domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 4: CÓMO UN ÁNGEL


Llevamos horas en esta playa. He decidido encargarme de los heridos, soy el único médico en esa playa. Abrimos las maletas esparcidas por la isla y decido encargarme de entrar de nuevo a los restos del avión. Cuando estoy a punto de entrar, Malú viene hasta a mí.

-No tienes por qué hacer eso – me dice con gesto serio –

-Malú, ahí dentro puede haber cosas que nos sirvan.

-No crees que vayan a venir a por nosotros verdad?

La pregunta me deja estupefacto. Como sabía que tenía dudas? No le había contado aquella conversación que escuché entre aquellas azafatas.

-Independientemente de lo que yo piense, hay gente que está herida y puede que aquí encuentre algo que nos sirva – contesto tajante –

-Quique, hay cadáveres ahí dentro – dice seria –

-Y qué quieres que haga? Que los resucite para que dé menos cosa entrar?

Mi respuesta suena muy borde, estoy tenso, mucho además. Malú me mira contrariada y vuelve sobre sus pasos. Iba a disculparme pero decido acabar con aquel mal trago lo antes posible.

Conforme entro, voy arrepintiéndome. Por puro instinto, pongo las manos en el cuello de aquellas personas, intentando encontrar un soplo de vida que no existe ya en ninguno de ellos. Otra vez aquellas malditas lágrimas no me dejaban ver. El pañuelo con el que me había tapado la boca se resbala por mi cuello y puedo inhalar el olor a sangre y muerte. Una arcada me sobreviene pero puedo controlarla. Comienzo a lanzar maletas hacia afuera, donde detecto varias personas mirándome sin hablar. Cojo el botiquín de la puerta del baño. Todo lo que pienso que nos puede servir, lo lanzo a la salida para no tener que volver a entrar allí. Una vez finalizada mi tarea, salgo de allí sin levantar la cabeza. La rabia contenida me hace pegar un puñetazo al fuselaje del avión y maldecir en voz alta. Me dirijo hacia la orilla para respirar un poco de aire puro, bajo la atenta mirada de los allí presentes, que siguen sin decir nada. Soy consciente que todas las miradas se fijan en mí. Me he hecho polvo la mano, pero lo que más me duele es haber visto todo aquello. La arcada que me viene al recordar aquella imagen no puedo controlarla. Me pongo a vomitar como si hubiera comido algo en mal estado. Pocos segundos después de empezar a vomitar, agachado en la arena, noto como alguien me tocaba el pelo. Me giro y de nuevo era Malú.

-No tenías por qué hacerlo tu solo – dice con voz dulce  pero preocupada al mismo tiempo –

Una vez vaciado todo mi estómago, me siento bastante mejor. Miro a Malú que me sonríe con preocupación. Ese gesto no se le ha quitado en todo el tiempo, me gustaba más el gesto que tenía en el aeropuerto.

-Siento haberte contestado así… no quería decirle a nadie que hiciera eso que he hecho yo… -contesto sincero –

-Anda, no te disculpes, yo a veces soy muy pesada… - por primera vez, veo un gesto desenfadado en ella – ven a la sombra y descansa un poco

-No, hay que organizar todo lo de las maletas – pone su mano sobre mi brazo impidiendo que me levante –

-Quique, te vas a venir conmigo quieras o no, no has respirado ni un segundo.
La miro y me mira seria. Tiene razón, lo sé, pero no quiero que caiga la noche y que la gente siga en esas condiciones.  

-Está bien, pero yo te ayudaré, no tienes que hacerlo todo solo por ser el único que sabe curar en esta isla. – contesta convencida -

-El chamán – digo con sorna –

-El ángel, mejor dicho

La miro tras esa afirmación y sonríe mirando al suelo. Nos disponemos a ordenar todas aquellas maletas con la ayuda de algunos de los supervivientes.

Organizamos a la gente por grupos, los heridos, en la sombra, con dos o tres personas encargados de informarme si alguno tiene signos de estar realmente mal. Con las maletas estamos Malú, yo, y 3 personas más. El resto se encarga de buscar algo comestible sin alejarse demasiado de la playa. Mientras organizo todo aquello, noto como la mirada de Malú me observa, no se por qué lo hace. Procuro hablarle a todo el mundo con pausa, para que nadie se asuste más de lo que ya estamos todos. Hay dos niños en la isla, por lo que acordamos intentar mantenerles alejados de los heridos y, sobre todo, de aquel avión lleno de personas inertes. Observo como Guillermo me mira. Le guiño un ojo y sonríe. Es increíble que tras poco tiempo se recupere así, es algo que no entiendo ni tiene lógica, pero procuro no pensarlo demasiado.

-Intuyo que esto te puede servir – Malú me muestra una caja con hilos y una pequeña aguja, supongo que la persona que la llevaba tenía miedo de perder los botones en sus viajes, sino, no me lo explico. Asiento sorprendido y Malú sonríe de lado – todavía espero que aparezcan por ahí Jack, Kate o Sawyer y se rían de nosotros diciéndonos que todo es una broma.

Se me escapa una sonrisa cómplice. Es lo que tiene haber visto esa serie. Es todo tan parecido que hasta asusta.

-No creo que eso pase, pero si pasa, espero que no me avise de todo el humo negro – a Malú se le escapa una carcajada – así que veías la serie…

-Soy una persona normal a pesar de salir en la tele, te lo recuerdo… - habla con cierto aire chulesco que me hace gracia –

-Bien, como eres una persona normal, me vas a ayudar a coserle la herida al hombre de la pierna – me mira con los ojos como platos – ah! no haber encontrado el kit de superviviencia… - digo riendo –

-Me da miedo la sangre, no puedo hacer eso.

-Tampoco podías nadar hasta la playa y lo has hecho… no me digas lo que no puedo hacer, no te acuerdas?

Sonríe mirando al suelo. Touché. Sonrío triunfante. Para que no caiga la noche y poder ver bien la herida, dejo a los chicos organizando las maletas y me acerco al lugar donde están los heridos.

-Hola Rick – la mujer del hombre del brazo dislocado ha decidido llamarme así –

-Hola – le sonrío – bien Paul, vamos a coserte esa herida de acuerdo? Así evitaremos que se infecte – le explico en inglés – es importante que intentes no moverte, aunque se que te va a doler.

Paul frunce el ceño pero asiente.

-Bien, sácame la botella de alcohol que te he dado Malú. – me mira contrariada – es para desinfectar la aguja – digo sonriendo – guarda un poco para mis manos y las tuyas – me levanto de la arena – Bien, escuchadme, no quiero que nadie pase cerca de aquí de acuerdo? Vamos a coserle la herida a Paul. Es importante que no paséis cerca para que no se infecte con la arena – todos asienten – Bueno… - vuelvo a sentarme –

-Tienes un poder de convocatoria alucinante… - dice Malú negando con la cabeza – todo el mundo te hace caso.

-Y que me tenga que venir a una isla para que me pase eso… - digo riéndome –

-Creo que te hacen caso porque saben que eres buena persona – dice sin mirarme –

Me quedo estupefacto, sin saber qué decir. Niego con la cabeza .

-Les da miedo que me enfade y diga que no les curo, es solo eso. – le resto importancia –

-Claro… - dice irónica – bueno, dime qué hago.

-Bien, vas a coger las dos botellas que te ha dado. Una es para desinfectar la herida. La otra para desinfectar el hilo, la aguja y nuestras manos. – Levanta una ceja – ya se que es poco, pero hay que aprovecharla bien, no quiero gastar el resto de alcohol que he encontrado.

-Por si te da por pillar una borrachera no? – dice divertida –

-Exacto. – sonrío – como no tenemos guantes, vamos a procurar tocar la herida lo menos posible a pesar de desinfectárnoslas vale? – asiente – bien, vamos a coserle Paul, aguante el dolor, voy a intentar acabar pronto de acuerdo? –Paul asiente con un pañuelo en la boca, se lo había puesto él mismo para no gritar – Bueno… vamos a ello.

Los gritos contenidos de Paul no consiguen desconcentrarme. De vez en cuando miro a Malú y la veo con los ojos cerrados. Sonrío levemente. Aquello de coser una pierna con artilugios para coser un botón, me impresiona hasta a mí.

-Paul, tranquilo, ya estamos acabando – dice Malú con un inglés bastante bueno –

-La que hablaba mal inglés eh? – digo sonriendo sin apartar la vista de la herida –

-Falta mucho? – noto como está algo agobiada con toda esa sangre –

-No, un par de puntos más. – digo concentrado – Sabes? Nunca había operado con una enfermera así.

-Así como? Una enfermera que cierra los ojos porque le impresiona la sangre?

-No, con una enfermera tan guapa… me refería a eso. – Digo sonriendo mientras veo como me mira con las cejas arqueadas – Ves? Has abierto los ojos, lo necesitaba para que me ayudes a tapar esto.

Sonríe y niega con la cabeza. Tapamos la herida con una capa de vendas que había en el botiquín y con una camiseta que hemos hecho con forma de tiras para sujetarla.

-Bien Paul, ya está, siento haberle hecho daño pero no había otra manera. Ahora cuando comamos algo quiero que se tome esto. – le entrego una pastilla – es un antibiótico, lo hemos encontrado en el avión. Mañana por la mañana le daré otro, así estará cubierto por las infecciones.

-Muchas gracias – me contesta –

Le sonrío y le hago un gesto a Malú para que se levante. Guardo la aguja como si fuera oro. Si la necesitamos de nuevo, aunque hay más, estará preparada. La desinfecto con el alcohol y la guardo. Le digo a la mujer lo que vamos a hacer con el antibiótico y se me abraza dándome las gracias sin parar. Sonrío sin poder evitarlo, aquello era lo que más me gustaba de mi trabajo, la gratitud con la que te tratan los pacientes cuando lo has hecho bien.

-Anda, vamos a lavarnos – le digo a Malú, que me sigue sin mediar palabra –
Mientras estábamos en la orilla, noto como Malú me mira sin decir nada.

-Pasa algo?

-Eres así con todos los pacientes?

-Así como? – pregunto extrañado –

-Tan amable

-Solo con los que me caen bien – río y provoco la risa de Malú – bueno... como sienta la primera vez? – me mira extrañada – me refiero a operar, doctora.

Ríe a carcajadas y niega con la cabeza.

-Ha dolido, pero suele pasar.  – río sin poder evitarlo – Ahora si que no te escapas, a descansar – me ordena –

-Pero…

-Schh – me manda callar – no vale replicar.

-Bueno… lo que usted diga jefa – me mira sorprendida – te llaman así, no? – digo sonriendo observando como baja la cabeza sonriente–

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