Nos despedimos y me dirijo a la cocina, nervioso, me sudan
las manos. Recojo los platos y los coloco en el lavavajillas, tengo que hacer
algo para mantener mi cabeza ocupada… se me va a salir el corazón por la boca.
-Qué haces? – exclama Malú quitándome de las manos los pocos
platos que quedaban –
-Joder… qué manía de asustarme…
-Anda, deja esto… voy a meter esto al frigorífico, mañana
nos la acabamos – coge el litro de cerveza y se dirige al frigo. Lo abre. La
observo. Es el momento. O ahora o nunca. -
Me acerco por detrás y cierro la puerta del frigorífico con
gesto serio, mirándola. No puedo más, no puedo mirarla más sin tocarla. Se gira
sorprendida al notar que rozo su cintura y alza la mirada hacia mí. La observo y
sonrío levemente, pero el miedo que siento ante lo que voy a hacer me invade.
Ni siquiera sé si hacerlo de repente o comenzar a hablar… no tengo ni idea…
-Em… - noto como se pone algo nerviosa – qué pasa? – me
pregunta temerosa –
-Nada que… No hemos tenido tiempo de hablar... - suspiro - Te he echado de menos… - digo con voz tierna –
-Y yo… - susurra mientras sigue mirándome hasta que suelta
un bufido y mira al suelo – por qué no me has avisado?
-Quería darte una sorpresa… - aparto un mechón de pelo de su
cara – y tenía que hablar contigo… - noto como mi corazón late más deprisa
todavía – pero tenía que ser cara a cara… - me mira sin articular palabra –
llevaba todo el viaje pensando qué decirte y ahora… - sonrío avergonzado –
Noto como su mano se posa en mi mejilla, acariciándola, y
cierro los ojos sin querer ante el roce.
-Qué ocurre Quique? – pregunta en un susurro –
La observo ahora más detenidamente y vuelvo a acordarme de
las palabras de Alex. Creo que también lo veo en su mirada así que decido
dejarme de gilipolleces y me arranco.
Pongo mis manos en su cara de nuevo y rompo la distancia
entre nosotros por mi altura y la de ella. Me inclino lentamente hacia ella y
no parece apartarse, aunque tiene un gesto mezclado entre asombro y algo que no
consigo descifrar. Noto como sus manos se entrelazan por mi cuello y siento que
ya no hay marcha atrás. Como si lo estuviera viviendo a cámara lenta, puedo
contar las veces que respiro y las veces que respira ella hasta que nuestros
labios se juntan.
Tanto tiempo pensando en cómo sería y nunca me había acercado
siquiera a la sensación que me iba a provocar. Era como estar en otro sitio, no
había nada más alrededor. Tras juntar nuestros labios, noto como los entreabre
y la imito, esta vez, sacando mi lengua, que ya estaba ansiosa por rozar la
suya. Cuando lo hace, de nuevo siento miles de descargas en mi estómago y en mi
pecho. Sus manos se agarran con mas fuerza a mi cuello y nos pegamos
completamente el uno al otro, sin deshacer el beso. No sé cuánto tiempo estamos
así… lentamente, nos separamos un poco. Abro los ojos y veo los suyos cerrados,
su boca entreabierta y su respiración acelerada. Sonrío sin poder evitarlo y entonces
me mira, todavía con gesto de sorpresa que desaparece al aparecer una leve
sonrisa en su boca. No separamos nuestras caras demasiado pero no hablamos, no
decimos nada, solo estamos así unos segundos, a escasos centímetros, hasta que
ella decide que ya está bien y vuelve a pegar sus labios a los míos, esta vez
en un beso un poco más agresivo.
Me hace tambalearme hasta apoyar su espalda en
el frigorífico. Mis manos sueltan su cara y se dirigen a su cintura,
acariciándola. Besa tan bien que me pregunto cómo he podido plantearme el
perderme ese momento. Escucho como gime levemente al notar como mi mano se
cuela por su camiseta y me separo un poco para poder mirarla. La encuentro
mirándome con los ojos brillantes, intensos, que no se apartan de los míos.
-No podía más… - digo con voz ronca, apoyando mi frente en
la suya –
No me contesta, solo vuelve a besarme, esta vez de nuevo
dulcemente. Puedo hasta intuir su sonrisa bajo ese beso y me contagia. En
realidad creo que no voy a poder parar de sonreir ya más en mi vida. Nos
separamos de nuevo, respirando agitadamente y, sin decir nada, vuelve a besarme
y comienza a moverse hacia la puerta de la cocina, cruzando sus manos por mi
cuello. La sigo hipnotizado por la forma de besarme que tiene. No se donde se
dirige hasta que veo que caminamos entre la mesa baja y el sofá. Sin dejar de
besarnos, se sienta en el sofá y la imito sentándome a su lado, sin dejar de
tocarla. Cuando me dispongo a tumbarla y seguir con ese reguero de besos, hace
que me separe un poco y me mira. Su mirada es extraña para mí, nunca me había
mirado así, no sé exactamente describirla pero me gusta.
-Si no dejas de mirarme así, se me va a ir la cabeza… - digo
mirando sus labios –
Sonríe y baja la cabeza algo avergonzada. Me encanta cuando
hace eso… me encanta cuando no puede evitar mostrarse algo frágil. No puedo
evitar que aparezca en mi garganta una risa nerviosa… lo estoy, estoy muy
nervioso por la situación.
-No aguantaba más… tenía que verte… - acaricio su pelo
mientras ella sigue sonriendo avergonzada mirando al suelo – me has torturado
mucho antes eh?
-Quique… - dice con voz de niña –yo… - alza la mirada y se
encuentra con la mía, totalmente destensada – también necesitaba verte… no… - balbucea
– no he dejado de pensar en ti…
No hace falta que diga nada más, no dejo que lo haga, me la
quiero comer ahí mismo a besos. Agarro con suavidad su barbilla para que me
mire y la beso de nuevo. Entrelaza de nuevo sus manos por mi cuello y caigo lentamente
sobre ella en el sofá, sin dejar de besarnos, no pienso dejar de hacerlo,
podría estar así y no necesitaría ni comer. Las caricias se abren paso en aquel
sofá que es igual de cómodo de cómo lo parecía. Mientras nos besamos, siento
como se ríe y me río con ella, sin dejar de besarnos, como si fuera la primera
vez que estoy besando a alguien y me diera vergüenza mirarla. Dirijo mis labios
a su cuello arrancándole un suspiro que me suena a gloria. Me detengo varios
segundos recorriendo su cuello mientras ella mueve sus manos sobre mi pelo,
acariciándolo.
-Dios… Quique… - susurra en algo parecido a un gemido – no
me puedo creer que estés aquí…
-Ni yo… - digo sin dejar de besar su cuello – me moría
por hacer esto… - sigo besando su cuello –
-Me daba miedo… - confiesa con voz acongojada –
-El qué? – digo mirándola dejando besos por sus mejillas –
-Cuando hablábamos… me daba miedo decirte… que quería que
pasara lo que no pasó en la playa…
-Pufff… - resoplo en su cuello – puto Anthony…
-Jajajajajajaja! – ríe – mmmm… - gime ante mi nueva lluvia
de besos por su cuello – Ven…
Se incorpora poniendo una mano en mi pecho y me hace
sentarme de nuevo en el sofá mientras se levanta. Sin decir nada, solo
sonriendo pícaramente, se sienta sobre mí, a horcajadas.
-Madre mía… - susurro al observarla allí, encima de mí –
Se pone a besarme con rabia, con desesperación, como si se
nos fuese el tiempo. Ni siquiera sé donde poner las manos, me está pillando por
sorpresa esa pasión que ha sacado de repente. Me está matando esa forma de
moverse encima de mí, empiezo a no pensar con claridad. La ropa empieza a
sobrarme, en concreto la suya. Me imagino en mi mente ese cuerpo sin nada de
ropa y no respondo de mis actos. Cuela sus manos por debajo de mi camiseta, que
dura poco sobre mí, la sube despacio hasta sacarla por mi cabeza y dejarla
sobre el sofá. No hablamos, solo nos miramos y nos reímos de vez en cuando.
Cuando me dispongo a quitarle su camiseta, se abraza a mí.
-Llévame a la habitación Quique… - suena casi a súplica –
Sin responderle, me levanto del sofá con ella en brazos y
comienzo a caminar saliendo del salón hacia el pasillo. Sigue abrazada a mí,
como una niña que se ha dormido y es incapaz de andar hasta la habitación. Subo
las escaleras con una evidente taquicardia que espero que Malú no note, no
quiero que lo haga.
-Es ahí – señala hacia la izquierda –
-Todavía no me aclaro con esta casa jefa… - digo de forma
divertida entrando a la habitación –
-No me has dejado enseñártela tranquilamente, impaciente… -
llego a la cama y la dejo sobre ella, cayendo yo encima – Ay! Jajajaja! –
sonríe mirándome debajo de mí – estás nervioso – pone una mano en mi pecho –
Sonrío avergonzado, me ha pillado. Acaricia mi cara con
gesto enternecido y se incorpora para besarme dulcemente. Caemos del todo en la
cama, estoy encima de ella, esto no es posible. No puedo parar de tocarla, de
besarla. Damos varias vueltas sobre la cama hasta quedar ella encima de mí. Me
incorporo a su altura y sigo besándola. Vuelvo a colar mis manos por debajo de
su camiseta, esta vez nada me va a impedir desnudarla. Alza sus brazos sin
hablar y por fin veo su cuerpo de nuevo. Un abdomen plano, pero sin pasarse, se
nota que hace deporte. Dirijo mi mirada a su ombligo, un ombligo que, en breve,
voy a estar besando, acabo de decidirlo. Sus pechos, tapados todavía por el
sujetador negro, sencillo pero elegante, se insinúan firmes. Llevo mi boca
hacia su escote y noto como tira la cabeza para atrás en señal de que le gusta
ese nuevo lugar que he encontrado para mis besos. Poso mis manos en sus muslos,
todavía lleva los vaqueros y eso no puede ser. La levanto y le doy la vuelta
para dejarla boca arriba. Su imagen, con su melena sobre la cama, sonriente,
medio desnuda de cintura para arriba, me hace estremecerme. Lo que más me hace estremecerme
es esa mirada pícara e insinuante.
Llevo mi mano derecha al botón de su pantalón y noto como
suspira levemente. Intento ir todo lo despacio que puedo, pero me desespero por
verla desnuda, por comerme a besos cada centímetro de piel. Desabrocho el
pantalón y tiro de él sin dejar de mirarla. Una cosa que me torturaba en la
isla eran sus piernas. No demasiado largas, puesto que no es muy alta, pero con
una piel que se intuía tan suave… y unos muslos que me parecían perfectos.
Lanzo su pantalón fuera de la cama y la observo un segundo en ropa interior.
Hasta ahí, ya conocía su cuerpo, pero no tan de cerca ni en el mismo contexto.
Noto como me sobreviene otra taquicardia otra vez cuando se incorpora hacia mí,
dirigiendo sus manos a mi pantalón para desabrocharlo. Tengo que controlarme o
me va a dar algo.
Con mis pantalones fuera de combate, vuelvo a tumbarla boca
arriba. Lo increíble de todo esto es que no nos hace falta hablar, no nos hemos
dicho ni una sola palabra desde que hemos llegado a la habitación, hay una
complicidad que no se espera en una primera vez con alguien. Siempre me han
gustado los preámbulos, pero estos preámbulos en concreto estaban siendo
espectaculares. Sus movimientos sobre mí son una auténtica tortura, pero dulce,
muy dulce, pagaría millones para que siguiera torturándome así, pero mi ansia
vuelve a aparecer. Me incorporo, de nuevo con ella encima y, de un movimiento,
desabrocho su sujetador. Sus pechos quedan ante mí, suelto un bufido al verlos,
de pura desesperación y de puro placer. Sin dejar pasar más tiempo, comienzo a
besarlos con ansia pero intentando no ser muy brusco. Suaves, tersos,
desafiando la gravedad, me parecen perfectos. Subo a su boca cada dos por tres, intentando encontrar un poco de sosiego, pero no puedo.
Escucho como gime levemente al
notar mi boca sobre ellos y decido tumbarla de nuevo para poder recrearme a
gusto con ellos. Sigo en esa posición un buen rato, bajando hasta su ombligo y
volviendo a subir, la voy a torturar como ella ha hecho conmigo. Escucho como
sus gemidos van en aumento, y más todavía al llevar una de mis manos a su
entrepierna. Sin tapujos, sin vergüenza, me da igual, necesito tocarla así.
Acaricio la zona sin prisa pero sin pausa, atrapando en mi cabeza todos esos
suspiros que estoy escuchando. Repto por su cuerpo con mi boca hasta llegar al
borde de sus braguitas, la última prenda que le queda. Desde esa posición, miro
hacia arriba y la veo, estirada, con la cabeza hacia atrás y sus manos
dirigiéndose a mi pelo. Bajo la prenda observando cada trozo de piel que deja
visible. La visión que tengo ahora mismo es de una absoluta diosa, tumbada boca
arriba encima de la cama, esperando ansiosa a que haga algo con ese cuerpo.
Subo
hasta sus labios, que me reciben con ganas y, poco a poco, voy bajando por su
cuerpo hasta llegar a la parte que acabo de dejar al descubierto. De nuevo sin tapujos,
dejo correr mi boca por ahí, descubriendo rincones que parece que le gustan a
juzgar por sus gemidos. Van en aumento conforme aumento el ritmo, hasta que
dejo de oírlos un segundo para escuchar uno más hondo, profundo, que se clava
en mi mente.
Escucho como respira aceleradamente tras el gemido y noto sus
manos en mi pelo, estirando hacia arriba. La miro y la veo con la cabeza
estirada hacia atrás y, poco después, me mira. Repto hacia su boca, que me
recibe gustosa, todavía respirando con dificultad. Se abraza a mí y esconde su
cara en mi cuello.
-Dios… - susurra pegada a mi oído –
-Mmmm… - dejo besos por su cuello – no he terminado jefa… te
voy a comer a besos…
-La que no ha terminado soy yo… - me obliga a mirarle –
Su forma de mirarme me pone todavía más nervioso… y otras
muchas cosas. Para entonces no hace falta ni que me toque, pero decide hacerlo.
Sus manos se deslizan por mi cuerpo, sin descanso. No aguantaré mucho más así,
asi que me incorporo y la agarro entre mis brazos. Vuelvo a ponerla boca
arriba. Cuando comienza nuestro particular baile, siento de nuevo esas
corrientes en el estómago y en el pecho, mucho más intensas. Me apoyo en mis
brazos mientras muevo las caderas, primero despacio, hasta subir el ritmo. Sus
gemidos son como música celestial para mí, jamás me había sentido con esa
sensación, es extraño. Nos besamos al compás de los movimientos, se podría
decir que estoy en el cielo ahora mismo. Arqueo mi espalda al notar esa
corriente recorrerme de arriba abajo y caigo rendido sobre ella, respirando con
dificultad. Ha sido demasiado fuerte como para mantenerme sobre mis brazos.
Procuro guardar en mi cabeza este momento, los dos luchando por respirar sin
ahogarnos, desnudos, pegados el uno al otro.
-Joder… - digo todavía respirando con dificultad –
Intento apartarme un poco para no aplastarla, pero me agarra
cruzando sus manos por mi cuello, impidiéndomelo.
-No te quites anda… - vuelvo a tumbarme totalmente sobre
ella – quédate así…
-Mmm… - huelo su pelo – qué bien hueles… - comienzo a dejar
besos por donde pillo – me vuelves loco…
Abre sus ojos de par en par y sonríe tímidamente apartando
la mirada mientras niega con la cabeza.
-Es verdad… - beso de nuevo su cuello despacio – eres
preciosa… - oigo como suelta un bufido – me encantas… - dejo un beso en su cuello
y aspiro su perfume. Huele como olía aquella primera vez en el aeropuerto.
Huele a ella. Sonrío – Te he echado de menos jefa… - comienzo a dejar besos en
su cuello de nuevo –
No dice nada. No se si me estoy pasando con aquellas
palabras, igual se está agobiando. Igual estoy siendo demasiado… estúpido. Siento
como si respirase con dificultad y vuelvo a incorporarme. Lo que veo me deja
asustado. De sus ojos brotan un par de lágrimas y, cuando me mira, aparta la
mirada y suelta un suspiro mientras sonríe amargamente.
-Oye… - acaricio su pelo – qué pasa? – no obtengo respuesta
– he dicho algo malo? – niega con la cabeza mientras sigue sollozando mientras ríe
a la vez – entonces qué ocurre? – vuelve a negar con la cabeza y se abraza a mi
cuello –
Vuelvo a hundir mi cara en su cuello mientras escucho como
solloza y se abraza fuerte a mí. Me conmueve todo aquello. Tan fuerte, tan
guerrera, tan pasional hace unos minutos y ahora tan frágil, sollozando debajo
de mí. No digo nada, solo dejo pequeños besos por ese cuello que ya me sé de
memoria.
-Pff… - suelta un bufido – qué tontería más grande… - dice
entre sollozos –
Alzo la cabeza y la miro con dulzura. Sonrío tiernamente y
aparto un mechón de pelo de su cara. Me mira otra vez y niega con la cabeza. No
sé qué significa eso, incluso me asusto… igual ahora me dice que me vaya. Esa
duda hace que me sienta incómodo unos segundos, pero desaparece cuando noto
como me acaricia un brazo sin mirarme. Supongo que si quisiera que me fuera, ya
me lo habría dicho.
-Qué tonta soy joder… - dice riendo mientras solloza
todavía – pfff…
-Me vas a contar qué ocurre? – pregunto dulcemente – no me
gusta que llores eh? – vuelve a negar con la cabeza con media sonrisa –
-Buff… - respira hondo – nada, que me ha dado la tontería… -
parpadea varias veces para ver si así desaparecen esas lágrimas – es que… buff…
- vuelve a comenzar a sollozar –
-Va… - acaricio su mejilla quitando una lágrima que caía por
ella – deja de llorar cariño… - me sorprendo a mí mismo llamándola así –
Me mira y se ríe mientras llora. Otra vez ese movimiento de
cabeza.
-Es que no es normal… esto no pasa… - la miro arqueando las
cejas –
-Esto no pasa? – pregunto dispuesto a hacerla reir – la
gente no hace el amor?
-Jajajajaja – ríe mientras sigue sollozando – idiota… me refiero
a lo que has hecho… - alzo una de mis cejas dispuesto a volver a hacer la
gracia – a venir hasta aquí, a eso me refería…
-A venir a verte? – asiente – te he sorprendido entonces…
-Mucho… - besa mis labios fugazmente – y me ha encantado la
sorpresa…
-Entonces por qué lloras? – hace un puchero y vuelve a
llorar sin poder evitarlo – oye! Venga… - beso su boca dulcemente –
-No sé como explicarlo… - solloza – Te había echado tanto de
menos… eres tan… - no termina la frase –
-Venga jefa… - beso su cuello – no llores más anda, que me
lo vas a pegar…
-Te necesitaba Quique… y no te lo he pedido y has venido…
sin pedírtelo… - vuelve a llorar – tenía miedo de haberme imaginado yo todo
esto… - solloza – por las noches sueño que no vuelves… no puedo dormir… -
acaricia mi cara - necesitaba verte otra vez…
Rompe a llorar y se abraza a mí. Ahora si que me ha partido
el alma. La abrazo tiernamente, intentando reconfortarla.
-Yo tampoco pego ojo sin ti… - acaricio su pelo –
-Jo… -Aspira fuerte intentando contener el llanto - qué fuerte estar así contigo… - se abraza más a mí de manera mimosa –
-Anda ven… - me tumbo boca arriba y abro mis brazos – sabes?
Te he mentido antes…
Alza su mirada subiendo una de sus cejas. Me encanta cuando
pone esa expresión.
-Cuando te he dicho que me quedaba en un hotel… - sonrío
avergonzado – en realidad… no había ningún hotel… ni… ni he quedado con amigos
mañana… - Se incorpora para mirarme mejor y dejarme ver esa expresión de sorpresa
– Qué? He venido a verte exclusivamente… no podía más con esto… Me la he
jugado… he cogido mi macuto y me he venido…
-Estás loco… - ríe tímidamente –
-Si… - asiento - si me hubieras dicho que no… pues quizá
ahora estaría durmiendo en un hotel de mala muerte… o… tirándome de un puente…
quién sabe… no había planeado lo que iba a pasar.
-O sea… que esperabas dormir en mi casa… - dice con tono
serio –
-No… o sea… si… - noto como balbuceo – quiero decir… que… a
ver… que…
-Jajajajaja! – ríe a carcajadas y me da un beso en la boca –
me encantas…
-Joder jefa… - me quejo – cuando te pones así de seria me
asustas…
-Mmmm… - posa su cabeza en mi pecho – qué gustito… - cruza
una pierna sobre la mía – quédate aquí conmigo…
-No me pienso mover de aquí… - sonrío y dejo un beso en su
pelo –
Vienen a mi mente imágenes de aquella playa, cuando dormía a
veces de esta manera, cuando escuchaba su respiración. Vuelvo a escucharla y me
parece que es un sonido que no quiero dejar de escuchar nunca. Joder… me la he
jugado y estoy en su cama, desnudo, abrazado a ella. No se puede tener más
suerte cojones… Acaricio su pelo, tan suave como siempre. Siento como el sueño
me atrapa… cierro los ojos tranquilo, más tranquilo que nunca.
-Buenas noches Rick… - se incorpora y deja un beso fugaz en
mis labios –
-Buenas noches jefa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario