Me despierto con un olor a mar que me embriaga. Abro los
ojos despacio y veo su pecho subir y bajar lentamente. Sonrío. Está dormido
profundamente. Acaricio despacio su torso desnudo. Ayer fue la mejor noche de
mi vida. Tras pasar un tiempo en la playa, sentados, hablando de todo y de
nada, haciéndonos carantoñas, regresamos a casa y, para no perder la costumbre,
empezamos una guerra de besos que acabó a altas horas de la madrugada. Me
siento como en una nube. Me trata tan bien, pendiente de mí pero sin agobiarme,
comportándose de una manera normal, sin extravagancias, sin excesos. Me estoy
enamorando, o, mejor dicho, me he enamorado como una tonta. Lo noto, sé perfectamente cuando empiezo a sentir cosas fuertes. Cómo no me voy a
enamorar? Es imposible no hacerlo. Enamorarme… yo… que dije que no volvería a
hacerlo nunca más, que no iba a volver a fiarme de nadie. Y llega él y lo pone
todo patas arriba. Escucho como su corazón late despacio, sosegado… me encanta
ese sonido.
Decido quedarme un rato más así, observándole. Me encanta hacerlo
cuando duerme, es tan mono, respira apenas sin hacer ruido, no ronca, es un
punto a su favor bastante importante. Río levemente al darme cuenta de todos
esos pensamientos. Tras unos minutos observándole, decido despertarle de la
forma más dulce posible. Me sorprendo a mí misma con esa actitud tan tontorrona… en el fondo, siempre he sido
una romántica, pero siempre me ha costado sacar todo ese romanticismo, supongo
que por falta de confianza o de seguridad. Con él sé que puedo ser como quiera,
no va a juzgarme. Comienzo a darle pequeños besitos en su pecho y subo hacia su
cuello despacio, como si no quisiera despertarle aunque, en realidad, me muero
por hacerlo. Mueve su cabeza un poco bajo mi risa tímida y decido seguir. Llego
hasta sus labios y dejo un tierno beso en ellos, en la comisura, y comienzo a
susurrarle al oído. Veo como se remueve lentamente y presencio esos momentos en
los que se va despertando. Me parece un momento tan íntimo que hasta me da
vergüenza vivirlo. Sin abrir los ojos, sonríe y acaricia mi pelo, sin decir
nada. Vuelvo a repartir besos por su cuello y por sus mejillas hasta llegar a
su boca, donde dejo pequeños besos y me quedo observándole. Sigue sonriendo
hasta que abre los ojos despacio, primero uno y después el otro.
-Buenos días guapo… - susurro mirándole –
-Mmmm… - se despereza tímidamente – buenos días cariño…
Me acaba de llamar cariño, medio dormido. No lo puedo
evitar, sigo besándole hasta que paso una pierna por encima de él. Se ríe
tímidamente.
-Esto si que es despertarse bien… - sonríe y abre los ojos
del todo por fin –
Le miro primero con gesto tierno y después con mirada
pícara. Resopla de manera graciosa y sonríe, ya sabe lo que quiero. Me agarra
de la cintura y me pongo encima de él, sin dejar de besar su cuello. Le oigo
resoplar. Ya no hay vuelta atrás. Parece que ya se ha despertado del todo y
comienza a besarme lentamente, acariciándome el pelo y bajando por mi espalda
hasta mi trasero. Lo aprieta contra él, de una manera que no sabría explicar.
No es sexo solamente, es bastante más, mi sensación es esa… me hace girar sobre
mí misma y se coloca sobre mí. Sin mediar palabra, comienza a repartir besos
por mi cuello, bajando por mis pechos, donde se detiene un buen rato mientras
comienzo a suspirar en voz alta.
Sigue descendiendo hasta mi abdomen, donde se
detiene también, dejando besos sonoros y no tan sonoros, hasta que desciende
donde tenía pensado en un principio. Siempre me hace lo mismo, yo sigo
sorprendiéndome, parece no cansarse de darme placer de esa manera. A estas
alturas mis suspiros se han tornado gemidos. Tiene una forma de tocarme, de
besarme, de comerme que jamás había tenido nadie. Alcanzo el cielo sin ninguna
dificultad, pero no se detiene, sigue en esa misma posición, con su cabeza
entre mis piernas, llevándome a sitios de donde nunca querría salir. Tras un
buen rato, decide volver a subir siguiendo el mismo camino hasta mi boca. Le
recibo con ansias, intento tocarle, devolverle todo aquel placer, pero no me
deja. No nos hemos dicho nada, no hace falta. Cuando quiero darme cuenta, ya
está dentro de mí, con ligeros movimientos al principio que empiezan a volverme
loca de nuevo. No deja de pasear su boca por mi cuello sin dejar de moverse,
cada vez más rápido.
No puedo pensar en nada, solo en que no pare nunca, aunque
mi respiración agradecería una tregua, y la suya parece que también. Comenzamos
a intensificar el ritmo, sin poder evitarlo, consigo girar sobre él y quedar
sentada a horcajadas sobre sus caderas. Las miradas que nos damos son
indescriptibles, es puro deseo, le deseo más de lo que he deseado nunca a
nadie. Lo mejor de todo es que en su mirada veo lo mismo. Se incorpora hasta
besarme y pasa sus manos por mi espalda, aferrándose a mí.
Comienzo a moverme
de nuevo y le escucho leves gemidos, me encanta. Vuelve a tumbarse sin dejar de
agarrarse a mis muslos, moviendo sus manos marcándome el ritmo. Al principio le
hago caso, pero luego voy por libre. Me siento libre, quizá debe ser eso. Libre
de hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera. Me mira sacando levemente
los dientes, respirando acelerado y, en un movimiento, vuelve a ponerme sobre
la cama. Las embestidas son tan fuertes, tan llenas de deseo, tan rápidas, que
creo que me va a dar un infarto. Los gemidos se transforman en gritos, gritos
de placer, no puedo evitarlo. Me agarro a su cuello, a su espalda, estoy al
borde del éxtasis. Cuando lo alcanzo, intento que pare un segundo, pero no me
hace caso, intuyo que es porque no puede parar. Segundos después, noto como se
tensa, suelta un leve pero intenso gemido y cae rendido sobre mí, con su cara
escondida en mi cuello.
Le escucho respirar, escucho sus latidos, ahora mucho
más acelerados que cuando despertó. Los míos supongo que van al mismo ritmo. Comienza
a dejar besos por mi cuello, con su respiración entrecortada, como queriendo
alargar aquel momento. Me agarro con una mano a su espalda y con otra a su
pelo, intentando retener aquello, aunque se que es imposible. Nos quedamos en
esa posición unos instantes, los suficientes para notar que su respiración va
normalizándose.
-Te quiero… - susurra respirando acompasadamente –
Mi pelo se eriza, como si acabase de salir de una piscina y
viniera una ráfaga de aire fresco. Acaba de decirme eso de verdad? Siento
tantas ganas de llorar…
-Quique… - intento frenar aquellas lágrimas pero me resulta
imposible, me siento tan estúpida –
-No podía más… tenía que decírtelo… - su tono suena a
disculpa –
Seguimos en esa posición, el con su cara enterrada en mi
cuello, respirando ahora algo más normal. Intento de nuevo que no me pille
llorando, pero no puedo, no puedo retener esas ganas de ponerme a llorar. Es
demasiado bonito todo, me da miedo, me acojona… y me encanta. Mi pecho comienza
a hacer pequeños espasmos, intento pararlos pero no hay forma, necesito llorar.
Lo ha notado, veo como me mira interrogante. Para entonces, unas pequeñas
lágrimas ya invaden mis ojos amenazando con caer por mis mejillas.
-Eh… - dice con tono suave – qué ocurre?
Acaricia mi mejilla suavemente y ya no puedo aguantar más.
Comienzan a caer lágrimas desde mis ojos. Me siento ridícula. Quique,
preocupado, comienza a dejar besos por mis mejillas, justo por donde están
cayendo todas esas lágrimas. Soy una llorona joder, me recrimino a mí misma.
-Oye… - sigue acariciándome –
-Quique… - le corto mientras lloro –
-Sé que es pronto… lo siento…
-Quique… - vuelvo a repetir llorando – no es pronto… -
intento recuperar el tipo –
-Entonces, qué pasa? – dice preocupado –
-Que yo también te quiero… - comienzo a llorar de nuevo –
soy una puta llorona joder… - me recrimino con rabia.
Veo como me sonríe enternecido y hunde su cabeza en mi
cuello de nuevo. Cuando consigo calmarme, le obligo a que me mire. Tiene los
ojos rojos, húmedos…
-Me lo has pegado joder… - ríe avergonzado – para ya…
Es ahí cuando confirmo que todo es de verdad. Que él es de
verdad. Que esto es de verdad. Y no pienso dejarlo escapar, es todo demasiado
especial, lo más especial que me ha pasado nunca. Tras besarnos lentamente,
sonriendo todavía algo avergonzados, deja su cabeza sobre mi pecho, justo como
hago yo con él. Me parece tan tierno que decido no moverme. Le abrazo. No se
qué hora es, pero no me importa, no me importa el tiempo que pasemos así. No
necesito nada más en este momento para ser feliz, más feliz que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario