jueves, 18 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 20: NADIE

No se el tiempo que llevo tumbada en el lugar donde solíamos dormir. Todos se han acercado a mí, pero a todos les he hablado de manera borde. No quiero que nadie me consuele, no quiero que nadie me diga nada. Lo único que puede hacer que se me pase ese dolor en el pecho es ver aparecer a Quique. La noche ha llegado y, con ella, mis lágrimas. No puedo dormir. Me levanto varias veces, buscándole en el mar, alrededor de la playa. Miro aquellas rocas recordando como, hace apenas unas noches, estuvimos cantando bajito. No puedo evitar llorar. 



Pienso varias veces en ir a buscarle pero sé que no aguantaré ni dos brazadas… me ahogaré. Incluso llego a pensar que aquello es lo mejor. No quiero estar allí sin él. Pero a donde voy a ir a buscarle? Ya no está… y siento que me muero si no está.

La mañana aparece sin avisar y, con ella, la desesperanza. Ya ha pasado casi un día entero desde que desapareció en el mar. Lloro sin parar, no hablo con nadie, no quiero que nadie se me acerque. Quiero que aparezca, pero la idea de que no va a volver me invade y todavía lloro más. Ya no existe… y eso no puede ser, no puede ser que el mar se lo haya tragado. Me sacó el solo de aquel avión y nadó conmigo a cuestas… y no se ahogó… tiene que haber encontrado otro sitio y debe estar volviendo. Sí, decido pensar eso, aunque se lo poco probable que es. Mis lágrimas aparecen porque sé que hay pocas posibilidades de volver a verle. Siendo realistas… no hay ninguna posibilidad. 



Vuelvo a llorar desconsoladamente, estoy en un bucle de dolor y sufrimiento del que no puedo salir. Noto unos pasos que se acercan. Richard deja a mis pies un poco de comida. Me mira apenado y baja la cabeza, pero no dice nada. Antes le eché la culpa de que Quique hubiera desaparecido… he sido dura con él… pero no me sale la voz para pedirle perdón.  Desaparece de mi vista y yo miro aquella comida. No me interesa. No pienso comer. Entonces pienso en Quique y en lo que me diría si me viera. Me lo imagino echándome la bronca y obligándome a comer llamándome jefa. Sonrío amargamente y como aquella fruta partida en trozos mientras lloro. Miro a mi alrededor y les veo, casi parecen autómatas. No soy la única que ha llorado, todos, absolutamente todos están abatidos. 

Era tan importante aquí… era importante porque era tan bueno con todo el mundo… tan fuerte… tan decidido… empiezo a pensar que acabo de perder a una persona única en el mundo, a un amigo, a algo más que eso…

-Malú… - la voz de Amanda me sorprende y doy un pequeño salto – perdone, no quería asustarla… - decido no contestarle – solo quería decirle que estamos aquí para lo que quiera… que la entiendo… Rick es… - noto como se le corta la voz –

Comienzo a llorar y noto como se arrodilla pero no puedo alzar la cabeza. Me aferro a ella como si me fuera la vida en ello. Me tiro llorando no se cuánto tiempo, escuchando el consuelo que intenta darme Amanda, pero que no consigue calmarme.

Otra noche sin dormir… recuerdo que la noche anterior Amanda intentó quedarse conmigo. Yo no paraba de repetir que iba a ir a buscarle, sé que la gente estaba asustada pensando que, si me dejaban sola, me iría hacia la orilla y me metería en el mar. En realidad era lo que quería hacer, pero cuando me lo planteaba, aparecía la voz de Quique diciéndome que no lo hiciera. Recordaba las palabras que me dijo… “No pienses en nada, solo en sobrevivir y saldremos de aquí”. 



Cada vez que recordaba su voz, su cara... me daba por llorar. Esa mañana sentía que la pena cada vez me inundaba más. Ya ni siquiera pensaba en que podría ser el día en que vinieran a buscarnos. Cada vez pensaba con más frecuencia que Quique no iba a volver, que había muerto. Esa idea me partía el alma, era tan injusto… descubrí varias veces a Juliet mirándome apenada. Se sentía culpable, aunque era una niña, sabía que Quique había ido a buscarla. No era capaz ni de consolarla, solo apartaba la mirada, como hacía con todo el mundo que me miraba apiadándose de mí. Juliet no se separaba de su osito… el osito que Quique rescató justo antes de que se lo tragase el mar. Maldito mar. No puedo ni mirar hacia él, no quiero ni que me roce el agua. El silencio y la tristeza se había adueñado de aquella playa. Quique era tan importante que todos sentían que aquello era lo peor que nos podía haber pasado. Decido levantarme, me duelen los huesos, necesito remojarme la cara, el calor me ahoga. Doy pasos lentos mientras veo como todos me observan, pero nadie se acerca a mí. No puedo ni hacer el intento de sonreir a nadie para reconfortarles.

-Rick!


Al escuchar su nombre, me giro y veo como Richard mira hacia la selva boquiabierto, paralizado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario