Alejandro, yo ya he cumplido.

Rubén se levanta del sofá y va hacia el piano. Cuando llega a la altura de Quique, le hace una reverencia.

-Joder… - espeta Alejandro – te acuerdas lo que te he dicho antes? – se dirige a Quique – lo del arte… - Quique sonríe algo avergonzado – pues eso…

-Madre mía… - dice Vero sonándose los mocos sin ninguna compostura – no me había puesto tan sensible desde que Lucía me llamó mamá por primera vez… - se ríe – yo te voy a matar Rick.

-Uhhh Vero se nos ha emocionado! – digo en broma para quitarle hierro al asunto –

-Bueno va, tocad otra cosa antes de que ilumine todo Madrid con mi cara… - dice Quique con gesto gracioso mientras todos rien - 

No hay comentarios:

Publicar un comentario