Se cumplía el undécimo día de nuestra estancia obligada en
aquella isla. Se podría decir que nos habíamos adaptado a aquello, pero no nos
habíamos resignado a quedarnos allí ni mucho menos. Anthony cumplía todas las
mañanas su ritual. Intentaba encender alguno de los móviles que había
recuperado, pero todos estaban apagados o estropeados… no había manera de
hacerlos funcionar, por mucho que el joven se empeñara.
Como cada mañana, Malú se adentraba un poco en el agua para
pescar, junto a 2 o 3 personas más a las que había aleccionado, entre ellos a
mí. Se podría decir que nos habíamos hecho inseparables, todas las noches
hacíamos juntos el primer turno para cuidar del fuego, pero sin alcohol… mejor
sin alcohol… no habíamos vuelto a tocar el tema de mis estupideces cuando estoy
bajo el efecto de alguna droga. Muchas veces se arrancaba a cantar algo y los
demás la escuchaban desde sus “camas” por llamarlo de alguna manera. Sin duda,
creo que era el mejor momento del día cuando eso pasaba.
Aquel día era diferente… apenas lucía el sol y se intuían
unas nubes que se acercaban peligrosamente hacia nosotros. Unos relámpagos
comenzaron a hacer acto de presencia a lo lejos, en el horizonte. Nos mirábamos
contrariados, no sabíamos cuanto de grande sería aquella tormenta que se
avecinaba, ni si pasaría rozándonos o nos alcanzaría de lleno.
-Tiene mala pinta – escuché a Richard acercándose a mí –
-Lo sé… - mi gesto era serio –
-La gente ha recogido sus cosas, por si la marea sube – Malú
se acerca también a nosotros –
-Creo que no es buena idea quedarse en la playa – digo de
forma reflexiva –
-Rick… - dice Richard mirándome – lo que sea que decidamos
tiene que ser ya…
Miro a Malú, tiene una expresión de preocupación que hace
que me preocupe todavía más. Decido reunir a todo el grupo y entre todos
decidimos esperar, aunque no me parece la mejor idea. La tormenta nos da de
lleno, comienza a llover a mares. Decidimos desplazarnos entonces hacia el otro
extremo de la playa, la marea está empezando a acercarse a nosotros pero no nos
atrevemos a adentrarnos en aquella selva. Yo llevo el botiquín y un par de
cosas más. El resto lleva a cuestas todas sus pertenencias, o las pocas que
tienen.
-Rick! – grita Richard – mira las rocas!
Richard señala a las rocas que ya no quedan nada lejos y
empiezo a pensar que a cualquier sitio que vayamos, vamos a estar en peligro.
Las olas rompen furiosas contra aquel acantilado que parece que va a
resquebrajarse por la agresividad del mar.
-Atrás! No os acerquéis a las rocas! – Grito empapado por la
lluvia –
-Rick! – grita Richard – Dónde cojones vamos?
-No lo sé! – miro hacia arriba. Estamos debajo de los
árboles pero hace demasiado viento. Temo que se nos caiga algo encima – Vamos
un poco hacia la orilla, nos quedaremos entre los árboles y el agua aunque nos
mojemos! – grito con todas mis fuerzas –
Al movernos, una rama cae justo donde estábamos. Miro
instintivamente hacia Malú, que me mira asustada. Cuando pensaba que eso era lo
peor que podía pasarnos, veo como Juliet corre hacia la orilla, persiguiendo a
su osito que está siendo engullido por el mar.
-Juliet! – grito con fuerza -
Sin pensarlo, salgo en su busca, junto con su abuela, Malú,
y varias personas más que no alcanzo a contar, corren despavoridos a por la
niña. Les adelanto. Consigo alcanzarla ya con mis piernas cubiertas por el agua y se la entrego
a Malú, que sale corriendo en dirección contraria con la niña en brazos, pero me resbalo y no me da tiempo a correr. Una ola me alcanza de
lleno y me arrastra sin dejar que me levante. De repente, todo negro. Intento
salir a la superficie pero cuando lo consigo, otra ola me cubre por completo.
Escucho mi nombre entre gritos. Vuelvo a salir a la superficie y veo a Malú, a
lo lejos, correr hacia mí, pero otra ola, esta vez con más fuerza, me arrastra
del todo. Intento agarrarme a algo pero no encuentro nada. Lucho contra la
fuerza del mar todo lo que puedo, pero cada vez que salgo a la superficie es
para ver como me alejo de aquella playa irremediablemente.
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