Decía la verdad. Como he podido ser tan tonta? Cómo he podido
desconfiar de él? Me siento tan sucia… no quiero imaginarme el daño que le ha
hecho que no confiase en él. Pienso en llamarle pero me da una vergüenza
tremenda. Lleva llamándome días y yo ni siquiera he dado señales de vida. Vero
me ha insistido, me lo ha explicado una y otra vez pero estaba ciega. No veía
la realidad. Cómo va a engañarme Quique?
Son las 4 am. Doy vueltas por la cama sin poder conciliar el
sueño. Cojo el móvil y, decidida, le escribo. Al momento, veo que se conecta. Y
se desconecta sin hablarme. Tengo muchas ganas de llorar. No quiere saber nada
de mí. Normal, le eché de casa, le llamé de todo, me arranqué el colgante, con
todo lo que eso significa, y no le he dejado explicarse. Y ahora, tonta de mí,
voy corriendo a buscarle cuando me han puesto la verdad en la cara. Y la verdad
la tenía él desde el primer momento. Soy una estúpida. Escucho como cae la
lluvia. Una tormenta de verano, de las que me gustan… y ahora la odio, odio
todo lo que me rodea.
Cuando pienso que voy a poder quedarme durmiendo por fin, el
sonido del timbre me asusta. Por un momento pienso en no levantarme, será algún
gamberro, son las 5am. Ante la insistencia, decido levantarme, temerosa por
quién podrá ser. Cuando llego al telefonillo y veo la cámara, se me para el
corazón. Abro a toda prisa. Su imagen, mojándose por la lluvia, andando hasta
mí, me paraliza. Llega hasta la puerta y se encuentra conmigo, observándole. No
sé qué decir, no sé qué hacer. Solo acierto a lanzarme a sus brazos. Ya está,
me ha perdonado, se acabó eso de sufrir, ya vuelve a estar conmigo.
Me separo de él para poder besarle. Me recibe, pero
noto algo extraño. Tras unos momentos besándonos, me coge de los brazos y me separa.
Su mirada no me gusta, me está asustando.
-Tenemos que hablar – dice serio –
No acierto a decir nada. Encamina el pasillo, resoplando,
rascando su cabeza. Está empapado. Se quita la chaqueta casi por obligación y
se apoya en el respaldo del sofá.
-Quique… yo…
-No… - no me deja seguir – cuando he visto tu mensaje lo
único que me apetecía era venir a besarte… y sigo teniendo ganas… - me acerco
pensando que se refiere a que quiere hacerlo – pero… - no sigue hablando –
-Pero qué? – pregunto temerosa –
-Pufff… - resopla – Malú… - resopla de nuevo – no puedo…
Ese “no puedo” cae sobre mí como un jarro de agua fría.
-No podía contarte esto por móvil. Tenía que venir…
-Siento mucho lo que pasó Quique, yo… - me apresuro en
intentar explicarme –
-Ahora debería de dejar que te explicases no? – su tono de
reproche, pero triste, me parte en dos – te quiero… - mira al suelo – no sabes
cuánto…
-Quique… - susurro –
-Pero… - me acaricia la cara fugazmente y luego aparta su mano y su mirada de mí – no me siento mejor después de
haber demostrado que no he hecho nada… - resopla – lo que me habría hecho
sentir mejor es que me creyeras…
-Pero Quique, yo pensé que…
-Yo pensé… - niega con la cabeza – te he dado algún motivo
para desconfiar de mí? Joder… no te demuestro nada todos los días? – alza un
poco el tono de voz – no me lo merecía Malú…
-Lo sé… lo siento… - intento acercarme a él pero me separa –
-Te aseguro que esto me va a doler a mí más que a ti… - dice
con tono triste – pero no puedo Malú… - me quedo muda, mirándole con miedo – no
puedo con esto… no puedo pensar en ti y ver la mirada del otro día… no me
dejaste ni explicarme, y lo que dije no sirvió de nada…
-Pero…
-No… - pone una mano entre nosotros – no confías en mí… y no
vale de nada todo lo que te demuestro todos los días… - intento hablar pero no
me deja – no ha valido de nada… a la primera de cambio me has echado y me has
llamado de todo…
-Quique, vi las imágenes y yo… - tengo muchas ganas de
llorar… me está dejando? –
-Tú qué Malú? – pregunta abatido – de verdad fuiste capaz de
pensar que voy a cambiarte por alguien? por alguien como esa? Que me voy a
olvidar de todo lo que ha pasado entre nosotros y me voy a ir con otra? – cada
pregunta que lanza, se me clava en el estómago – De verdad pensaste que soy
así? Un traidor? No me conoces?
No puedo contestar. Sé que tiene razón… pero no puede ser que
me esté dejando, no puede ser que, después de haberlo aclarado todo, me esté
dejando.
-Malú, cuando te he visto… - resopla y mira al suelo – tenía
tantas ganas de abrazarte… - noto cierto tono de rabia en sus palabras – pero
me has hecho demasiado daño…
Ahora si que me acaba de atravesar una estaca el corazón. Se
me acaba de partir. Incluso he notado como los pedazos iban cayendo al suelo.
Le he hecho daño. Más del que nadie le había hecho nunca. Jamás me había
sentido tan mal ni tan culpable.
-No puedo estar contigo como si nada… - suspira con rabia –
no puedo mirarte y saber que no confías en mí…
-Claro que confío en ti! – me apresuro a decir –
-No mientas… no lo has hecho… - dice triste – es mejor que
dejemos de vernos un tiempo.
Creo que voy a desmayarme. No puede ser. Me está dejando. Y
siento que no voy a poder convencerle.
-Quique… por favor… - suplico con lágrimas en los ojos –
-Voy a irme a casa… necesito salir de todo esto y estar
tranquilo… - su voz suena a excusa – si me quedo en Madrid, no podría soportar
no venir a verte.
-Quique…
Me acerco a él llorando. No se aparta. Me abraza, me abraza
muy fuerte. Noto como huele mi pelo, como hacía en la playa pensando que yo no
me daba cuenta. Cómo he sido tan estúpida de pensar que este hombre iba a
traicionarme? Le he perdido. Ese pensamiento hace que sienta un miedo tremendo,
que me estremezca, que se instala en mi corazón y hace que note las
palpitaciones.
-Te quiero… - vuelve a decirme – que no se te olvide vale? - acaricia mi pelo con cariño, solo un instante - Pero no puedo...
-Quique…
Le miro y, sin poder remediarlo, le beso. No se aparta, pero
noto como está tenso. Me separa despacio. Puedo ver sus ojos rojos, llenos de
lágrimas.
-Lo siento Malú… - cierra los ojos fuerte, mirando al suelo – tengo que irme…
Deja un beso en mi pelo y comienza a andar hasta la puerta.
Cuando casi ha salido del salón, saca un cordón de su
bolsillo. Lo deja encima de la mesa, sin mirarme. No puedo moverme, no me
responden las piernas. Veo el colgante encima de la mesa y no soy capaz ni de
cogerlo. Escucho la puerta y ese es el detonante para que mi cuerpo responda.
Y solo sabe responder llorando. Me dejo caer en el suelo, siento que no voy a
poder parar de llorar en horas. Le he perdido. Le he perdido por mi culpa.
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