sábado, 20 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 30: ANTES QUE AMANTES, AMIGOS

El viaje se me hace eterno. He ido un par de veces a Madrid y nunca me acostumbro a esos atascos. He hablado con ella. Está en casa, hoy ha decidido tomárselo de descanso tras las bienvenidas y las celebraciones. 

Es perfecto, sola en casa, la voy a sorprender. O quizá me sorprende ella a mí y me echa de su casa. Es inútil pensar en lo que va a pasar. Ni siquiera puedo plantearme lo que se me va a pasar por la cabeza cuando la vuelva a ver, pero estoy convencido que no voy a saber qué decir, por mucho que ensaye la escena en mi cabeza. 

Veo el cartel de su pueblo. Vive a las afueras de Madrid, en una urbanización no demasiado ostentosa, pero sí plagada de vecinos con alto poder adquisitivo. Menudas casas… Sigo las indicaciones del gps para encontrar la dirección, hasta que el gps me indica que he llegado a mi destino. Es hasta poética la frase si la pienso como si fuera una película. Aparco el coche enfrente de su casa y observo la calle. Parece que no hay periodistas por allí, nunca la han agobiado en exceso según me confesó ella en su momento. Mejor, huiría de allí si hubiese prensa. 



Pongo mis manos en el volante, intentando encontrar un poco de aire porque los nervios me están acechando. Me estiro en el asiento y miro de nuevo hacia su casa. 

Noto los latidos incesantes dentro de mí, cada vez estoy más nervioso. Repaso una vez más lo que voy a hacer y llego a la conclusión que no tengo ni puta idea. Cuando me encuentro algo más decidido a acabar con eso ya y me quito el cinturón, veo como alguien se acerca a la puerta de su casa. Me doy la vuelta y la veo. 

Va con sus perros, supongo que volviendo de paseo. Siento una punzada en el pecho al verla. Está preciosa, con una camiseta y vaqueros, de lo más normal. Me sale una sonrisa estúpida en la cara al observar como busca sus llaves en el bolso, mientras ordena a sus perras que se sienten esperando. 

Salgo del coche con una sensación de ilusión y pánico al mismo tiempo y me apoyo en el coche.


-Jefa! – alzo la voz hacia ella para que me escuche –

Noto como se queda paralizada un instante y se gira a toda prisa hacia mí. Estoy en la acera de enfrente, apoyado en el coche, paralizado también, con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando nuestras miradas se cruzan, pienso en las palabras de Alex. Cuando la veas, vas a saberlo. No se equivocaba, pero nada además. Acabo de aclarar lo que me pasa. 

Mis pies se mueven solos, cruzan la calle hacia ella, que me mira con la boca abierta y una leve sonrisa apareciendo en su cara. 

Cuando llego a su altura, se abraza a mi cuello, sin decir nada, con las correas de sus perros agarradas todavía. Me abrazo a su cintura y siento miles de descargas eléctricas en mi estómago. No son mariposas, son rayos, es una puta tormenta lo que me está pasando por dentro. Me tiemblan las piernas, o eso me parece. Vuelvo a oler ese perfume en su pelo, algo rizado, suave como siempre.

-Pero qué haces aquí? – balbucea mientras se separa un poco y me mira – Quique! – grita emocionada abrazándose de nuevo a mí. Esa reacción de niña me hace reirme. –

-Tenía ganas de verte jefa… - digo pegado a su oído –

-Y yo… - responde con voz dulce mientras vuelve a deshacer el abrazo sin apartar sus manos de mi cuello – dios! – grita emocionada de nuevo – chicas, mirad quién ha venido! – se dirige a sus perras que me miran interrogantes… como esperando permiso para acercarse –



-Jajajaja! Hola reinas… - digo agachándome – qué pasa? – pongo voz melosa, como hago con los míos, y se acercan a olisquearme y a que las acaricie –

-Siguen sin ladrarte! – dice emocionada – yo son cosas que no entiendo… - me levanto y me pongo a su altura – dios! No me puedo creer que estés aquí! – vuelve a abrazarse a mí – pero por qué no me avisas!! – se separa de nuevo – mírame qué pintas! Si vengo de pasearlas… - se toca el pelo como peinándose –

-Anda… - toco su pelo sin querer – si estás preciosa…

Me mira avergonzada, como con gesto de sorpresa, y sonríe mirando al suelo. Me quedo unos segundos así hasta que no puedo evitar abrazarla de nuevo.

-Dios, qué tonta soy – saca las llaves del bolso – aquí llorando como una gilipollas sin invitarte a pasar… - no acierta a meter la llave en la cerradura y me río sin querer – no te rías, que me he puesto muy nerviosa…

-Por qué? – rozo su brazo, no puedo evitar tocarla. Noto como da un respingo y me mira fugazmente hasta que consigue abrir la puerta –

-Venga gordas, adentro – se agacha a quitarles las correas y decido ayudarla tras cerrar la puerta – qué fuerte que estés aquí, en serio…

-Ya ves… - digo observando cómo acaricia a sus perras –

-Ven – me coge la mano – vamos para dentro que te enseño mi casa, están unos amigos - No puedo evitar mirar esa mano que coge la mía –

Unos amigos. Genial. Tengo que quitar esta cara de gilipollas y prepararme para hacer el mayor ridículo de la historia. Me van a preguntar, y eso que has venido sin avisar? Y qué les digo? Pues nada, que he venido para darle un morreo a vuestra amiga pero como estáis aquí, pues me estoy conteniendo. Otra vez haciendo el gilipollas, maldita sea. Me cago en mi vida, soy subnormal profundo.

-Me tenías que haber avisado joder! – abre la puerta de su casa y pienso que el momento de actuar está llegando – Pasa…

Al dejarme pasar, rozo sin querer su brazo de nuevo y da un respingo hacia atrás, casi imperceptible, pero yo lo he captado. Sonrío sin querer al notarlo. Observo la estancia. Un pequeño pasillo a la derecha que, imagino, da al salón. Otro pequeño pasillo a la izquierda que creo que da a un baño por lo que puedo ver, unas escaleras que suben al piso de arriba se alzan enfrente de mi. Menuda casa, parece que tiene gusto también para decorar. El suelo cubierto por parquet me resulta elegante. Malú coge otra vez mi mano y me dirige hacia dentro. La observo todavía emocionada por mi visita inesperada.

-Dios, qué fuerte que estés aquí en serio! – se ríe sin poder controlarse – Me da hasta vergüenza enseñarte mi casa… - veo aparecer a alguien en el salón –

-Joder Lula, ya íbamos a ir a buscarte… está muy mal dejar a amigos solos en tu… - el chico me mira sorprendido y deja de hablar –

-Mira Melen, este es Quique – la observo un momento, está sonriente, diría que pletórica –


-Coño, qué pasa tío? – me choca la mano enérgicamente – tenía ganas de conocerte…

-Él es… - la corto –

-Sé quién es – digo sonriendo. Melendi, toma ya, entrada triunfal en casa de Malú – Encantado.

-Pastora! Ven mira… - grita Melendi –

Pastora? Qué Pastora? La que canta? Yo es que me cago en mi vida, qué vergüenza joder. Qué ojo tengo, maldita sea. No podía venir cuando estuvieran aquí amigos que no fuesen famosos no. Tengo que aparecer ahora, y quedarme con esta cara de gilipollas, sin saber qué decir, ni qué hacer. Valoro la posibilidad de salir corriendo y volverme a mi casa, a encerrarme con mis perros y no salir de allí en 7 años.

-Qué pasa? – pregunta Pastora con voz preocupada – Uy… hola… - me mira sorprendida -

-Este es Quique – vuelvo a ver esa expresión en la cara de Malú – ella también te suena?

-Eh? – digo un poco contrariado – Si, claro… encantado – le doy dos besos sin saber muy bien de donde he sacado la poca vergüenza de moverme –

-Ha venido a verme sin avisar, como vosotros – dice con voz ilusionada -

Entramos al salón, muy bonito, con un sofá blanco que parece muy cómodo, un cheslong, una tele gigante que no sé de cuantas pulgadas será, pero es enorme. Una mesa grande pero sencilla se sitúa a la derecha. A la izquierda, una puerta correriza da al jardín, amplio desde donde yo lo veo, con una piscina que se intuye grande también. Parece ostentoso, pero viéndolo, no lo es, sobre todo por la decoración, sencilla, sin figuras o cuadros que recarguen la estancia. Me dejo llevar hasta la cocina, que me deja sorprendido. Una isla en el centro, con la vitrocerámica preparada para cocinar, y unas bancadas rodeando el cuadrado amplio que ocupa la cocina. A la izquierda, un frigorífico gris, de dos puertas. Lo observo cautivado, mi debilidad es la cocina, me encanta cocinar.

-Te gusta? – me mira ilusionada –

-Flipas… - me acerco a la isla y paso una mano por encima – es para quedarse aquí tres días cocinando sin parar…

-Jajajaja! – se ríe – exagerado… quieres algo? – abre el frigorífico – tengo cervecita y…

-Pues claro que quiere cerveza! – Melendi coge un par de latas y las abre – y como es que has venido? No lo sabías? – mira a Malú y niega con la cabeza –

-Emm… bueno… - bebo de mi cerveza intentando encontrar algo convincente – ha sido un puntazo…

-Eso me gusta… gente que se deja llevar por impulsos, si señor… - afirma Melendi, que está siendo bastante amable conmigo –

-Vamos al jardín no? – sugiere Pastora mirando a Malú con una extraña sonrisa –

Malú afirma con la cabeza sin dejar de sonreir, creo que no ha dejado de hacerlo. Y creo que yo no puedo quitar esta cara de mátame camión. Es que tengo la mala suerte pegada en el culo. Y ahora qué hago? Yo, que venía sin saber qué cojones hacer pero decidido a lanzarme… y ahora no puedo lanzarme. Y me he venido con un macuto lleno de ropa esperando en el maletero del coche porque soy así de imbécil. Hasta que no le explique por qué he venido, va a pensar que tengo un morro que me lo piso. Tengo que encontrar un hotel, el que sea. Trivago, ayúdame. No puedo dejar de pensar gilipolleces, van a pensar que tengo un retraso mental.

-Quique, estás bien? – me pregunta Malú que roza mi brazo y me hace estremecerme –



-Eh? Si si… - contesto volviendo a la realidad – es que el viaje se me ha hecho un poco largo…

-No me puedo creer que estés aquí, en serio… - vuelve a abrazarse a mí y yo pongo cara de circunstancias… tengo calor, mucho calor –

-Nos ha hablado mucho de ti – dice Pastora – como va la vuelta a la realidad?

-Emm… bueno… - bebo un trago de mi cerveza, esperando que se me pase ese calor repentino – asimilando un poco todo…

Tengo que hacer algo. Algo ingenioso, algo que me salve, algo con lo que no quede como un gilipollas. Qué haría si fuese un tío inteligente? Porque claramente, soy tonto, pero mucho además. A ver… lo que haría sería comportarme normal no? Comportarme normal, eso se me da bien. Fingir que soy normal se me da de puta madre, hasta mi madre piensa que lo soy. Y no soy normal, no señor, esto no lo hacen las personas normales. Las personas normales no se presentan en casa de una chica que vive a cientos de kilómetros, sin avisar, y se sientan a tomarse una cerveza con dos cantantes famosos que, casualmente, son amigos de la chica que me gusta. Esto no es normal coño, esto no pasa. Una cámara oculta, eso es, tiene que estar por aquí Juan y Medio con un ramo de flores, dispuesto a salir de un momento a otro y decirme que es broma todo esto.

-No dejan de mirarte – escucho la voz de Malú que me saca de mis pensamientos. Veo como señala a sus perras – vosotros entendéis por qué no le ladran?

-Les caerás bien – sentencia Melendi – yo les caigo regular… verdad Lola? – Lola suelta un ladrido que me hace reirme – ves? No me soportan… - niega con la cabeza –

-Danka cariño, deja de mirarle y hazle un poco de caso a tu madre…

Danka se escabulle de la caricia de Malú y se pone enfrente de mí, sentada en las patas traseras, mirándome exactamente igual que en el aeropuerto. 

Me agacho a su altura y, sin más, vuelve a repetir lo que hizo en el aeropuerto. Se planta y empieza a darme lametones en la cara.

-Ay que monos… - susurra Pastora –

-Hola pequeña… qué pasa? – digo acariciándola – de qué me conoces tú a mí?

-En otra vida a lo mejor… - dice Melendi – oye, no en serio, a mi eso no me lo ha hecho en la vida – finge indignación – exijo una explicación…



-No la tiene… - dice Malú agachándose a mi lado – se habrá enamorado – dice mirando a Danka – verdad cariño?

Miro a Malú algo desconcertado. Esa frase me ha sonado rara.

-Lo siento Danka… lo nuestro es imposible… - finjo disculparme y hago que se ría – tienes más pelo que yo… no es nada estimulante…

-Jajajajaja! Esa ha sido buena… - rie Melendi –

-Qué tonto que eres… mira que partirle el corazón a mi chuchita… - le hace una carantoña – pobrecita…


Me quedo un instante mirando a Malú con Danka. Si antes ya pensaba que era adorable, ahora, haciéndole carantoñas a su perra, creo que he terminado de enamorarme del todo. 

-Ay por favor… - exclama Pastora – esto es un zoo Lú, mira lo que está haciendo Rumba… - señala a la perrita, que le está chupando los pies – jajajaja! Dile que pare, que me hace cosquillas joder!

-Ves? Si les cayeses mal como yo… - dice Melendi –

-No les caes mal… pero no les haces ninguna carantoña… - dice Malú levantándose apoyándose en mi hombro –

-Como que no? – Espeta indignado Melendi – oye tío, te has traído bañador? – se dirige a mí y me quedo un poco contrariado –

-Emm…

-Te has venido sin nada? Donde está tu maleta? – pregunta Malú –

-En el coche… es que… - piensa rápido maldita sea – mañana he quedado con unos amigos que tengo por aquí, que hace tiempo que no les veo… y… me iba a quedar en un hotel – digo de carrerilla sin pensar –

-En un hotel? – pregunta Malú alzando su ceja izquierda – de eso nada, anula la reserva que te quedas aquí – sentencia –


Brillante. Absolutamente brillante. He quedado como un señor. Como un señor gilipollas al que sus amigos no acogen en su casa y se tiene que buscar un hotel.

-Cuando la jefa dice algo… hazle caso… es un consejo – dice Melendi levantándose –

-Vamos! Ve a por tus cosas! – dice con tono de madre – ay de verdad… venga – me coge la mano y me saca del jardín hasta llevarme a la puerta –

-Pero Malú, que no hace falta… que…

-Que te calles Rick! Te vas a quedar aquí y punto – abre la puerta sin soltar mi mano – venga, que te ayudo…

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