sábado, 20 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 24: VÉRTIGO (II)

No sé cuanto tiempo he dormido en el avión, pero estaba cansadísimo. Abro los ojos lentamente y noto un peso sobre mi hombro, es ella, apoyada en mí, durmiendo también. Sin duda, esa es la posición que no voy a variar hasta que lleguemos a España. No pienso moverme, la quiero tener así todo el tiempo. Miro por la ventanilla, buscando algo más que nubes, y veo tierra. Al momento, el sonido del altavoz vuelve a irrumpir en el avión.



-Les habla el capitán. Tengo el placer de comunicarles que sobrevolamos territorio español. Bienvenidos a casa Rick y Malú.

Malú levanta su cabeza como un resorte y nos miramos. Me mira con cara de emoción, tanta que parece que va a llorar. 


Es una llorona, pero me encanta. Miro corriendo por la ventana sin soltarla de la mano. Nos miramos de nuevo. El resto aplaude, ya están más cerca de sus destinos. Juliet y Rose viven en Nueva York. Guillermo y sus padres en Mexico D.F., Richard en Londres, Anthony en un pueblecito pegado a Londres… el resto se reparte por la geografía europea. Nos miran ilusionados, igual que nos miramos Malú y yo.

Nos abrochamos los cinturones ante el aviso que vamos a aterrizar. Tras abrocharlos, Malú busca mi mano de nuevo y la aprieta fuerte.

-Ya estamos en casa jefa… - digo mirándola para tranquilizarla –



-Tú no me sueltes anda… - me suplica intentando disimular con una sonrisa la tensión –

Notamos como el avión empieza a perder altura progresivamente. Miro por la ventanilla, se ve tierra, no consigo distinguir lo que veo, pero sonrío como si pudiera distinguir mi casa entre todas aquellas montañas. Noto como Malú se aboca un poco hacia mí para mirar también. Por un momento, pienso en torcer mi cara hacia ella y quedarnos a escasos centímetros, pero decido que no, no sé por qué. Quizá por miedo. El mismo miedo que sentí anoche en la litera. El miedo a que, cuando aterricemos, todo acabe y eso que se supone que ha surgido, se desvanezca. Ni siquiera sé si ha surgido de verdad o solo en mi mente. Volvemos a sentarnos erguidos en el asiento y el aterrizaje se hace patente. 

Puedo diferenciar perfectamente el momento en que las ruedas de ese avión tocan suelo. Me estremezco, por fin ha terminado esta pesadilla. Mi mano no se separa de la de Malú, no quiero que lo haga. Siento vértigo al pensar en lo que nos espera… no sé por qué, me imagino el aeropuerto lleno de fotógrafos, de periodistas, de fans de Malú… me mareo de pensarlo. Menos mal que en el barco nos han dado ropa nueva… sino, parecería Tom Hanks. Cuando el avión se para, Richard inicia un aplauso que se hace unánime. Es quizá uno de los momentos más emocionantes que he vivido en mi vida.



-Ha sido un placer traerles de vuelta a casa. – se escucha la voz del capitán emocionado –

Una azafata sonriente llega hasta nosotros y nos indica que salgamos. Lo hacemos todos, la despedida supongo que vendrá después. Nos colocamos en la puerta, al lado de las azafatas que nos hacen pasillo. Malú y yo vamos los primeros. Noto como mi corazón palpita al borde del colapso, esos segundos que pasan desde que llegamos a la puerta hasta que se abre, se me hacen eternos. Justo antes de abrirse, noto que alguien roza mi mano y la entrelaza con la suya. 



Miro a la izquierda, es Malú que me mira sonriente. Así que voy a salir de este avión de la mano con ella. Me parece hasta romántico… demasiado para mi pobre corazón que ya no puede más. Cuando la puerta se abre, la luz que desprende el exterior, me ciega en un primer momento. Casi sin pensarlo, como si estuviera en modo automático, doy dos pasos, los que me separan de la puerta. Malú me sigue, aferrándose a mi mano, noto como la aprieta en señal de que ella también está nerviosa. Salimos al exterior y miro al cielo… un cielo azul, tremendamente azul, propio de una primavera a punto de acabar, de finales de Mayo. 



Bajo la mirada y veo tanta gente que me asusto. Miro hacia el edificio. El letrero del aeropuerto me hace convencerme de que estoy en casa, no hay duda. Me parece notar los flashes a través del cristal. El aeropuerto debe estar lleno de periodistas, pero no les han dejado llegar a la pista. Busco a mi familia entre tanta gente vestida de traje. Escucho a mi madre gritar y veo como vienen unas caras familiares. Creo que son los padres de Malú. Nos miramos sonrientes y soltamos nuestras manos para bajar a toda prisa esas escaleras y dejar que nuestras familias nos abracen. 

No sabría explicar la sensación. Les escuchaba llorar y no podía evitar contagiarme. Pensé en todo lo que habrían sentido al enterarse del accidente y todo lo que habrían pensado aquellos días. Miré furtivamente hacia Malú, que estaba casi sepultada por su familia. Al mirar a la derecha, mi corazón parece pararse. Alex y Marta, mis dos mejores amigos, esperan pacientes, llorando, con una niña en brazos. La dejan en el suelo y viene hacia mí corriendo mientras grita “Ito, ito” como ella me llama. Me arrodillo casi abatido por la emoción mientras espero a que llegue y me abrazo a ella, a ese cuerpecillo que apenas levanta unos centímetros del suelo y que tanto quiero. Lloro como si, de repente, me hubiese transformado en otro niño, como ella. 


Sus manecitas se unen por detrás de mi cuello y me levanto del suelo para recibir el abrazo de sus padres. Tras esto, dejo un beso sonoro en la mejilla de Rocío y me separo un poco de ellos. Alex me mira llorando. No es exagerar si digo que lo considero un hermano. Me da un abrazo que me parece que hasta contiene rabia por lo que supongo que habrán pasado al pensar que había muerto. No sé el tiempo que me tiro abrazado a él. 

Por si fuera poco, me espera otra emoción todavía más fuerte si cabe. Una que no me esperaba. A la izquierda veo como mi padre se acerca a una de las vallas… se la abren y le entregan un par de correas. Mis dos perros, un labrador y una más pequeña, sin raza, que recogimos hace ya muchos años de un albergue. Tiran de las correas al verme y mi padre los suelta. 


Vuelvo a caer arrodillado, sin dejar de llorar. Urko, el labrador, llega antes y se planta con sus patas en mis hombros. Me abrazo a él como si fuera una persona más y escucho como gime. Ahora me doy cuenta de lo que les había echado de menos. Al momento, llega Dharma. Lo sé, es un nombre muy friki, pero tenía que ponerle algo así a mi mascota. Se sube a mis brazos de un salto y me quedo un buen rato con ellos, llorando como si hiciera siglos que no las he visto. Cuando me levanto, no se despegan de mí, hasta pienso que no hace falta ni ponerles correa, no se van a ir. Miro buscando a Malú. Parece que a ella también le han traído a sus perros. Sonrío tiernamente y vuelvo a abrazarme con mi familia, que siguen totalmente emocionados. Tras unos minutos de total emoción, un hombre se me acerca y nos dice que está todo preparado.

-Preparado para qué? – pregunto extrañado –

-Para la rueda de prensa, están los periodistas ya en la sala

Abro mis ojos estupefacto. Una rueda de prensa? En serio? No, eso no es para mí. Seguramente se refiere a que Malú va a dar una rueda de prensa. La miro y está igual de contrariada que yo.

-No les han comentado nada?  - dice aquel hombre – Como iban a aterrizar aquí, hemos pensado que estaría bien que el resto descansara antes de emprender de nuevo el vuelo… pueden comer algo y entrar a la rueda de prensa todos juntos.

Bien. Analicemos la situación. Tiene su sentido, pero yo no se lo veo, estoy demasiado bloqueado por los acontecimientos. Decido reunirlos a todos para contarles lo que nos acaban de decir a Malú y a mí. Todos me miran extrañados, algunos hacen gestos con las manos como de no creérselo. Acordamos entrar todos juntos y contar un poco por encima lo que ha ocurrido, sin entrar en demasiados detalles. En especial, referentes a Malú. 

Antes de ir a la rueda de prensa, creemos conveniente hacer presentaciones. Mi familia y la de Malú miran con interés al resto de los supervivientes. Se los vamos presentando uno a uno. Amanda, tan intensa como siempre, se abraza a mi madre como si le fuera la vida en ello y no para de repetir cosas sobre mí que hacen que me ruborice.

La risa de Malú vuelve a su garganta y parece deshacerse ese nudo que se nos ha puesto a los dos ante ese momento. Al darnos la vuelta, vemos como decenas de personas nos observan, con un gesto entre ternura y emoción a raudales, a partes iguales. Bajo la cabeza algo avergonzado y camino hacia Malú, que me hace un gesto. Me quiere presentar a su familia.

-Em… él es Quique… - le noto algo avergonzada  –

-Un placer – estrecho la mano de Pepe, su padre, que me devuelve el saludo con un abrazo. Su madre hace lo mismo –

Su hermano me estrecha la mano y me abraza amistosamente. Veo una mujer con una niña en brazos. Deben ser Vero y Lucía, su ahijada. Me pueden los críos y esa niña es tremendamente adorable, no puedo evitar hacerle una carantoña. Unos pasos por detrás, un niño pequeño me mira algo tímido. Es el hermano pequeño de Malú, que me choca la mano como si fuese un adulto y me hace sonreir. Malú hace lo propio con mi familia. Acto seguido, hacemos las presentaciones de nuestros perros. Parece como si estuviéramos cortados por el mismo patrón.

-Hola Danka – me arrodillo delante de ella –



-No te ladra, y eso es muy raro… - dice Malú riéndose –

-Le caeré bien, verdad cariño? – digo acariciando su cabeza –

Es una perrita de lo más mona, dan ganas de abrazarla sin parar. Me olfatea unos segundos hasta que, sin decir nada, como si me conociese, como si me recordase, se planta delante de mí, con sus patas en mis hombros, como había hecho el mío antes, y comienza a soltar lametones en mi cara. Comienzo a reir y escucho una risa general. Alzo la mirada y veo a Malú de nuevo llorando, con cara de sorpresa.

-Os conocéis? – pregunta de forma divertida Jose –

-Pues no lo sé… - contesto riendo – qué pasa guapa? – mi voz suena tan estúpida que hasta me doy vergüenza, pero no puedo evitar hablarles así a los perros –

Malú se agacha a acariciar a Dharma, que, como siempre hace, se tumba boca arriba esperando recibir las caricias en su tripa. Escucho reir a Malú. Urko está sentado, mirando la escena sin moverse. Siempre ha sido un perro de lo más tranquilo, hasta creo que en ocasiones reflexiona sobre la vida mientras mira a las personas. Veo como se incorpora y se acerca a Malú, la olfatea y, al segundo, frota su cara en la rodilla de Malú en claro gesto de que le gusta. Cojones, qué está pasando? Alzo la mirada y veo a todos mirándonos de lo más enternecidos. Normal.

Tras los saludos y las presentaciones, unos hombres vestidos de negro llegan hasta nosotros.

-Bienvenidos, les vamos a escoltar hasta la salida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario