Exhausto, me tumbo sobre la arena. No se cuánto tiempo
llevaba en el agua. Mi respiración está a punto de decir basta, lucha por
seguir haciendo su trabajo pero noto como parece que no puede. No se el tiempo
que pasa desde que me tumbo en aquella arena extraña para mí, pero cuando soy
consciente, está atardeciendo.
Me levanto para que
el agua deje de rozarme, siento un frío tremendo. Miro al cielo y me doy cuenta
que no hay ni una sola nube. No me puedo creer que ese cielo sea el que ha
quedado después de la tormenta que me ha arrastrado hacia no se donde. Observo
a mi alrededor. No sé donde estoy. A la derecha, unas rocas presiden un
acantilado que no sé de donde ha salido, pero es bastante más grande que el que
había en mi playa, se eleva majestuoso, como inquebrantable. Continúo la línea
que forma aquel acantilado y veo una montaña. Resoplo. Parece la montaña que se
ve a lo lejos desde la playa, con aquellos árboles tan grandes arriba. Genial,
si antes no sabía donde estaba, ahora se que estoy a tomar por culo y no se
cómo volver, pero, por lo menos, parece que estoy en la misma isla. No puedo
estar ni siquiera arrodillado, me dejo caer en la arena y comienzo a llorar…
noto como el sueño me vence, el cansancio, el agotamiento… y la rabia.
El sol me despierta aquella mañana. Me he despertado cientos
de veces buscando a Malú a mi lado. Me despierto exaltado, pensando que Malú
haya podido seguirme el dia anterior al agua. La vi correr hacia mí. Rezo para
que alguien la parase antes de que aquellas olas la alcanzaran.
Mis tripas me avisan que, o como algo, o no sobreviviré
mucho más. El esfuerzo del día anterior fue sobrehumano. No se las brazadas que
dí hasta ver tierra y comenzar a nadar contracorriente. Busco por el suelo y
encuentro algunas frutas… las engullo sin importarme lo que son. Estoy sediento
pero intento no pensar demasiado en ello… por primera vez siento miedo a morir.
No aguantaré mucho tiempo sin agua… decido explorar y consigo sacar algo
parecido a agua de algunos cocos que yacen en el suelo.
Tras sentarme en la arena y reflexionar sobre lo que ha pasado, tomo la decisión de volver como
sea a la playa donde están los demás. Observo mi tatuaje, que tanto le había
gustado a Malú. Negarse a hundirse, es hasta poético después de lo que me ha
pasado. Rezo de nuevo para que nadie haya ido a buscarme… al pensar en Malú, un
latigazo me invade todo el cuerpo. Se expande desde mi pecho hasta mis pies. Si
le ha pasado algo no se que haré…
Observo aquel acantilado y desecho la idea de subir. Si me caigo, se acabó. Tiene que haber otra forma, asi que decido adentrarme en el bosque, muy a mi pesar. Intento ubicarme antes de salir. Si mis cálculos no me fallan, la playa debe estar atravesando el acantilado y, quizá, varios más, estoy bastante lejos si es que estoy en la misma isla… que todavía no estoy demasiado convencido de eso. Aquella montaña se veía lejana desde la playa, o eso quiero pensar. Decido que mi dirección siempre tiene que ser paralela al mar, bordeando esas rocas y aquella montaña.
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